Explica el historiador Ríos Saloma

Cómo se forja el sentido de pertenencia a una nacionalidad

Cómo se forja el sentido de pertenencia a una nacionalidad
Cultura
Junio 02, 2017 21:22 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

(Primera de dos partes)
¿Por qué en México nunca se conmemora la conquista de Tenochtitlan? Esta provocadora pregunta la hizo Martín Ríos Saloma, doctor en Sociedad, Poder y Cultura en la Edad Media Hispánica y Europea, por la Universidad Complutense de Madrid, España, a los asistentes al ciclo de conferencias ‘La reconciliación con nuestra historia’ convocado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM) de la Fundación Carlos Slim.
Y la respuesta es que este hecho importantísimo para la historia nacional no está en las efemérides que conmemoramos, por la sencilla razón de que existe un proceso de construcción de la identidad nacional en el cual, durante el siglo XIX, y sobre todo en el XX, se seleccionaron unos hechos sobre otros, explicó.
El título que propuso para su conferencia, dijo el doctor Ríos Saloma, es un poco engañoso, casi tramposo: ’España y México a la luz de las nuevas investigaciones sobre la Conquista’, porque España y México no existían a finales del siglo XV, principios del siglo XVI, pero le sirvieron como claves para su charla.
Porque asumir que México y España existían en el siglo XV, tal y como las conocemos hoy, es negar la realidad histórica y por lo tanto rechazar la posibilidad de comprender los complejos procesos que tuvieron lugar a partir de entonces, cuya consecuencia fundamental fue la constitución de una monarquía hispana planetaria, que abarcó prácticamente todos los continentes de la tierra y que impactó sobre la vida de millones de personas a ambos lados del Atlántico y a ambos lados del Pacífico también.
De suerte que, a dos años de que se cumplan 500 del inicio de la conquista del actual territorio mexicano, desde distintas entidades académicas se están impulsando diálogos y conversaciones para revisar un proceso complejo, delicado, pero que debe reexaminarse desde una perspectiva estrictamente científica, apuntó el historiador.
La Nación como una comunidad imaginada
A lo largo de prácticamente 200 años, políticos, sociólogos e historiadores han debatido a propósito del concepto de Nación, a partir de que en el siglo XIX un político francés, pensador muy importante, Ernest Renan, elaboró un discurso que tituló ’Qué es una Nación’.
El historiador anglosajón Benedict Anderson definió a la Nación como una comunidad imaginada, en una obra que data de mediados de la década del 90, dijo el conferenciante. Y consideró que es una de las definiciones más significativas, por cuanto plantea que a lo largo del siglo XIX, a partir del sustrato histórico existente, las naciones tanto en Europa como en América fueron construyendo una serie de referentes culturales comunes que permitían a todos los individuos que habitaban en un territorio reconocerse como miembros de esa comunidad, valores que se materializaron por lo general en lo que llamamos hoy los símbolos nacionales, es decir, una serie de elementos que permiten a cada individuo identificarse con esa nacionalidad.
En el siglo XXI -continuó el especialista- estamos en la posibilidad de analizar el proceso de construcción de ese imaginario, así como los discursos e imágenes que dieron forma a la realidad en el siglo XIX y que también dieron forma al pasado en aras del presente desde el cual se escribía, es decir, el propio siglo XIX.
Por tanto, en ese papel de construcción de la Nación, el discurso histórico tuvo un papel fundamental porque fue un vehículo primordial para la legitimación de los grupos políticos que accedieron al poder tras la Revolución Francesa, pero también para rastrear en el pasado los elementos que diferenciaban a una comunidad política de otra.
