’ Si no os convertís... ’


El Espíritu del que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en vosotros

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’ Si no os convertís... ’
Religión
Octubre 22, 2021 23:32 hrs.
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La Palabra de Dios

Sábado 23 octubre 2021

Primera Lectura
Rom 8, 1-11
Hermanos: Ya no hay condenación que valga contra los que están unidos a Cristo Jesús, porque ellos ya no viven conforme al desorden egoísta del hombre. Pues, si estamos unidos a Cristo Jesús, la ley del Espíritu vivificador nos ha librado del pecado y de la muerte. En efecto, lo que bajo el régimen de la ley de Moisés era imposible por el desorden y egoísmo del hombre, Dios lo ha hecho posible, cuando envió a su propio Hijo, que se hizo hombre y tomó una condición humana semejante a la nuestra, que es pecadora, y para purificarnos de todo pecado, condenó a muerte al pecado en la humanidad de su Hijo. De este modo, la salvación prometida por la ley se realiza cumplidamente en nosotros, puesto que ya no vivimos conforme al desorden y egoísmo humanos, sino conforme al Espíritu.

Ciertamente, los hombres que llevan una vida desordenada y egoísta piensan y actúan conforme a ella; pero los que viven de acuerdo con el Espíritu, piensan y actúan conforme a éste. Las aspiraciones desordenadas y egoístas conducen a la muerte; las aspiraciones conformes al Espíritu conducen a la vida y a la paz. El desorden egoísta del hombre es enemigo de Dios: no se somete, ni puede someterse a la voluntad de Dios. Por eso, los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.

Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.

Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte, a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.

Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
R. Haz, Señor, que te busquemos.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos. R.
R. Haz, Señor, que te busquemos.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso. R.
R. Haz, Señor, que te busquemos.
Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Esta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob. R.
R. Haz, Señor, que te busquemos.

Aclamación antes del Evangelio
Ez 33, 11
R. Aleluya, aleluya.
No quiero la muerte del pecador,
sino que se arrepienta y viva, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: ’¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante’.

Entonces les dijo esta parábola: ’Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión del Evangelio de hoy

El Espíritu del que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en vosotros
Pablo nos recuerda aquí lo que se nos dará como hijos de Dios: gozo y paz. El hijo de Dios debe vivir para Dios. Este texto es muy importante para nuestra vida como cristianos. Si queremos ser del agrado de Dios, debemos llevar a cabo en nuestras obras el poder del Espíritu Santo. Ningún hijo de Dios puede tener vida abundante en Cristo viviendo para la carne, de su vieja naturaleza.

Las actitudes que anhela y busca el hijo de Dios es vivir desde el Espíritu y en Él anhelar lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Pero, no lo podemos lograr por medio de nuestro propio esfuerzo. Lo logramos, solamente, cuando dejamos que el Espíritu de Dios obre en nuestras vidas. Lo que la ley no podía hacer lo hizo el Espíritu Santo.

La santificación es la obra del Espíritu Santo en la vida regenerada del creyente, liberándolo del poder del pecado, incluso ante la misma presencia del pecado, y obrando la voluntad de Dios en la vida de todo cristiano.

La ley del Espíritu, no sólo quiere decir el principio de una ley, sino también la autoridad que ejerce el Espíritu. El Espíritu Santo trae vida porque esencialmente es vida. Él es el Espíritu de vida que está completamente unido a Cristo Jesús, porque el creyente comparte la vida de Cristo. Él nos libera de toda atadura y de cuanto nos aparta de Él.

De esa manera, podemos acercarnos a Dios para que nos limpie y así gozaremos de esa vida que Dios quiere que vivamos en toda su plenitud. Sólo el Espíritu Santo puede producir una vida santa en esta naturaleza humana, débil y pecadora.

Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo
Lucas en este texto nos ayuda a reflexionar en la llamada de Jesús a nuestra propia conversión, no por mero capricho, sino porque nos ama y sabe que sólo en Dios está el camino de la verdadera felicidad. Jesús sigue hablando y preparando el Reino de Dios, pero para ello, necesita que las personas cambiemos, que seamos capaces de reorientar nuestra actitud y forma de vida, para crear un mundo mejor, más humano y más fraterno. No acabamos de tomar conciencia de que tenemos que sembrar la paz, el amor y la justicia porque esto es lo que Dios quiere de nosotros, pero el odio y los egoísmos no nos dejan ver la luz, y esto nos impide que cambiemos.

Por ello el evangelista nos ilustra hoy con una parábola que utilizó Jesús para hacer más comprensible su mensaje. Nos compara con una higuera que no da el fruto esperado. Esto lleva al dueño de la viña a decidir cortarla, pero su cuidador intercede ante el dueño para que la deje más tiempo, él la cuida, la quiere, la protege y seguirá abonándola para intentar que por fin dé fruto.

Esa higuera en realidad somos nosotros. Nos decimos seguidores, pero nuestro fruto no llega nunca, queremos cambiar a los demás en lugar de cambiarnos nosotros. Jesús nos nutre cada día con su Palabra, su ejemplo de vida, pero nosotros preferimos seguir viviendo de espaldas a Él, cumplir con los preceptos antes que abrir nuestro corazón y, como el barro en manos del alfarero, dejarnos amasar.

Jesús nos da siempre otra oportunidad para que seamos capaces de salir de la rutina y ser una higuera fértil. Una higuera que da el fruto generoso del amor entre todos los hermanos, haciendo visible a Dios en la tierra, pero para ello, tenemos que estar dispuestos a cambiar y trabajar en nuestra propia conversión.

Jesús tiene el propósito de conducir a las personas a producir frutos y narra esta parábola para que nos comparemos con la higuera a la que se le da una nueva oportunidad. ¿Cuáles son los frutos positivos que Jesús espera que las personas y en particular los cristianos demos hoy? ¿Cómo podemos mostrar que estamos arrepentidos y que hemos cambiado nuestra conducta? ¿Qué tipo de ’abono’ podemos echar en nosotros hoy para ayudarnos a producir fruto?

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de San José (La Solana-Ciudad Real)

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