’ El que pierda su vida por mí la encontrará ’


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’ El que pierda su vida por mí la encontrará ’
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Julio 15, 2019 01:14 hrs.
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Lunes 15 De Julio 2019

Memoria de San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia
Primera lectura

Ex 1, 8-14. 22
En aquel tiempo, subió al poder en Egipto un nuevo faraón, que no había conocido a José, y le dijo a su pueblo: "Los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose, no sea que, en caso de guerra, se unan a nuestros enemigos, para luchar contra nosotros y se escapen del país".

Les pusieron, pues, capataces a los israelitas para que los oprimieran con trabajos pesados; y así construyeron para el faraón las ciudades de Pitom y Ramsés, como lugares de almacenamiento. Pero mientras más los oprimían, más crecían y se multiplicaban.

Los egipcios llegaron a temer a los hijos de Israel y los redujeron a una cruel esclavitud; les hicieron pesada la vida, sometiéndolos a rudos trabajos de albañilería y a toda clase de tareas serviles en el campo.

Además, el faraón dio esta orden a su pueblo: "Echen al río a todos los niños que les nazcan a los hebreos; pero si son niñas, déjenlas vivir".
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 123, 1-3. 4-6. 7-8
R. (8a) Nuestro ayuda es invocar al Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando los hombres nos asaltaron,
nos habría devorado vivos
el fuego de su cólera.
R. Nuestro ayuda es invocar al Señor.
Las aguas nos hubieran sepultado,
un torrente nos hubiera llegado al cuello,
un torrente de aguas encrespadas.
Bendita sea el Señor,
porque no permitió que nos despedazaran con sus dientes.
R. Nuestro ayuda es invocar al Señor.
Nuestra vida se escapó como un pájaro
de la trampa de los cazadores.
La trampa se rompió y nosotros escapamos.
Nuestra ayuda nos viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
R. Nuestro ayuda es invocar al Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 10
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 10, 34–11, 1
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa’’.

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy
Los egipcios llegaron a temer a los hijos de Israel
El Éxodo es el libro de la gran epopeya de la liberación del pueblo de Israel de la opresión de del poderoso Egipto. Estamos en los comienzos del libro y la lectura de este día nos describe la situación de sometimiento y esclavitud que vive el pueblo de Israel. Son la mano barata que el faraón usa para su provecho. La explotación y la opresión son la norma que se aplica a los israelitas. Éstos, sin embargo, mantienen su fidelidad y soportan el trato vejatorio como forma de expresar que siguen confiando en la bondad de Dios.

Es un pueblo pequeño, un tanto desarticulado y, sin embargo, sigue multiplicándose. Ante ello surge el temor en el faraón. Este vislumbra un problema: pueden llegar a ser más numerosos y aliarse con los pueblos enemigos. Paradójicamente ’llegaron a temer a los hijos de Israel’. La solución que toma el faraón es acabar con todos los niños varones de los israelitas. Y aquí percibimos, por una parte, la inquina del faraón aplastando al pueblo con cargas difíciles de sobrellevar y, por otra la réplica de los israelitas en ese hecho sencillo del aumento de su población.

Todos conocemos el final de esta epopeya. La misericordia de Dios, pese a las infidelidades del pueblo, acaba triunfando y el pueblo será liberado por Moisés, salvado de las aguas, para salvar a su pueblo y orientarlo hacia la tierra de promisión. Dios irá enviando jefes que vayan conduciendo al pueblo hasta convertirse en una nación libre donde reine Yahvé.

El que quiere a su padre o su madre más que a mí no es digno de mí
Una de las características de la predicación de Jesús es que nunca edulcora su mensaje para facilitar su seguimiento. Así nos lo muestra este pasaje. El texto, por venir de quien desea siempre la paz a quienes encuentra, resulta desconcertante. Y sí, sorprende que alguien que es el ’príncipe la paz’ use esas expresiones tan tajantes. Por supuesto, Jesús no desea la espada, la división, la lucha. Es un lenguaje radical, sin matices. Hay que destacar que era la forma semítica de resaltar una idea. Por eso el comienzo del evangelio afirma que no ha venido a sembrar paz sino guerra. Y esto, más allá de la sorpresa que nos causa, es algo que se confirma después en la realidad. Allí donde el Evangelio es vivido de verdad acaba emergiendo un mundo que se opone a lo que Jesús propone y crea un mundo de división. Cuando el evangelio cuaja en el ambiente, surge de inmediato la confrontación, la oposición. Así ha sido a lo largo de toda la historia y así seguirá siendo cuando el evangelio es vivido íntegramente. Fue lo que le ocurrió a Jesús y lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la historia. El texto, por tanto es como un preanuncio de lo que irá viniendo.

En esa misma línea, de no suavizar sus palabras, Jesús completa el texto con el tema de la cruz. Aparece como el complemento perfecto a lo que ha dicho anteriormente. El que no abraza su cruz y le sigue no es digno de él. Cargar la cruz supone, mantenerse fiel a los valores que Jesús trae y oponerse a los valores que el mundo invita a vivir. La cruz, por tanto, no puede quedar oculta en otros elementos secundarios. La cruz es signo de vida y no de muerte, de liberación y no de esclavitud.

Como colofón de todo ello, al final habla de recompensa. No es sufrir por sufrir. Es aceptar con amor los riesgos de su seguimiento, desde la seguridad de que, tras la muerte, viene la resurrección, momento de luz y momento de disfrutar para siempre de ese seguimiento realizado día a día entre dificultades y contratiempos, pero vivido siempre desde la fidelidad.
Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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