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Política
Noviembre 07, 2016 19:37 hrs.
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José García Sánchez › diarioalmomento.com

Horas antes de que Peña Nieto pronunciara un discurso en Colombia donde reconocía que la delincuencia organizada ganaba terrero al gobierno, el comisionado de Seguridad Pública afirmaban lo contrario.
Pareciera que se trataba de diferentes países, de realidades no sólo diferentes sino opuestas.
Los viajes al sur del continente por parte delos funcionarios públicos mexicanos se centran en la seguridad cuando en realidad deben tener desde hace años, la intención de diversificar mercados.
Para los funcionarios públicos, y la alta burocracia de México, el mercado más atractivo es el del norte, es decir, Estados Unidos, en primer lugar, y Canadá, en segundo.
Lo demás no existe, menos aún el sur del continente. Así, la temática sobre una acción de gobierno tiene diversas interpretaciones según la visión de los funcionarios públicos que tengan un micrófono frente a ellos.
El desconocimiento del trabajo que realzan, su poco interés en su responsabilidad social la falta de vocación política, la carencia de sensibilidad y la desvergüenza están reflejados en esas declaraciones radicalmente diferentes.
Como si se tratara de un equipo de trabajo que padece esquizofrenia. Ahora es el caso del secretario de Economía, involucrado, junto con Rodrigo Medina, en crear las condiciones necesarias para engañar a los inversionistas extranjeras, con el ejemplo de Kia todavía en la memoria de los capitalistas coreanos.
Así, el propio secretario de Economía Ildefonso Guajardo, anunció que los consumidores mexicanos deberán acostumbrarse a que el precio de los combustibles y la energía eléctrica se muevan a la baja y a la alza según las cotizaciones en el mercado internacional.
A principios de sexenio el propio Presidente de la República, jefe de Guajardo, había asegurado a través de una serie de spots televisivos que costaron millones de pesos al erario, que las gasolinas y las tarifas eléctricas bajarían de precio gracias a la reforma energética, cuyos efectos serían precisamente que hubiera una mayor equidad en la sociedad mexicana, porque, aseguraban aquellos spots, que el gobierno pensaba en las familias más necesitadas.
Ahora, Ildefonso Guajardo, dijo todo lo contrario. Lo había avisado el secretario de Energía, el ex gobernador de Quintana Pedro Joaquín Coldwell, que los mexicanos deberíamos acostumbrarnos a que habría subidas y bajadas. Para ese entonces todavía estaba en la memoria de los mexicanos que las ventajas anunciadas de las reformas estructurales, principalmente la energética, arrojaría precios bajos en los combustibles y la energía eléctrica.
Ahora se dice lo contrario y a pesar de ello siguen considerando que la reforma energética y el resto de las reformas estructurales podrían seguir siendo vigentes luego de que mostraron su inoperancia.
Pero lo más grave es que a principios de sexenio del propio Presidente de la República que consideró que estar educación de precios estaría en concordancia con el mercado de los energéticos por severa que fuera la crisis, o bien no tomó en cuenta al resto del mundo, porque ajora la principal razón del aumento de los energéticos es, según el autodenominado presidenciable, Ildefonso Guajardo, señala que es fundamental que una economía funcione en relación con indicadores de mercado.
Pero para que entendieran bien los iletrados en las artes del engaño afirmó que en 2012, cuando inició el actual sexenio, el país tuvo 70 alertas críticas por falta de abasto de gas en la zona centro y occidente del país, que obligó a varias empresas a parar sus operaciones. Aseguró que esa circunstancia se presentó porque no había planeación de gasoductos para impulsar el desarrollo.
Es decir, que no hubo personal calificado para advertir sobre pronósticos de producción y mercado, tanto en cuanto la energía eléctrica como en las gasolinas, el gas y el diesel.
Para personajes como Guajardo aumentar las gasolinas y el diesel no son medidas antipopulares, ocurrencias de su visión simplista que raya en la estulticia. Los pobres, es decir el populacho, no tiene automóvil, entonces el precio de la gasolina no les afecta. Por otra parte, si se incrementan las tarifas de luz sólo a los que gasten mucha, es decir, empresarios, industriales, comerciantes etc. a los del pueblo que tienen una casa del Infonavit con cinco bombillas no les duele tal aumento.
En México los empresarios no están acostumbrados a absorber este tipo de incrementos, de inmediato repercuten en el precio final; se trata de una ley no escrita que todos la conocen, incluyendo al propio Guajardo. De esta manera la esquizofrenia del gobierno federal, su simplismo al imponer alzas y su desprecio por la opinión de la población parecería convertirse en la nueva arma de una política que, a pesar de todo intenta ganar elecciones.

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