’ Ha echado más que nadie ’



’ Lo que das, te lo das; lo que no das, te lo quitas’ (Alejandro Jodorowsky)

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’ Ha echado más que nadie ’
Religión
Noviembre 06, 2021 22:52 hrs.
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UNA MIRADA DISTINTA

La Palabra de Dios

Domingo 07 noviembre 2021

Primera Lectura
1 Rey 17, 10-16
En aquel tiempo, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: ’Tráeme, por favor, un poco de agua para beber’. Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó: ’Por favor, tráeme también un poco de pan’. Ella le respondió: ’Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos’.

Elías le dijo: ’No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’ ’.

Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento, ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10
R. (1) El Señor siempre es fiel a su palabra.
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.
Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.
A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.

Segunda Lectura
Heb 9, 24-28
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 3
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: ’¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso’.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: ’Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir’.

O bien:
Mc 12, 41-44

En aquel tiempo, Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: ’Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Ha echado más que nadie ’
Introducción
Las características del personaje de la viuda que aparece en el evangelio de este domingo 32 del Tiempo Ordinario, es un personaje que podríamos identificar en gente que hemos conocido en algún momento de nuestra vida. No son muchas, ciertamente, y suelen ser poco dadas a hablar de ellas mismas, lo que no quiere decir que sean poco comunicativas. Siempre dispuestas a echar una mano a quien lo necesite y con un sentido arraigado de la justicia, de la solidaridad y el cuidado por el bienestar de las personas. Han aprendido a mirar la realidad y no por casualidad sino porque aprendieron a educar la mirada. Su peculiaridad es que siempre son buenas personas en cualquier circunstancia de la vida, aún cuando ésta no les sea favorable. Tienen una enorme capacidad para sobrevivir en la adversidad y es, desde esa experiencia, donde han aprendido la importancia de ayudar y de sentir y valorar la cercanía de aquellos con quienes comparten su humanidad. Han entendido desde la praxis de su vida que los medios disponibles, siempre escasos, no son mas que eso, medios, y por lo tanto, instrumentos que son para compartir, como su vida. No hablo de forma abstracta acerca del comportamiento ideal de las personas, puedo ponerle cara a las que me permiten describir estas características. Algunos piensan que son místicos, pero lo que si es cierto es que sufren cuando ven el crecimiento acelerado de la desigualdad, con la corrupción y con la indiferencia tan extendida hoy. Es ahí, donde, descubrimos testigos testimoniando. Estoy seguro de que muchos han conocido a alguno de estos testigos.

Fr. José Ramón López de la Osa González
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)


UNA MIRADA DISTINTA


’ Lo que das, te lo das; lo que no das, te lo quitas’ (Alejandro Jodorowsky)

Cuando uno se sienta en cualquier sitio -en el andén del metro, en un banco de la calle, ante la pantalla de un televisor o a la pueta de la iglesia, o cuando hojea las revistas y periódicos, las páginas web...- y presta atención a la gente, anda mirando «con otros ojos»: Si hay alguien conocido, si es guapo/a, si tiene buen cuerpo, si tiene muchos fans y seguidores en las Redes, si tendrá una buena preparación (incluso si sus títulos y estudios serán auténticos), si sabrá hacer algo realmente meritorio aparte de hacer declaraciones estruendosas para salir en los titulares, si tendrá algo que esconder, si se cuenta algún rumor morboso...

Lo más frecuente en la mayoría de los casos es quedarse con las primeras impresiones (no pocas veces es lo que no pocos pretenden: «impresionar», dar una imagen, superficialmente, parcialmente). Nos hemos acostumbrados a ello, y enseguida sacamos conclusiones, ponemos etiquetas, juzgamos: interesante, emigrante, indiferente, este es tonto, este no es de fiar, admirable, envidiable, buena o mala gente... Lo malo es que esas primeras impresiones se impresionan tan profundamente... que nos condicionan y son difícilmente corregibles, son como una especie de gafas que nos hacen valorar en función de las «primeras impresiones».

Bien que lo sabían algunos de los personajes que aparecen en el Evangelio de hoy y a los que Jesús critica con dureza: Se pasean con amplios y llamativos ropajes (¡no sólo de tela!) para diferenciarse y resaltar sobre los demás, y que les hagan reverencias o les traten de manera «distinta» (podríamos decir: que les aplaudan, que parezcan importantes y con algún tipo de autoridad, que se dirijan a ellos con títulos del tipo «excelencia», «ministro», «señoría», «alteza», a veces incluso con el «ex» por delante: ex-presidente, ex-diputado, ex-secretario, ex-pareja... y otros. También ocurre en el terreno eclesiástico, claro. No hace falta poner ejemplos.

