Opinión

El clero de hace casi dos siglos a la luz del presente



El  clero  de hace casi dos siglos a la luz del presente
Periodismo
Octubre 09, 2016 08:46 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com



Al largo de los tiempos, su presencia ha servido para detener la marcha del país al promover y aliarse con las causas que buscan retrasar el reloj de la historia. Durante trescientos años, se beneficiaron de fomentar la ignorancia y la superchería. Al llegar la independencia, entronizaron al criollo que un día se sintió noble. Posteriormente, cuando se daban los pasos primeros para romper sus fueros, se aliaron con el quince uñas. Cuando este les exigió una mayor aportación, le armaron una revuelta con dinero proveniente del otro lado del Bravo y acabamos con medio país menos. En el momento en que les rompieron el monopolio, junto con sus lacayos fueron a buscar al barbirrubio emperador de opereta y retrasaron la creación de la nación que definitivamente triunfó. Durante la presidencia extendida convivieron en sana cercanía que les permitió recuperar la fortuna. Al soplar vientos nuevos, se aprovecharon de un ensayo democrático y creyeron que podían ir por todo. Como no se los permitieron, optaron por aliarse con un enviado extranjero y un chacal para acabar bañando al país en sangre. Una vez aplacada la confrontación, al momento en que daba inicio la construcción del estado mexicano moderno, nuevamente procedieron a inflamar conciencias y arrastrarlos a la confrontación inútil. Finalmente, se impuso la fuerza de la razón y los apaciguaron regresándolos a sus entornos. Así, hasta que en plena vorágine ’modernizadora,’ les volvieron a abrir la puerta para inmiscuirse en todo. Hoy, los vemos activos como nunca. Ello nos hizo ir a un libro titulado ’El Clero, la Educación y la Libertad,’ en el cual se compilan escritos diversos de un miembro de la curia. Él sí, un hombre de pensamiento brillante y creyente de que los pueblos se construyen hacia adelante y no retrasando el reloj de la historia. Nos referimos al sacerdote, doctor en teología y padre del liberalismo mexicano, el guanajuatense José María Luis Mora Lamadrid.
Como todas las mentes lucidas que conocen al monstruo desde las entrañas, el doctor Mora fue capaz de describir lo que era la institución y sus miembros. En el apartado, ’Abolición de los privilegios del clero y la milicia,’ describe el actuar de los miembros del clero hace cerca de dos siglos. Si lo que a continuación leerá, lector amable, le parece sacado del diario publicado el día de ayer o la semana anterior, como dirían los clásicos, ’es pura coincidencia,’ pues los textos datan de 1837.
Tras de analizar y comentar sobre los fueros, el doctor Mora llega a la definición de lo que los integrantes de la institución religiosa eran al señalar que ’el clero es en su mayor parte compuesto de hombres que solo se hallan materialmente en la sociedad y en coexistencia accidental con el resto de los ciudadanos. Por su educación solo pueden tener para él importancia los intereses del cielo, que hace consistir no precisamente en la creencia religiosa y en el ejercicio de las virtudes evangélicas, sino en la supremacía e independencia de su cuerpo, en la posesión de los bienes que se les han dado, en la resistencia a someter las acciones civiles y las causas criminales de sus miembros al poder judicial, a sus leyes, a sus autoridades, gubernativas y judiciales; por su fuero no reconoce más autoridad que la de su clase…’ Y como prueba de que en nada han cambiado, en nuestros días, hay por ahí ejemplos múltiples de como al momento en que alguno (s) de sus miembros cometen actos de lesa humanidad, acaban protegidos por sus superiores o bien prefieren llegar a acuerdos económicos extrajudiciales, muestras de ello abundan y todos los conocemos. Pero retornemos al pretérito que al parecer no carece de actualidad.
En ese pasado, el clérigo de Chamacuero (hoy Comonfort), continuaba definiendo las ’virtudes’ de aquellos sus colegas que en nada se le parecían. Así, establecía como ’el clero siente una repugnancia invencible por la tolerancia de cultos, la libertad de pensamiento, y de la prensa, porque estos principios y las instituciones que de ellos emanan son tales que destruyen o debilitan su imperio sobre las conciencias; detesta la igualdad legal, que hace desaparecer los fueros y jerarquías, y acaba con el poder y consideración de estos y aquellas proporcionan a su clase; resiste el arreglo del estado civil de los ciudadanos, que le quita la influencia sobre los principales actos de vida y sobre la suerte de las familias, nacimientos y entierros.’ No olvidemos que tras del rechazo a Las Leyes de Reforma lo que había era una protesta porque les quitaban el negocio pingüe que les significaba controlar, en monopolio, los registros de nacimiento y defunción, así como la administración de los cementerios. Y en la lucha por recuperar esas canonjías no han parado desde entonces, aun cuando debemos de reconocerles que han sofisticado sus métodos pero en esencia no cambian como lo veremos a continuación.
