Pocas, muy pocas ocasiones saltan a las páginas de los diarios noticias que nos gustaría comentar así fuese en forma esporádica. Ayer, jueves, los periódicos dieron a conocer la llegada de 93 estudiantes haitianos, de un grupo de 300 becados en escuelas tecnológicas y politécnicas.
Me remite a mis tiempos infantiles cuando a Morelia llegaban jóvenes centroamericanos que se inscribían en la carrera de Medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Los veíamos pasear por el centro de la ciudad o reunirse a estudiar en las madrugadas bajo las farolas de la plazuela de la Soterraña.
Eran muchachos alegres, sociables, que encontraban en alguna familia la acogida temporal para integrarse a actividades que les hicieran menos penosa la lejanía del hogar.
Desgraciadamente noticias como la de los haitianos son tapadas por el cúmulo de infortunios que aquejan al país, por ejemplo, la terrible nota de que los mexicanos naceremos con un adeudo de 200 mil pesos, lo que usan los hijos de Carlos Romero Deschamps para sus propinas en hoteles de súper lujo en la Riviera Francesa o para afinar el motor del Ferrari en Florida.
Más el temor de que para conservar el buen nombre del país y su cumplidor gobierno –ha hecho todo lo que se le ha indicado—el trinquete del sindicato, que defraudó a empresarios tejanos al cobrarles por un producto que nunca les envió, aprovechando el viaje lo integren a lo que ya nos endilgaron.
Detallemos: hay muchos acuerdos piratas entre empresa y sindicato, la exclusividad en determinados procesos y talleres, de los que tendrían obligación de atender como trabajadores pero que les contratan como empresa privada. O sea, cobran por su labor institucional, y reciben utilidades por los negocios sindicales que trabajan para Pemex.
En otro oscuro acuerdo, la empresa otorgó al sindicato la propiedad de hidrocarburos que autorizaba a vender en el exterior. Así se hizo. A un empresario gringo se ofrecieron 400 millones de dólares del producto que nunca se entregó.
El trinque, en manos de la justicia del país del norte, creció hasta los mil 300 millones de dólares actuales, que son problema privado del sindicato y sus jerarcas.
Entre estos calambres nos movemos. Los criminales que militan en la CNTE y se apropiaron del monumento a la Revolución, han sembrado allí sus milpitas, que ya están jiloteando por lo que pronto harán sus tortillitas para vender tlayudas y otros antojitos que tan buen resultado les dieron en su plantón inicial. Mientras, distraen sus ocios arrasando las oficinas del PRI en Oaxaca, a cara descubierta y dejándose filmar para que conste su seguridad en la cobardía de las autoridades estatales encabezadas por el coyón mayor, el gobernador Gabino Cué.
La nota diaria de Michoacán es imprescindible en páginas principales. La desaparición del procónsul Castillo ha llamado la atención, después de su frustránea actuación alentado civiles armados, encarcelando a los no dóciles y creando una fuerza paramilitar sin control a la que permite guardar sus armas largas en casita, y a la vez dota de nuevos rifles y pistolas, ahora a cargo del erario.
Protestas de algunos ex comunitarios porque hace dos meses no les pagan, aunque extraoficialmente se sabe que cobran gracias a las colaboraciones “voluntarias” que peyorativamente llamaban derechos de piso. Nuevos métodos, viejos vicios o como dijimos antes, mismo infierno con distintos diablos.
En Morelos no anda mejor la cosa. El encargado de combatir los secuestros Renato Sales, ufano, anuncia una notoria disminución del delito mientras los medios se encargan de echarle a perder su optimismo al señalar que en lo que va del sexenio y por razones que convendría que averiguaran las autoridades, aumentaron alrededor del 30 por ciento las denuncias de privación de la libertad contra ciudadanos inermes. Principalmente en la vecina entidad.
Cada día se anuncia el descubrimiento de nuevo almacén de gasolinas robadas de las tuberías de Pemex, que se supone y para eso gastamos una millonada de pesos, que se controlan mediante el registro cibernético de la presión con que corre el líquido. En los hechos, abren válvulas entre estaciones y por razones ignotas no se registra la pérdida de presión, lo que hace suponer complicidad de los que envían a las gasolineras pipas con diez por ciento menos de combustible. Y el gasolinero se tiene que morder un hueso porque no se le permite interponer queja alguna. O cargarle el muerto al consumidor.
En fin, un respiro con los haitianos que son bien recibidos en este país que antes era bandera de libertad para los oprimidos y esperanza para quienes buscaban mejores fronteras para su desarrollo personal o profesional. Repito: bienvenidos y gracias por brindarnos una buena entre tantas malas.
