’ Mi casa es casa de oración ’



Alabamos, Señor, tu nombre glorioso

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’ Mi casa es casa de oración ’
Religión
Noviembre 18, 2021 14:31 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 19 noviembre 2021


Primera Lectura
1 Mc 4, 36-37. 52-59
En aquellos días, Judas y sus hermanos se dijeron: ’Nuestros enemigos están vencidos; vamos, pues, a purificar el templo para consagrarlo de nuevo’. Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.

El día veinticinco de diciembre del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al romper el día y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido, un sacrificio conforme a la ley. El altar fue inaugurado con cánticos, cítaras, arpas y platillos, precisamente en el aniversario del día en que los paganos lo habían profanado. El pueblo entero se postró en tierra y adoró y bendijo al Señor, que los había conducido al triunfo.

Durante ocho días celebraron la consagración del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Adornaron la fachada del templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron los pórticos y las salas, y les pusieron puertas. La alegría del pueblo fue grandísima y el ultraje inferido por los paganos quedó borrado.

Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a partir del veinticinco de diciembre, se celebrara durante ocho días, con solemnes festejos, el aniversario de la consagración del altar.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor Jesús

Salmo Responsorial
1 Crónicas 29, 10. 11abc. 11d-12a. 12bcd
R. (13b) Bendito seas, Señor, Dios nuestro.
Bendito seas, Señor,
Dios de nuestro padre Jacob,
Desde siempre y para siempre.
R. Bendito seas, Señor, Dios nuestro.
Tuya es la grandeza y el poder,
El honor, la majestad y la gloria,
pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra.
R. Bendito seas, Señor, Dios nuestro.
Tuyo, Señor, es el reino,
tú estás por encima de todos los reyes.
De ti provienen las riquezas y la gloria.
R. Bendito seas, Señor, Dios nuestro.
Tú lo gobiernas todo,
en tu mano están la fuerza y el poder
y de tu mano proceden la gloria y tu fortaleza.
R. Benditos sea, Señor, Dios nuestro.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 19, 45-48
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: ’Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones’.

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Subamos a purificar y consagrar el templo
Sin el Templo restaurado, los judíos no son nada. Su pasión nacionalista, portadora de la identidad como pueblo elegido por Dios, está en el Templo. Todo giraba en torno a él. Por eso se trataba de restaurar no solo el edificio sino toda su simbología, sus celebraciones, devolver la gloria que el Templo se merecía, porque así el pueblo recuperaba su sentido, su identidad, su lugar de adoración, oración intercambio, de presencia de Dios en medio de ellos.

Aún conservamos, no sé por cuánto tiempo, el sentido centrípeto de nuestros templos. Generalmente la iglesia y su torre, se yerguen en medio de las plazas de los pueblos, barrios y ciudades, siendo la catedral el orgullo histórico y artístico dignos de conservar. Que después se haga uso o no de ellos, es otra cosa. Pero ahí están dando sentido y unidad a la vida de pueblos y ciudades. Para la mayoría de las personas es el último lugar por el que pasa/pasamos en este mundo, salvo cuando no se tiene fe o se sustituyen por otros centros civiles de despedida.

Debemos recuperar el lugar sagrado del templo como ámbito de presencia de Dios, de encuentro de la comunidad, como lugar de silencio y oración, de quietud y remanso interior, para que nuestro sentido de transcendencia siga vivo y nos mantenga. El papa Francisco lo resume muy bien: ’La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración.’

San Agustín decía: ’En el jardín de la iglesia se cultivan: las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas’. Quizá le faltó añadir: y los dientes de león que a los niños tanto nos gustaba soplar y ver cómo se diseminaban como si algo nuestro se expandiera por el aire. Aquel soplo bien podía representar el soplo del Espíritu que salía de nuestro interior para hacerse presente en otros lugares. Siempre se nos decía aquel al soplar había que pedir tres deseos…

Alabamos, Señor, tu nombre glorioso
Todo un cántico de reconocimiento y alabanza, porque del Señor nuestro Dios son la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y majestad, porque de Él es cuanto hay en el cielo y tierra. Él tiene poder, fuerza, capacidad, misericordia, que a todos nos conforta para poder sobrellevar las penurias, dolencias y vicisitudes de esta vida. ¿Quién no las tiene? ¿Quién no confía en el Señor? Pobre de aquel que se crea tan autosuficiente.

Mi casa es casa de oración
Jesús, el atrevido, el osado, que entra en el atrio del templo, comienza con diatribas, palabras, insultos y gestos contra los cambistas, a expulsar a mercaderes, que lo han convertido en una ’cueva de ladrones’. Los pobres, compradores expectantes de aquel gesto profético, debieron quedar perplejos y en su interior le aplaudirían porque nadie hasta entonces, desde los profetas, se había atrevido a tal acción denunciadora. No era extraño que los sacerdotes buscasen cómo deshacerse de Jesús y acabar con Él de una vez por todas. Pero el pueblo sencillo estaba pendiente de Él, escuchándolo.

Sí, es cierto, otros profetas habían hecho antes tal denuncia provocativa que a las autoridades sacaba de quicio. Convertir el templo en cueva de ladrones cuando debía ser ’casa del Padre’ es una tentación que no deja de hacerse realidad en muchos lugares actuales. A veces parece más un espacio circense que un lugar de oración, recogimiento y acción de gracias. Templo y temple personal van muy unidos.

Ya decía el suizo Henry F. Amiel: ’Tu cuerpo es templo de la naturaleza y del espíritu divino. Consérvalo sano; respétalo; estúdialo, concédele sus derechos’. ¡Cuánto maltrato, cuánta muerte, de los templos vivos de Dios se produce cada día en los demás, de una y mil formas!

Curiosamente vemos a Jesús yendo muchas veces al Templo, en él predica y ora, pero nunca le vemos ofreciendo sacrificios ni ofrendas. Él bien sabía que cada uno somos Templos vivos de Dios, que de vez en cuando necesita reparación, limpieza interior, espacio para la acogida del Dios Padre y de los demás. Él se sabe a sí mismo como Templo vivo de Dios, que un día, por este y otros muchos gestos, destruirán y que su Padre Dios restaurará, resucitará.

Pero la tentación sigue ahí. Convertir los templos, el nuestro propio también, en lugar de negocio, regresando así a los rituales del Antiguo Testamento. Debemos esforzarnos por luchar, hasta superarla, tal tentación.
Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Convento de Santo Domingo (Caleruega)

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