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BUHEDERA: No (importa si) fue penal

BUHEDERA: No (importa si) fue penal
Periodismo
Julio 07, 2014 08:45 hrs.
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Guillermo Fárber/ › todotexcoco.com

No se si fue o no penal y, la verdad, no me preocupa mayormente. En cuestiones de futbol reconozco que soy aún menos que un villamelón desatento. Lo único que entiendo es que es una distracción absurda y aburrida que se juega en alberca y con jirafas.

En este Mundial he visto a medias sólo dos partidos: el de Brasil contra México, por morbo; y el de México contra Holanda, por razones familiares (una rarísima ocasión que me dio la vida para convivir brevemente con Paula, mi maravillosa sobrina-nieta de 3 años).

En ninguno de esos partidos alcancé a escuchar el ulular que tan ofensivo juzgó la FIFA; supongo que la tecnología televisiva supo someter lo que las buenas conciencias no pudieron. Un dato contundente para quienes todavía dudan del poder del Poder para adelgazar hasta la transparencia las manifestaciones que considera indeseables.

Como sea, los rivales superiores (o el hado cruel o la suerte maleva o los árbitros vendidos o lo que tú quieras) nos cancelaron a los vecinos alrededor del Ángel uno de nuestros carnavales recurrentes. Tampoco eso me preocupa demasiado; tenemos muchos otros, desde carreras ciclistas y maratones hasta el desfile anual del orgullo gay, pasando por copiosas marchas de protesta y encueradas cariátides de bronce de los 400 Pueblos, sin olvidar aquel memorable campamento pejista apodado Interlonas.

Para nuestra gran fortuna, el Paseo de la Reforma ha pasado de ser un solemne testimonio pétreo de las ideologías dizque contrapuestas (liberalismo-conservadurismo, centralismo-federalismo y demás ismos intrascendentes) que convirtieron nuestro siglo 19 en un pantanoso chapoteo de sangre, a un Sambódromo permanente de plumas, espumas, mantas y pancartas, lo cual es mucho más divertido o al menos menos cruento.

En el primer partido estuve un poco menos distraído que de costumbre, aunque me decepcioné como siempre. En el segundo, vi la jugada esa que tanta crítica ha despertado: el penal que para muchos no mereció ser penal y que selló el destino fatal de nuestra selección.

Me dicen que la cuestión ha enardecido los ánimos y generado un profuso caudal de memes, tuites, burlas, comentarios, análisis.

Confieso que no he seguido tales expresiones de enojo-crítica-chunga-reflexión. Estoy seguro de que rebosan ingenio, gracejo, sarcasmo, agudeza, chispa, mala leche.

Sin embargo, de lo poco, de lo muy poco que no he podido dejar de percibir, me surgió una sensación inédita que me sorprendió muy gratamente. Por primera vez, y acepto que puedo estar equivocado, muy equivocado, me pareció percibir en el aura social una emanación distinta a las habituales despertadas por aquel sombrío espectro bautizado por Manuel Seyde en 1966 como los Ratoncitos Verdes, versión deportiva de la Catrina ancestral.

Este último medio siglo ha abarcado casi toda mi vida consciente (es un decir), y toda la inevitablemente circundada por la lamentable distracción futbolera. En todo este medio siglo me hastié de escuchar-observar-detestar la misma autoflagelación, el mismo achaparramiento existencial, la misma recurrente fiesta de complejos caníbales.

Esta vez no. Hoy no. Por primera vez, no. Eso me provoca un tímido asomo de aliento. Por primera vez creo detectar que ciertos dígitos insignificantes no avasallan al alma social. Es una tímida esperanza, nada más que una vaga esperanza, pero una esperanza al fin.

De modo que no importa si aquella jugada mereció o no la condena de un penal. Por primera vez en mi vida siento que mi pueblo sabe que su espíritu está por encima de sus marcadores. Y eso me hace respirar mejor, extender más lejos la mirada, abrazar el cosmos con más confianza. Por primera vez en mi vida.

OOOOOOMMMMMM
Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas.

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