Cambios

La improvisación que caracteriza a la actual administración empieza a tener explicaciones. Poco a poco pueden vislumbrarse las causas de los descalabros del régimen. Y desde la tesis de licenciatura tuvo trampas, también lo tendrá todo lo que haga con ese título.
Como dice un comentarista español, lo preocupante no es lo que se plagió sino lo que escribió de su inspiración, talante y talento.
Así, desde el inicio del sexenio, en lugar de conformar irresponsablemente a los partidos alrededor del Pacto por México, debieron transformarse las estructuras necesarias para que las reformas que iban a aprobarse tarde o temprano, tuvieran un desarrollo adecuado, pero ni en eso pensaron. La actual administración se caracteriza de otros por su falta de prevención, y de ahí los resultados lamentables.
Un cambio en las leyes de la magnitud de lo planteado en las reformas estructurales no podía cambiarse sólo en el papel y con la anuencia de las cúpulas partidistas. Esto significaba desconocer totalmente la magnitud de los cambios que estaban promoviendo.
Requieren de una transformación en la infraestructura de sus producciones, en la estructura y estrategia de sus mandos y en la postura de sus operadores. Pero nada de esto se hizo, se prefirió crear un consenso tan efímero como frágil con los partidos políticos que creyeron que al tener objetivos comunes, por lo menos en teoría, el desarrollo del país sería mayor y más rápido. La llegada de un grupo de políticos que seguían a pie juntillas las disposiciones de un ejecutivo poco ilustrado, creó una serie de divisiones al interior de la clase gobernante.
No faltó quien intentó hacer un equipo crítico, y otros que ya no confiaban en la viabilidad de un proyecto que se había elaborado sobre las rodillas.
Así, carentes de convicción y sin una postura de cambio profundo en la pirámide del poder, las reformas estructurales se prefirió contar con el apoyo político de cúpulas partidistas que se desacreditaron ante la opinión de los mexicanos al firmar unas reformas estructurales que a tres años de la reforma muestran su verdadero rostro.
Con alzas a los energéticos que supuestamente reducirían sus tarifas y con una pobreza creciente y un grupo de funcionarios públicos cada vez más desacreditados ante los mexicanos, la clase política se desprestigia a sí misma como nunca antes.
Ahora, frente a la imposibilidad de que las reformas estructurales avancen, los secretarios de Estado temen ser removidos en pocas semanas. Debe entenderse que los cambios en un gabinete de gobierno dentro de una estructura de gobierno como la de México se hacen para no remover al Ejecutivo y no para otorgarle mayor eficacia a las tareas de la burocracia.
Las contradicciones de forma y fondo en los sexenios priístas crean una especie de mecanismo de defensa de la clase política que les obliga a hablar lo contrario de lo que piensan y poco piensan lo que dicen. Ahí está ejemplo de la promesa de reducir el precio de los energéticos a causa de las reformas energéticas aprobadas por los partidos políticos y propuesta por el ejecutivo.
También se dice que no habrá cambios en el gabinete. El desprestigio de quienes están al frente del gobierno no resiste más tiempo con las mismas caras y los resultados nulos.
Así, deberá pensarse en enroques, donde se descubrirá en realidad a los verdaderos presidenciables y no con los que han jugado todo el tiempo.
Porque pocas cosas tienen claras pero algo en lo que coinciden dentro y fuera del país es que el gobierno está herido de muerte, y entonces habrá que salvar el Estado, para de ahí partir a subsanar un gobierno desahuciado que se ha prohijado a lo largo de casi cuatro años.