Un Rapidín
Ángel Irra Carceda
Conforme avanzan los meses hacia el 2017, un año que es preelectoral, las miras de las armas de francotiradores se afinan más y más.
Observo, por ahora, dos objetivos, fundamentalmente: el gobernador Héctor Astudillo y el alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez.
Ambos significan en Guerrero prácticamente todo para sus respectivos partidos (PRI y PRD, en ese orden).
Al primero sus opositores no dejan (ni dejarán) de atacarlo. Al segundo igual. Faltaba más.
Al gobernador priista, sin que cumpla siquiera su primer año de gestión, le exigen de distintas formas (y vaya de qué manera), que acabe con todo tipo de demonios que se escaparon del infierno para hacernos ’cañona’ la vida terrenal.
Y estoy de acuerdo en que el gobierno debe de acabar con esos demonios para regresar la tranquilidad a la sociedad.
Pero claro que sí comparto esa demanda. Sin embargo, a quienes le gritan que cumpla con eso, se les olvida que Astudillo no abrió las puertas del infierno de par en par.
Cuando el priista abrió la puerta de su nueva morada, ésta estaba infestada de lo peor.
Y de eso se resisten a hablar sus detractores. ¿Por qué será? Bueno, mis pocos pero leales lectores, bien que lo saben o lo intuyen.
Pues algo similar ocurre en Acapulco. El primer edil porteño, como muchos o casi la totalidad de los alcaldes en Guerrero, recibió igual la administración municipal.
Y es presa, como Astudillo, de los ataques constantes de detractores aliados que mediante la perversidad pretenden ’bajarlo’ para regresar, en la elección del 2018, al control del Municipio porteño.
Por lo tanto, está garantizado que en los siguientes meses de este año, pero sobre todo en el siguiente 2017, la perversidad escale hasta donde no poder, en contra de uno (Astudillo) y de otro (Velázquez).
’Bajar’ mediáticamente a Astudillo es minar al Partido Revolucionario Institucional y a los candidatos que postulen para la elección del 2018.
Y dejarle caer una palmera en la cabeza a Velázquez, sería lo mismo. Es el presidente municipal de Acapulco, por el PRD. El baluarte de este partido, ahora, en Guerrero.
Temen sus opositores que trabaje bien. A la vista está una Senaduría, pero también la reelección como alcalde porteño.
Pero esta última probabilidad a muchos, incluso al interior del PRD, no les gusta.
Ojo. Tendría una de las dos extremidades inferiores metidas en Casa Guerrero.
¡¡¡Uuuufff!!!
A alguien, en especial, no le agrada eso.
A Astudillo se le observa trabajando día a día en las diferentes regiones del estado. Algo que no vimos en los dos ’gobernadores’ anteriores.
Un par de comodinos que heredaron un desastre.