Todos sabemos de la lucha que, a lo largo de la historia, ha prevalecido respecto a quien debe de impartir la educación. Al respecto, el padre del liberalismo mexicano escribía: ’Las tendencias del clero son perniciosas a la educación pública e impiden su difusión y mejoras, porque las masas mejor educadas tienden visiblemente a emanciparse del dominio sacerdotal en que han estado por tres siglos, [recordemos que el texto es de 1837] y esta emancipación disminuye el poder que sobre ellas ha ejercido y aun no acaba de perderse. Se quiere que la educación nacional sea la propiedad exclusiva de los ministros de culto y que esté toda basada sobre reglas monásticas en trajes, usos y habitudes; se quiere que las materias de enseñanza sean las de los claustros, disputas teológicas y escolásticas que han pasado de moda hace medio siglo…’ Si, alguien podrá decirnos que eso ya no sucede en nuestros días, pero la respuesta nuestra seria que en el fondo nada ha cambiado sino solamente el envoltorio en que ahora se presenta.
Retomando el texto de Mora Lamadrid, encontramos que en su opinión, ’la educación entorpecida en su marcha, mutilada en sus ramos y restringida en su extensión por los temores y resistencias sacerdotales, lo es todavía más en los medios de saber que obstruyen y paralizan los mismos. La introducción de los libros y su circulación sufren una persecución sorda, pero constante y eficaz, que hace disminuir el número de lectores y compradores…Los obispos hacen otro tanto para sus prohibiciones, pues ni las limitan, como debía de ser, a solo los libros que atacan los dogmas y la moral de la creencia católica, ni se contentan con expedir edictos, sino que se propasan algunas veces a recoger los libros por si mismos…’ Con certeza algún lector amable podrá espetar que este escribidor escogió un ejemplo inadecuado. Sin embargo, recordamos como en los años setenta, cuando acudíamos a la escuelita parroquial que decía ser aconfesional y apolítica, en la cual aprendimos economía, existían libros prohibidos de leerse y/o poseer y hay de aquel que fuera pillado. A la par, no perdían oportunidad para, en sus eventos, hacer gala de su inclinación hacia el catolicismo. Si, ya sabemos que nos dirán eso fue hace mucho tiempo. Sin embargo, hace poco más de dos meses, asistíamos a una reunión familiar y de pronto un sobrino nieto de diez años de edad sobrado de inquietud por el conocimiento, pero instruido en una escuela confesional, soltó una pregunta a su abuela: ’¿Por qué si Dios creó al hombre para poblar la tierra, cuando los dinosaurios existían, no había seres humanos?’ Como nos enseñaron que en casa ajena no damos opiniones que no nos solicitan, optamos por el silencio, mientras la respuesta venia de quien era el objeto de la misma. Ello, la pregunta, nos demostró que en eso de explicar el desarrollo de la humanidad, la clerecía continúa en las mismas y las lecturas siguen siendo restringidas a todos los niveles.
Lo anterior, nos lleva a retomar el texto del eclesiástico liberal quien escribía: ’El clero es una corporación coetánea a la fundación de la colonia y profundamente arraigada a ella: todos los ramos de la administración pública y los actos civiles de la vida han estado y están todavía más o menos sometidos a su influencia…Cuanto en México se sabía, o era ensenado por el ministerio del clero o estaba sometido a su censura; la Inquisición, los obispos y los curas ejercían sobre la imprenta, la lectura y la enseñanza el imperio más absoluto; la dirección de las conciencias no se ha limitado a los deberes religiosos, sino que se ha extendido a los sociales, conyugales y domésticos, a los trajes y a las diversiones públicas. Los virreyes, los magistrados, los jueces, los administradores de rentas, en una palabra, todos los hombres de gobierno, han sometido por muchos años el ejercicio de las funciones públicas al dictamen de un confesor, que hoy todavía se hace escuchar e influye de una manera eficaz en los actos de soberanía y en las personas que bajo su tutela los ejercen, actos que los eclesiásticos procuran queden en último análisis reducidos al deber religioso.’ De pronto vino a nuestra mente la imagen de los funcionarios quienes contritos agachaban la testuz para recibir la hostia durante la visita del ciudadano Jorge Mario Bergoglio Sivori, al tiempo que nos preguntábamos ¿Si así se someten en público, qué harán en privado ante los miembros de esa institución? Aunque claro, debemos de abonarle a uno de ellos que últimamente se ha mostrado rebelde y por eso lo han castigado, ¿volverá al redil? Mientras la respuesta llega, revisemos lo que Mora Lamadrid escribía sobre las riquezas terrenales de la curia de entonces.
