’ ¿A qué se parece el reino de Dios? ’



Una esperanza que se ve, ya no es esperanza

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’ ¿A qué se parece el reino de Dios? ’
Religión
Octubre 25, 2021 19:50 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 26 octubre 2021

Primera Lectura
Rom 8, 18-25
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.

La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió, pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
R. Grandes cosas ha hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca
ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
’¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!’
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo
cosecharán aquellos que siembran con dolor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iba llorando, cargando la semilla;
al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 13, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo: ’¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas’.

Y dijo de nuevo: ’¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Una esperanza que se ve, ya no es esperanza
Es complicado esto de la fe. Creemos que ver el objeto de nuestra esperanza, poder ’ver’ una manifestación personal de Dios haría crecer nuestra fe enormemente.

Por mi parte doy gracias a Dios por no haber tenido una experiencia sensible de lo divino. Dios se me sigue manifestando en sus obras. La vida sigue, la primavera abre sus puertas inundando a toda la creación con la esperanza de una esplendorosa cosecha. Las flores abiertas nos hacen esperar los frutos que madurarán y se ofrecerán jugosos a nuestro alcance. Y es perfecto; esperamos, tenemos esperanza, por lo que aún no está, pero que sí sabemos que vendrá. Cuando ya tenemos el fruto en nuestras manos, nada queda que esperar. Ya está conseguido todo lo que podíamos esperar.

Así nos vive la esperanza en las cosas de Dios. Vivimos en una sociedad humana que quiere ser feliz, pero no sabe cómo lograrlo. Algunos queremos tener a Dios bien asido en nuestras manos, o al menos en nuestros espíritus, en nuestros libros, en nuestros discursos, y nos desespera que Dios escape a nuestros deseos, que nuestra esperanza inmediata quede frustrada. Ciertamente terminaremos logrando agarrarnos a Dios con nuestras manos, pero será cuando ya estemos en su Reino, cuando la esperanza y la fe no sean necesarias porque ya Dios estará presente en nosotros y nosotros en Él.

Otros piensan que si Dios deja de existir, el ser humano será finalmente feliz y tratan de eliminar a Dios de la vida diaria. En este grupo la esperanza no es necesaria, porque no tiene nada que esperar y la fe se queda sin donde fijarse, sin dónde asirse, y termina muriendo. Es triste, pero me temo que es una tendencia que cada vez tiene más seguidores.

¿A qué se parece el reino de Dios?
Es una pregunta complicada, con fácil contestación. El reino de Dios es algo sencillo, algo presente en la vida, en la naturaleza, en el propio hombre. Nosotros somos reino de Dios.

Somos ese reino que cobra vida en una semilla diminuta que nace, se desarrolla y da fruto; en esa insignificante porción de levadura que hace fermentar y crecer a toda una masa. Esa es nuestra misión: crecer en la sociedad, integrados en la sociedad, aparentemente desaparecer para seguir trabajando en lo oscuro, en lo que no se ve, para poder transformar a toda la sociedad en reino de Dios.

Un reino de Dios que parece alejarse, una masa que no sabemos fermentar, una sociedad cada vez más descreída, más decepcionada porque no sabe, no encuentra, donde mirar. Nos quejamos, yo también, porque nuestras palabras caen en el vacío, porque nos parece que no hay buena tierra donde sembrar.

Y no es cierto: toda la humanidad, toda la creación, nos lo ha dicho San Pablo, está expectante, está esperanzada-esperando recibir en su seno esa levadura que trasformará una seca harina en sabroso pan, pero la levadura que queremos introducir está tan rodeada de boato y esplendor que no atrae, incluso puede que repela.

Seamos humildes, sepamos cada uno nuestro valor, el que Dios nos ha regalado, y hagamos que valga, que sea útil en una sociedad, en una masa de harina que está deseando hacerse buen y esponjoso pan. Seamos ese siervo que lleva llorando la semilla, para que otro siervo traiga cantando las gavillas. Solo entonces experimentaremos que el Señor ha estado grande con nosotros y podamos cantar alegres, porque nuestra misión de semilla o levadura ha sido bien empleada.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

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