Un lugar único en la historia

Destaca el historiador Enrique Florescano, la grandeza de Quetzalcóatl

Destaca el historiador Enrique Florescano, la grandeza de Quetzalcóatl
Cultura
Diciembre 06, 2016 23:48 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

(Primera de dos partes)
’Quetzalcóatl ocupa un lugar único en la historia y en la imaginería mexicana; su figura se descompone en múltiples imágenes, recorre épocas distintas y en cada una brilla con luz singular’. Esta situación lo convirtió en un mito imposible de reducir a una sola explicación, pues su figura adquirió la libertad suprema de ser una personalidad distinta, mudable y polisémica, aseguró el doctor en Historia por la universidad Sorbona de París, Enrique Florescano.
Al participar en el ciclo de conferencias ‘Nuevas interpretaciones de la historia nacional’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM), con el tema ‘Quetzalcóatl, un mito de mitos’, el investigador reveló que en la iconografía popular, aun cuando la virgen de Guadalupe mantiene el primer lugar como la imagen más reproducida y venerada, Quetzalcóatl se imbricó con la representación de santos, profetas, héroes, videntes y ancestros de todo género.
Las cosmogonías más antiguas sitúan la aparición de Quetzalcóatl en la primera era del mundo como uno de sus creadores, fue el encargado de instaurar un orden fundamental: separó el cielo de la tierra y él mismo se convirtió en uno de los árboles que sostenían la bóveda celeste, explicó Florescano, también profesor invitado en universidades de Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda y otros países.
Para la tradición mesoamericana, es el primer padre, el ordenador del cosmos y el dios del maíz, que creó los alimentos de los seres humanos y produjo así la vida civilizada, dijo Florescano, e indicó que varios textos y pinturas describen el viaje de Quetzalcóatl a la montaña donde se guardaban los alimentos fundamentales y, armado de un hacha en forma de relámpago, la golpeó; de la abertura que hizo, brotaron el maíz y los bienes que desde entonces alimentan a los seres humanos.
Aunque la figura más antigua del dios del maíz que se conoce es olmeca, fueron los testimonios mayas los que narraron la saga del dios del maíz, vinculada con el ciclo vegetal de la planta. Contó Florescano que, según el libro sagrado de los mayas, Quetzalcóatl fue la primera semilla que se introdujo en el seno de la tierra, pero como los dioses creadores no advirtieron a los señores del inframundo de esa intromisión en sus dominios, estos retuvieron la semilla y se negaron a que fructificara en la superficie terrestre.
A fin de vencer esa resistencia, relata el Popol Vuh, los dioses celestes mandaron al inframundo a dos seres dotados de poderes sobrenaturales: los gemelos divinos. De acuerdo con los mitos y la cerámica polícroma, los gemelos descendieron al interior de la tierra, enfrentaron a los señores de Xibalbá, les dieron muerte e hicieron retornar al dios del maíz a la superficie terrestre. De esta manera pudo nacer el dios del maíz.
En la interpretación de Florescano, simbólicamente los gemelos son un ejemplo de los cultivadores, de los campesinos que se esfuerzan porque la semilla del maíz fructifique y renazca en los campos de cultivo.
Florescano, quien tiene la maestría en Historia por el Colegio de México, explicó que el mito más antiguo de Quetzalcóatl es una cosmogonía agrícola, un canto a los poderes reproductores del cielo y de la tierra, una apología de la agricultura como sustento de la vida civilizada.
Quetzalcóatl, mito plural en las culturas mesoamericanas
En Teotihuacán, la ciudad más grandiosa y populosa de Mesoamérica, se edificó la llamada pirámide de la serpiente emplumada, que conforme a la apreciación de Florescano era el palacio real del gobernante que probablemente se llamó Serpiente Emplumada, la cual estaba cubierta en todos sus cuerpos por esta figura.
Durante el esplendor de Teotihuacán, la serpiente emplumada fue uno de los principales símbolos del poder real, pues aparecía apoyada en la estera, emblema del poder por excelencia en toda Mesoamérica, así como una deidad de la vegetación y la fertilidad.
Mientras en la tradición del golfo de México, Quetzalcóatl -en náhuatl serpiente emplumada- asumió otra apariencia, se le representó como Ehécatl, dios del viento, la potencia que barre los cuatro rumbos del cosmos para que corran los aires que provocan la llegada de la lluvia; su aparición ordenó el cosmos, el espacio terrestre y el tiempo, sus templos eran redondos y por ellos viajaban los diferentes vientos.
Relató Florescano que en Cholula sus seguidores edificaron un templo y la fiesta que lo conmemoraba atraía a muchos peregrinos de las regiones más apartadas de Mesoamérica; en esta ciudad la deidad agrícola se convirtió en dios de los comerciantes y se llamó Ehécatl o Ehécatl-Quetzalcóatl.
A su vez, en los códices y relatos mixtecos Quetzalcóatl aparece bajo la advocación de Ehécatl, el soplo vital que le infundió movimiento al cosmos, el cual brotó de un pedernal y una de sus primeras tareas fue separar el cielo y las aguas de la tierra; su advenimiento se asoció con el surgimiento de la tierra mixteca y de los primeros linajes en la región de Apoala, asimismo con el descubrimiento de las plantas útiles y la celebración de ceremonias dedicadas a reverenciar tanto a los dioses como a los astros.
Se trata de un héroe cultural de naturaleza divina, un dispensador de los bienes fundamentales y un ancestro tutelar del pueblo mixteco, comentó Florescano, quien es profesor de la Cátedra Simón Bolívar de la universidad de Cambridge, Inglaterra.
Ya en el periodo postclásico, en el norte de Mesoamérica se fundó un estado poderoso poblado por gente nómada y guerrera, así como por antiguos habitantes del altiplano central, este reino tuvo por capital a Tula o Tolán, expuso Florescano, y agregó que los relatos toltecas le atribuyeron a Quetzalcóatl la creación del legado cultural que fundó la vida civilizada, la invención de la agricultura, el calendario, la escritura, la astronomía, la astrología, la medicina y los oficios útiles, con este mito se legitimó el asentamiento de los guerreros norteños en las tierras de los antiguos agricultores, con lo cual transformó sus creaciones culturales en el legado tolteca. A partir de entonces, el personaje apareció rodeado por la figura de la serpiente emplumada.
De acuerdo con los relatos históricos, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl fue el fundador y rey de Tula, su biografía legendaria señala que llevó el mismo nombre que el dios y el sacerdote e hizo grandes hazañas guerreras, gobernó Tula durante su máximo esplendor, pero luego perdió el trono y por último abandonó su reino huyendo con una parte de sus fieles hacia el oriente, región donde se convirtió en Venus, la estrella que anuncia el alba.
La literatura más extensa sobre Topiltzin Quetzalcóatl se refiere a su gobierno en Tula, metrópoli donde abundaban las riquezas y consumían los bienes de civilización; el gobernante de este reino fue abatido por los poderes malignos del dios Tezcatlipoca, quien lo engañó haciéndole tomar un brebaje que lo emborrachó, entonces perdió todos sus poderes y su dignidad, por eso huyó.
Precisó el doctor Florescano que algunos textos indican que, al llegar a un lugar de la costa del Golfo de México, Quetzalcóatl se incendió y más tarde renació convertido en estrella matutina o señor del alba; otros, añadió, cuentan que al salir de Tula inició una dilatada peregrinación por las regiones de Puebla, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Yucatán, para después internarse hacia el sur a las tierras de Guatemala, Honduras y otras regiones. En cada uno de esos lugares dejó una huella muy fuerte de su presencia.
(Concluirá)

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