Al respecto, mencionaba la incertidumbre sobre el monto que alcanzaban. Sin embargo, ’la riqueza del clero mexicano, como todos los ramos eclesiásticos del país, es todavía un arcano para el público; cuantas apreciaciones se han hecho de ella han sido y son necesariamente incompletas.’ No obstante ello, el clérigo no se detenía y apuntaba que los caudales de esta institución y sus miembros alcanzaba ’más de ciento setenta y nueve millones de pesos de capitales y siete y medio millones de renta para un clero que no llega a tres mil personas, y del cual los nueve decimos no perciben sino de ciento cincuenta a trescientos pesos anuales, suponen en una parte del clero el imperio y el dominio, y en la otra la obediencia y la sumisión.’ Aquí nos preguntamos: ¿Cómo estará ahora la distribución de riquezas, prevalecerá esa inequidad o ya se volvieron compartidos? Lo que no creemos que haya variado es su estructura de autoridad,
En aquellos tiempos, ’ese estado de cosas forma del sacerdocio mexicano un cuerpo compacto que se robustece por el fuero y por la absoluta dependencia y subordinación graduada que existe desde el ultimo acolito hasta el arzobispo metropolitano. Este cuerpo tiene sus leyes, gobierno y magistrados independientes de la autoridad temporal, y que lo rigen no solo en el orden religioso, sino también en el civil; así, pues, su organización lo constituye un poder público, cabal, completo, distinto de la sociedad en que se halla implantado e independiente de ella por consecuencia forzosa.’ Y lo que viene a continuación es algo que pareciera ser escrito antier. ’Cuanto en las leyes se dice s de sumisión del clero a la autoridad pública es vano e ilusorio, porque los cuerpos no se pueden someter, y la acción de los magistrados solo es eficaz respecto a los particulares, únicos capaces de sufrir el apremio y el castigo. ¿De qué sirve, pues, que las leyes proclamen una sumisión que ellas mismas hacen imposible, renunciando a los medios de realizarla? De nada, sino de crearse obstáculos con que luchar perpetuamente, como sucede y sucederá con el clero.’
Ya para concluir, José María Luis Mora Lamadrid apuntó algo que debería ser norma en la relación estado iglesia. ’El principio y regla de conducta que se propusieron los hombres públicos de aquella época en orden al clero fue reducido a su simple misión espiritual, dejando en ella absolutamente libre, pero sustrayéndole al mismo tiempo todo el poder civil de que gozaba por concesiones sociales. El poder eclesiástico, reducido a los fines de su institución, obrando en la órbita puramente espiritual y por medios del mismo orden, es un elemento benéfico necesario a la naturaleza humana y de la cual no se puede pasar a la sociedad; las creencias religiosas y los principios de conciencia son la propiedad más sagrada del hombre considerado como individuo, y la autoridad pública no puede, no debe prescribirlos ni atacarlos mientras no tomen otro carácter. Pero si el principio religioso se convierte en un poder político y, saliendo de las vías de la convicción que le son propias, pretende ejercer sobre los ciudadanos una fuerza coercitiva, tener rentas, imponer contribuciones, gozar de un foro exterior y aplicar penas temporales, su degeneración es completa y en lugar de auxiliar al poder soberano en el orden directivo, se convierte en su rival en la parte administrativa.’
Hoy, de nueva cuenta nos encontramos en las mismas. Presenciamos como la curia lucha a toda costa por olvidarse que lo suyo son asuntos de índole espiritual y no determinar cómo habrá de comportarse una sociedad en donde existen interpretaciones de todo tipo acerca de los asuntos religiosos y formas de vivir. Se puede o no estar de acuerdo con cada uno de ellos, pero todos merecen respeto. No olvidamos que la prevalencia de una sola interpretación de la fe, su maridaje, o la confrontación con el poder civil, lo único que ha traído al país es atraso y enfrentamientos costosos. Sin embargo, para poder imponer esta separación de áreas de influencia requeriríamos, además, contar con miembros de la autoridad gubernamental quienes sean capaces de olvidar sus muy personales y respetables interpretaciones de la fe, mientras actúan con la ley en la mano. Porque recordemos, han trascurrido casi dos siglos y, a la luz del presente, el clero sigue empeñado en que aparte de los asuntos espirituales, también le pertenece ejercer el poder civil. ¿Alguien lo duda? vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Se los dijimos, no era más que un potrillo amansado para la diversión de los chicos.
Añadido (2) ¿Para eso quiere un presupuesto mayor? O ¿Alguien cree que esos conciertos en el Zócalo son sin cargo al erario en una u otra forma? Ahora que si del otro lado le entran al sadomasoquismo y, parafraseando al ex presidente López Portillo, les gusta pagar para que les peguen, pues cada quien sus gustos.
Añadido (3) La campaña presidencial en los EUA ha entrado al drenaje profundo y de ahí nadie sale portando un aroma que semeje al de las rosas.
Añadido (4) Desconocemos porqué los miembros de su partido, se enojan con la ciudadana Vázquez Mota. Es una representante digna de lo que ha sido, y es, el panismo a través de la historia. En público, atacar y en lo oscurito beneficiarse de la relación. ¿Acaso olvidan los tiempos en que los abogados panistas servían, ¿sirven? a los políticos priístas, y a la curia, para que los negocios, entre otras cosas, de estos ’rechinaran de limpios’? Deberían de instituir la medalla Manuel Gómez Morín para premiar a quienes, como ella, son muestra límpida de lo que es el panismo. Claro que la competencia sería muy reñida, candidatos sobrarían.

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