’ El Espíritu Santo os enseñará lo que tenéis que decir



Jesús es la única causa y la razón de nuestra existencia

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Religión
Octubre 16, 2020 23:08 hrs.
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La Palabra de Dios

Memoria de San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir

Primera lectura
Ef 1, 15-23
Hermanos: Me he enterado de su fe en el Señor Jesús y del amor que demuestran a todos los hermanos, por lo cual no dejo de dar gracias por ustedes, ni de recordarlos en mis oraciones, y le pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo. Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.

Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual, sino también del futuro. Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 8, 2-3a. 4-5. 6-7
R. (7) ¡Que admirable, Señor, es tu poder!
¡Que admirable es, Señor y Dios nuestro,
tu poder en toda la tierra!
Tu grandeza sobrepasa los cielos
y hasta los niños de pecho te dan alabanza perfecta. R.
R. ¡Que admirable, Señor, es tu poder!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado, me pregunto:
¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes;
ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? R.
R. ¡Que admirable, Señor, es tu poder!
Sim embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos
y todo lo sometiste bajo sus pies. R.
R. ¡Que admirable, Señor, es tu poder!

Aclamación antes del Evangelio
Jn 15, 26. 27
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor,
y también ustedes serán mis testigos.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 12, 8-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ’Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.

A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

No podemos olvidar en nuestra oración dar gracias y rogar por nuestros hermanos
En esta festividad de S. Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, que sucedió a Pedro en esta sede de Antioquía, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre el gran misterio de la Iglesia de Jesús. Pablo, en esta carta a Efesios, recoge toda la teología que engloba el misterio de la sucesión de Jesús, encumbrado por Dios por encima de todas las cosas, y que permanece en su iglesia a través del Espíritu Santo hasta la futura consumación. Después del himno litúrgico que suponen los primeros 14 versículos de este capítulo, donde nos habla de la preelección como hijos adoptivos por medio de Jesucristo antes de la creación del mundo, en el fragmento actual ensalza la supremacía y triunfo de Jesús, resucitado por el Padre que lo ha sentado a su derecha en el cielo. Y todo lo ha puesto bajo sus pies. Y lo entregó a su Iglesia, que es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Pablo tiene claro cuál debe ser el compromiso de los fieles creyentes como continuadores y realizadores del reino de Jesús. Y en esa clarividencia da gracias y pide sabiduría y revelación para que el espíritu ilumine los corazones y anime la esperanza de los hermanos de fe. Somos herederos de la gloria del Padre manifestada en Jesús, que ha de brillar también en nuestras vidas y en nuestras comunidades para trasparentar la gracia recibida de Dios, que es don para toda la humanidad. Como comunidad creyente debemos ser testigos fieles de la salvación que Jesús nos ha confiado.

Jesús es la única causa y la razón de nuestra existencia
Aquello que Pablo reclamaba a la iglesia de Éfeso de abrir los ojos de la fe para conocer y ensalzar la figura de Cristo, es lo que Jesús exige en este evangelio de Lucas. Jesús se reconoce ’Hijo del Hombre’ ante sus discípulos para fortalecer su confianza y seguimiento. Él está por encima de los ángeles de Dios, y tiene la fuerza y el amparo del Padre. Seguirle supone estar de parte de Jesús ante los hombres, confesarle verdadera fe y confiar en la fuerza del Espíritu que no abandona a los que creen en Él. Esta fe ciega, humilde y entregada es la que nos hace ser verdaderos discípulos de Jesús. Pero no es fácil tener esta certeza. Sus apóstoles se desperdigaron cuando la pasión y condena de Jesús, y sólo con la experiencia del resucitado recuperaron su entusiasta seguimiento. Eso es lo que Jesús nos pide también a nosotros. Tenemos la ventaja de conocer el premio, de contar con su prometida presencia, de esperar que el espíritu ponga en nuestra boca y en nuestro corazón lo que hemos de confesar. Y sigue siendo necesario mantener esa esperanza. Hoy nuestro mundo necesita contar con profetas del optimismo, con anunciadores de esperanza, con personas que trasciendan las urgencias y esclavitudes de este mundo. Jesús nos pide un seguimiento total, asumir sus enseñanzas, ponerse en favor de los últimos y desprotegidos, que serán los primeros en el Reino de Dios. No hay neutralidad sino opción por los pobres. No hay indiferencia, sino compromiso con las causas de los necesitados y oprimidos. No hay enclaustramiento, sino una defensa valiente del mensaje del evangelio, que es salvación y esperanza para toda la humanidad. Anunciar el Reino es vivir con audacia y sin temor en la presencia de Dios con la fuerza y la gracia del Espíritu. Esta es la creencia de nuestra Iglesia, comunidad de creyentes en Jesús.

Pidamos la sabiduría y la fuerza para acometer esta misión que Jesús nos ha encomendado.

Dña. Marisa Llaguno, O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)

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