’ Vosotros sois sal de la tierra y luz del mundo ’


Como lo había dicho el Señor…

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’ Vosotros sois sal de la tierra y luz del mundo ’
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Junio 08, 2020 21:00 hrs.
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La Palabra de Dios


Martes 9 de junio 2020


Primera lectura
1 Reyes 17, 7-16
Al cabo de algún tiempo, el torrente donde el profeta Elías estaba escondido se secó, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor le dijo a Elías: ’Anda y vete a Sarepta de Sidón y quédate ahí, pues le he ordenado a una viuda de esa ciudad que te dé de comer’.

El profeta Elías se levantó y se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: ’Tráeme, por favor, un poco de agua para beber’. Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó: ’Por favor, tráeme también un poco de pan’. Ella le respondió: ’Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos’.

Elías le dijo: ’No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’ ’.

Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento, ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 4, 2-3. 4-5. 7-8
R. (7) Señor, no te alejes de nosotros.
Tú que conoces lo justo de mi causa,
Señor, responde a mi clamor.
Tú que me has sacado con bien de mis angustias,
apiádate y escucha mi oración. R.
R. Señor, no te alejes de nosotros.
Y ustedes, humanos, ¿hasta cuando
ultrajarán mi honor?
¿Hasta cuando amarán lo que es engaño
y se irán tras lo falso con ardor? R.
R. Señor, no te alejes de nosotros.
Admirable en bondad
ha sido el Señor para conmigo
y siempre que lo invoco me ha escuchado
por eso en él confío.
Así que tiemblen y no pequen;
Mediten en silencio en su lecho. R.
R. Señor, no te alejes de nosotros.
¿Quién nos hará dichosos, dicen muchos,
si has querido, Señor, darnos la espalda?
En cambio a mi, Señor, me has alegrado
más que con trigo y vino en abundancia. R.
R. Señor, no te alejes de nosotros.


Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 16
R. Aleluya, aleluya.
Que brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor,
para que viendo las buenas obras que ustedes hacen,
den gloria a su Padre, que está en los cielos.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ’Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.

Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Como lo había dicho el Señor…
La primera lectura nos presenta hoy al gran profeta de Israel, Elías. Surge como ese hombre lleno de confianza en Dios que tiene como objetivo orientar al pueblo en un momento de desconcierto y alejamiento de lo que implica creer en Dios. Tiempos duros, tanto material por la gran sequía, como espiritual al haber introducido el culto a Baal con todo lo que conlleva en el comportamiento deshumanizador de sus seguidores. El texto de este día nos muestra a Elías dirigiéndose a una ciudad fenicia, Sarepta, huyendo de la persecución de Jezabel, esposa del rey Acab.

La sequía asola la tierra y el hambre se ha extendido por todas partes. La desorientación del pueblo es grande. La hambruna también. Hoy vemos a Elías fiándose de Dios y poniendo a prueba a una pobre viuda que acaba siendo testigo de dos prodigios realizados por el gran profeta: el milagro del pan que él le pide cuando a ella solo le queda un poco de harina: ’ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó’. El segundo hecho extraordinario, es la curación/resurrección de su hijo. En ambos casos se ha manifestado la presencia vivificadora de Dios y la confianza absoluta de Elías en el Dios de sus padres. En todo ello Elías es consciente de que lo que Dios dice se cumple. Desde esa confianza ha realizado lo que Dios le ha ordenado y así se ha afianzado su fidelidad.

Vivimos tiempos de desorientación. Son muchos los días en que sentimos que un elemento extraño ha invadido nuestra sociedad destruyendo vidas, relaciones, esperanzas… Es tiempo de seguir confiando en Dios. Más allá de los interrogantes que todo ello nos sugiere, Dios sigue obrando entre nosotros.

Nuestra forma de vida nos ha ido llevando a un cierto abandono de aquellos que en el mundo menos tienen. La vida se ha organizado pensando en los que tienen, en sus intereses, en sus beneficios. Pocos han mirado alrededor pensando en quienes más necesitan. Muchos han descubierto la deshumanización de nuestra sociedad.

El virus nos ha agarrado a todos, convirtiéndonos en portadores de miedo. Él no ha respetado a nadie. Y ahí vemos que vamos cargando con nuestras responsabilidades. Dios no castiga a nadie, pese a la maldad de nuestros actos; somos nosotros los que nos autoinflijimos nuestro propio castigo al olvidar el desierto humano que hemos ido creando. Elías sigue siendo necesario para reconducir nuestras vidas por el camino de Dios.

’Vosotros sois sal de la tierra y luz del mundo’
Siempre me han sorprendido estas palabras de Jesús. Y me han sorprendido porque Jesús no dice ’tenéis que ser…’, sino ’sois’. Y lo somos porque hemos entrado a formar parte de su Reino y, desde ese momento, nuestra vida se ha de asociar con Él. Sus valores han de ser los nuestros.

Jesús usa tres símbolos para definir nuestra identidad de seguidores suyos. Los tres tienen fuerza descriptiva de lo que es nuestra identidad cristiana.

Somos sal
Ésta aparece como un elemento humilde en la condimentación de los alimentos. Se funde en ellos dándoles sabor. Ser auténticamente cristiano conlleva en sí un efecto real en nuestra vida de cada día. Conlleva vivir desde la fe, la esperanza, el amor; conlleva ser consciente de que la fe que nos ha sido dada, la recibimos para expandirla. Para dar un tono nuevo a nuestra vida. Y esto, no desde el ruido o desde actitudes llamativas. Ser sal es dejar que la acción del Espíritu por medio de nuestra acción, discreta, humilde, pero real, se expanda e impregne nuestra labor. Ha de ser como la sal. Su presencia pasa desapercibida; solo su ausencia es notoria.

Somos luz
Gracias a la luz podemos distinguir la realidad que nos rodea. Nos facilita desenvolvernos en ella con facilidad. Ser luz para otros es dejar que los valores de Jesús se manifiesten en nuestra vida y orienten nuestro camino. No caminamos en la noche. Seguimos a Alguien que va con nosotros manifestando por dónde debemos seguir. Viviendo así nos convertimos en luz para los otros. También facilitando a los demás el conocimiento de este Jesús que a nosotros nos motiva. Hay muchos momentos en que esto podemos llevarlo a cabo, desde nuestra relación más cercana, hasta nuestra actitud general ante la vida y los acontecimientos.

Una ciudad sobre un monte
Otro símbolo fácil de entender. La ciudad sobre el monte está a la vista de todos. No cabe el ocultamiento. Es una referencia a la verdad y sinceridad que ha de presidir nuestra vida. Ser conscientes de que en todo momento estamos siendo observados. Nuestra vida no puede ocultarse bajo la mentira o la doblez.

Tras leer este evangelio, me surge varios interrogantes: ¿somos realmente conscientes de que nuestra condición de cristianos es como la sal, la luz, la ciudad sobre un monte? Si no nos lo creemos, no podremos vivirlo.

Otro interrogante: ¿nos esmeramos en purificar nuestra vida para que sea realmente eso que Jesús nos ha dicho que somos?

Si no lo cuidamos, la sal se volverá sosa, inservible. La luz se apagará. La ciudad será invisible para todos. No es lo que Jesús espera de ti y de mí.
Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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