’ Tened encendidas las lámparas ’


Libres de las ataduras de la tentación y del pecado

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’ Tened encendidas las lámparas ’
Religión
Octubre 18, 2021 20:48 hrs.
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La Palabra de Dios

Memoria de Santos Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros, y compañeros, mártires

Primera Lectura
Rom 5, 12. 15. 17-19. 20-21
Hermanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte llegó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Ahora bien, con el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios!

En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobreabundante que los hace justos.

En resumen así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.

De modo que, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que así como el pecado tuvo poder para causar la muerte, así también la gracia de Dios, al justificarnos, tenga poder para conducirnos a la vida eterna por medio de Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 39, 7-8a. 8b-9. 10. 17
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas, Señor, tú no quisiste;
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: ’Aquí estoy’.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena
hacer tu voluntad;
esto es, Señor, lo que deseo:
tu ley en medio de mi corazón.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios:
tú lo sabes, Señor.
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.
Que se gocen en ti y que se alegren
todos los que te buscan.
Cuantos quieren de ti la salvación,
repiten sin cesar: ’¡Que grande es Dios!’
R. Concédenos, Señor, para hacer tu voluntad.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Lc 21, 36
R. Aleluya, aleluya.
Velen y oren,
para que puedan presentarse sin temor
ante el Hijo del hombre.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 12, 35-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ’Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Libres de las ataduras de la tentación y del pecado
San Pablo nos presenta a Jesús como nuevo Adán. Un nuevo Adán, hecho hombre, que nos rescata del pecado y la muerte que la desobediencia de Adán supuso para todos los hombres. Dios creó al hombre justo e inocente, y lo colocó en el Paraíso, en un entorno de libertad, felicidad, armonía e inmediatez con El. Pero Adán pecó, desobedeció el mandato divino, queriendo ser como Dios. Este antagonismo lo recoge san Pablo en este fragmento de su carta a los romanos: ’por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron’. Pero Dios rescató a la humanidad con el envío de su Hijo Jesús, en quien resplandece la benevolencia, la gracia y el don de Dios. Y si por el pecado de uno comenzó el reino de la muerte, por Jesucristo nuestro Señor, reinará la gracia, causando la salvación y la vida. San Pablo está llamando a la comunidad de Roma a abandonar el pecado, a vivir conforme al ejemplo de Jesús. La libertad del hombre ya no está condenada al sinsentido, a la fatalidad. ’Si hemos de morir, disfrutemos de la vida’. Con Jesús, Dios nos rescata de esa condena y nos otorga otra oportunidad. Él nos muestra un nuevo sentido, otra dimensión para nuestras vidas. Estamos bajo la mirada de Dios, somos hijos amados, invitados a una nueva humanidad. Con Cristo estamos llamados al reino de la gracia, de la salvación y la vida eterna. Esta fe en Jesús nos fortalece para superar la tentación, para no recaer en el pecado. Y así cobra sentido nuestra oración continua, ’no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal’. Esta comunión con la gracia divina nos hará crecer en la fe y fortalecerá nuestra esperanza en el amor de Dios.

Vivamos con los ojos vueltos al Señor
Este texto de Lucas se enmarca en las parábolas escatológicas de la vigilancia, muy común en las primeras comunidades cristianas. Es una vigilancia activa, de estar pendientes y aplicados, de no tener apegos a las cosas terrenales, de esperar fervorosos la llegada del Señor. La nueva vida a la que nos llama Jesús se desarrolla en esta atmósfera de confianza y espera. Si hemos sido agraciados con la benevolencia y la filiación divina, debemos participar y compartir esa gracia con los demás. Estamos llamados al amor de Dios, y en ese amor hacemos partícipes a todas las personas que conviven con nosotros. Vigilancia activa significa que tenemos puesto un ojo en el Padre y una mirada generosa en nuestros hermanos, en quienes comparten la vida con nosotros. También en los malos momentos, en las dificultades que la vida nos plantea. Dios está a nuestro lado y siempre podemos apoyarnos en esa fe para saber enriquecernos y enriquecer a quienes pueden apoyarnos. Estamos llamados a ser felices, pero no de forma individual y solitaria. Nuestra felicidad consiste en encontrar nuestra plenitud como personas, como hijos de Dios, pero hermanos de los demás. Por eso, el dolor, el sufrimiento o la desgracia ajena no puede dejarnos indiferentes. El dolor del mundo es nuestro dolor, del que Jesús vino a liberarnos. El mal del mundo es un problema a combatir, a desterrar, una lucha en que tenemos que implicarnos, porque Dios nos ha liberado para superar esa vieja humanidad. Con las lámparas encendidas, activos e implicados, esperamos la futura vida de Dios que nos trajo Jesús.

¡Que seamos capaces de vivir en ese amor comprometido que nos abre a Dios y nos realiza como fieles creyentes!

D. Oscar Salazar, O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)

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