’Catón’

Calientes dichos de Aguascalientes

Calientes dichos de Aguascalientes
Periodismo
Enero 22, 2020 20:06 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Hace algunos años –me temo que muchos ya- fui A Aguascalientes. Ahí me regalaron dos cajas de guayabas, de las mejores, las famosas de Calvillo. Al emprender el viaje de regreso las hice poner en la sección de carga del avión, uno de esos pequeños que antes hacían vuelos de conexión. Durante todo el trayecto a Monterrey la cabina de la aeronave -así se dice- olió a guayaba. Una señora se quejó con la azafata: ya la traía mareada aquel aroma. Yo me hice pendejo, con perdón sea dicho, a fin de no asumir la responsabilidad de aquel olor, intenso como de jardín de oriente o perfumado harén. Con razón García Márquez habló de ’el olor de la guayaba’. Huele esa fruta. Huele.

Pero no sólo guayabas traje en aquella ocasión de Aguascalientes. También traje dichos que apunté en una libreta, la cual encontré por casualidad ayer. He aquí algunos.

- No hay pendejo que no sea terco.

Eso es muy cierto: señal clara del tarugo es empecinarse en sus tarugadas.

- ¡No te dejes, Enriqueta!

Tal frase la dice allá alguien para animar a otro en una discusión o pleito. Según entiendo esa frase la dijo por primera vez un preparatoriano cuya maestra se llamaba así: Enriqueta. La profesora le pidió a un alumno que le dijera el nombre de una isla del archipiélago de la Sonda. Respondió el estudiante: ’Sumatra’. Fue entonces cuando gritó el otro: ’¡No te dejes, Enriqueta!’.Distraído, pensó que se estaban peleando.

- La Cafiaspirina.

Así llamaban a una muchacha algo feíta. Le decían así porque no afectaba al corazón, igual que ese conocido remedio.

- En cuestiones de doncellas, sólo Dios y ellas.

Significa que no conviene entrar en investigaciones sobre virgos. Lo sentenció el licenciado Severiano García cuando le pidió a la encargada de la ventanilla de Correos: ’Dos timbres de 20 centavos, por favor, señora’. ’Señorita’ -le reclamó la mujer con voz de enojo. Replicó el Chato: ’No vine a investigar virginidades. A mí mis timbres’. De ahí nació la frase.

- Vamos a ver si es verdad que a Chepa le vaporiza.

Lo dice un valentón cuando otro le hace frente. Es lo mismo que decir: ’Vamos a ver de qué cuero salen más correas’.

- Si ese alacrán me picara San Jorge sería un cabrón.

Usa ese dicharacho el que confía en afrontar un peligro sin recibir daño. San Jorge, que combatió contra el dragón, es santo patrono de los animales, y sirve para protegernos de aquellos que nos amenazan: serpientes, tarántulas, arañas venenosas, etcétera. En los campamentos, cuando por la noche nos tendíamos sobre el vivo suelo para dormir, hacíamos un círculo alrededor de nosotros con una cuerda y luego rezábamos la invocación que dice: ’San Jorge bendito, amarra a tus animalitos’.

- La codicia mata al hombre y el Calomel a los chatos.

Este dicho del vulgacho alude a cierto pernicioso insecto que se adquiría por vía venérea. Al tal insecto se le controlaba con Calomel, medicamento también llamado ’pomada del soldado’. Cierto mílite estaba en la farmacia cuando llegó una mujer de la vida galante y pidió un peso de pomada del soldado. Se sintió aludido el militar y le dijo hecho una furia al boticario: ’¡Y a mí deme un tostón de pomada de la puta!’.

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