Esta situación fue sustantiva, porque en el caso europeo todos los pueblos de la Europa mediterránea compartían un pasado común romano y, por lo tanto, la identidad nacional se construyó a partir de la diferencia que generó la Edad Media; en el caso de América latina, todos compartían un pasado hispano de 300 años, que no es poco y por ello fue indispensable construir esos elementos que diferenciaran a unos de otros, apuntó el doctor Ríos Saloma, quien pertenece al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Si bien el término Natio existe desde la antigüedad y se transmitió posteriormente a la Edad Media, sería sólo en el siglo XVIII cuando, gracias a los elementos de reflexión aportados por la Ilustración, la idea de Nación se conjugó con la idea de Patria, esto es, el solar sobre el cual habitaba un grupo étnico y en particular que se había apropiado de ese territorio a través de la historia, de tal suerte que Nación y Patria se habían vinculado.
Ya en el siglo XIX la invención de la ciudadanía sería fundamental porque aparecería el Estado-Nación, o sea una entidad geopolítica con un territorio perfectamente delimitado en el que habitaba una población que compartía un origen étnico, una lengua, una historia y unos valores culturales; todo ello se materializaba según los filósofos como Johann Gottfried Herder, en el ‘espíritu del pueblo’, y de acuerdo con los políticos, en algo tan importante como la ciudadanía, esa caracterización que otorgaba derechos y privilegios a los miembros de la comunidad, de manera que quienes no eran ciudadanos no podían participar de esa vida pública.
Por lo tanto, podríamos definir a la Nación como un conjunto de ciudadanos que habita sobre un territorio y comparte una lengua, un origen étnico, una historia común, unas tradiciones y unos valores particulares, pero esta idea de Nación, de Estado-Nación, es producto del siglo XIX, refirió el doctor Ríos Saloma.
Historiografía marcada por un proceso de selección
La historiografía es la rama de la Historia que analiza la producción de discursos históricos a lo largo del tiempo y se pregunta, en última instancia, cómo se escribe la historia; se pregunta por los autores y sus obras, por las formas discursivas, por los marcos teóricos y metodológicos que emplean los historiadores para escribir; es un trabajo intelectual marcado por un proceso de selección a través del cual se construyen las imágenes sobre el pasado, expuso el ponente.
’Los historiadores no podemos contar todo lo que aconteció, tenemos forzosamente que seleccionar, porque debemos explicar los procesos históricos, pero en el siglo XIX ese proceso de selección estaba subordinado a la construcción de un proyecto nacional, es decir, a la construcción de esas imágenes sobre el pasado, de manera que la historia del siglo XIX transformó, alteró los hechos históricos, para adaptarlos a las realidades que se querían entonces.
Y una de las primeras alteraciones consistió en señalar que una nación había existido desde el origen de los tiempos, es decir, que España se había formado inmediatamente después de la creación del mundo y México en consecuencia también, lo que es absolutamente falso.
Hacia la década de 1980, el historiador Erick Hobsbawm -quien hizo grandes contribuciones a la ciencia histórica- escribió el libro ’La invención de la tradición’, en el cual aseveró que la escritura de la historia, es decir, el relato historiográfico, estaba dominada por prácticas de naturaleza simbólica que buscaban inculcar determinados valores o normas de comportamiento. Por ello, la historia contiene, no la memoria colectiva, sino los acontecimientos que han querido ser recordados por quienes tienen la misión de hacerlo: los historiadores, los políticos y los maestros. Estos últimos tienen la misión de enseñar a los niños esos hechos que hay que recordar, esos momentos que fueron marcando la historia.
El propio Hobsbawm sustentó que el discurso histórico tiene, en consecuencia, tres funciones fundamentales: crear lazos de cohesión social y pertenencia; legitimar instituciones y estatus; e inculcar creencias y sistemas de valores. Por lo tanto, la historia contiene una función socializadora y legitimadora en tanto se convierte en la base social del grupo y permite crear identidades colectivas, esto es, permite construir esa comunidad imaginada que hace a los individuos sentirse miembros de esa comunidad, en este caso llamada México y que encuentra en el himno, la bandera y el escudo sus referentes más inmediatos.
(Concluirá)

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