Y sigue denunciando Jesús que buscan los asientos de honor, y los primeros puestos en los banquetes, en los eventos, en los palcos, en las listas electorales, en los platós, en los titulares...

La manera de mirar de Jesús es muy diferente de las nuestras, tan superficiales. Jesús procura comprender el corazón y la vida de las personas con las que se cruza. Es la suya una mirada calmada, contemplativa, abierta a la sorpresa, que no juzga de primeras, que acaricia con ella, que da confianza, que busca lo valioso de cada cual. Va mucho más allá de lo que hoy llamamos «empatía» y «simpatía». Aquella mujer viuda (prototipo de pobreza y abandono en la sociedad judía: por mujer y por viuda), sin derechos, sin nombre, sigilosa, que se mueve ante las puertas del Templo, es "enfocada" por Jesús entre la «gente guapa», rica, sabia, importante, bien vestida, y prestigiosa (como los escribas o letrados que hemos mencionado antes)... Parece que casi sólo la ve a ella, y seguro que, mientras la miraba con ternura, en su corazón brotó alguna oración al estilo de «te doy gracias, Padre, porque hay gente así, buena, generosa... ».

Y aprovecha la ocasión e invita a los discípulos a fijarse en ella, mirándola con «otros ojos», y se la propone como modelo. Una mujer que estaba cumpliendo generosamente con lo que ella consideraba su obligación. Quizás podría haber pensado: ¿para qué echar estos dos céntimos al rico Templo?, ¿qué son estas dos monedillas comparadas con las cantidades que echa toda esa gente importante? Podría haber considerado que ella las necesitaba más que nadie («para vivir», ha dicho Jesús). Pero ella sentía que tenía que dar ese poco/mucho, como signo de su confianza y de su entrega a Dios.

Probablemente conocéis este relato de Rabindranath Tagore:

Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.

La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin.

Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: ’¿Puedes darme alguna cosa?’.

¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di.

Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dártelo todo!

No, ella no sacó un granito de trigo de su saco, porque no tenía saco. Y entregó sus dos últimos céntimos. Seguramente, si aquella buena mujer hubiera podido escuchar las palabras de Jesús, se habría quedado sorprendida: «Si yo sólo he dado un par de moneditas, y porque no tengo más... ».

Este Evangelio me invita a abrir los ojos a la muchísima gente que hay a mi alrededor, que es como esta mujer: héroes en su vida cotidiana, generosos en el cumplimiento de lo que consideran su obligación, y sin darse la más mínima importancia: «Pero si esto es lo que tengo que hacer, no me sentiría tranquilo/a haciéndolo de otro modo.., si es lo que haría cualquiera...». Sin aplausos, con humildad, sin hacer ruido. En ningún caso buscan el reconocimiento, que los vean. Son personas anónimas, como las dos viudas de hoy: Porque tienen muchísimos nombres, gracias a Dios. Y me hace pensar en esos actos generosos con luces y taquígrafos que a todos nos gustan, esas alabanzas que andamos buscando, ese reconocimiento (muchas veces justo) por lo bien que lo hemos hecho y que refuerza nuestra autoestima. No es que esto sea malo, a veces es necesario... Pero en el Banco del Reino las «acciones» que más valen son aquellas que hacemos generosamente y que nadie valora, alaba, aplaude ni reconoce, o que incluso desprecian o critican... ¿Cuántas de estas cosas encontrarán los ojos de Cristo en mi vida?

Aquella mujer agradó mucho a Jesús, porque se sintió identificado con ella: Va acercándose su final y le queda dar lo poco que le queda: las dos humildes monedas de su propia vida, para expresar su entrega absoluta a Dios y el abandono en sus manos, su amor sin condiciones y sin espera de recompensas, aunque para aquel sacrificio no tenga valor para los que no saben mirar como Dios.

En conclusión: aprendamos la mirada de Jesús, identifiquemos y agradezcamos a Dios tantos héroes anónimos. Ojalá yo sea uno de ellos... simplemente porque doy y hago lo que tengo que hacer. Darme, entregarme. No dejarme enredar ni engañar por las falsas apariencias de tantos que se dan (y les damos) tanta importancia. Hacer lo que las dos mujeres, hacer lo que Jesús... ¡en memoria suya! Sin que se me quede en el saco ningún granito de trigo...

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

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