Opinión

El embajador entrometido



El embajador entrometido
Periodismo
Febrero 17, 2017 20:25 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Actualmente, se viven momentos difíciles en nuestra relación con los EUA. Mucho de ello lo atribuimos a un manejo pésimo de nuestra diplomacia. Aun no encontramos la razón por la cual, en pleno inicio de un nuevo gobierno en aquel país, se decidiera que el nuestro no contara con un embajador allá. A ello, debemos de aunar que quien desempeña las funciones de representante diplomático de ellos aquí con nosotros actué simplemente como figura emblemática y según parece, afortunadamente, por lo tanto se restringe en su accionar. Sin embargo, a pesar de lo que digan los ’expertos,’ esta no ha sido la situación peor que hemos vivido a lo largo de la historia en las relaciones entre ambas naciones cuando se dan transiciones gubernamentales en aquel país y quien se desempeña como embajador no pertenece al grupo recién llegado a la Casa Blanca. No siempre los EUA han contado con un enviado diplomático que conoce cuál es su función ante esa situación. Un ejemplo de esto último aconteció por estos días hace un siglo y cuatro años cuando alguien quien sabía que no le quedaba mucho futuro en nuestro país quiso dejar su huella. Sobre esto le comentaremos, lector amable.
Era febrero de 1913, los EUA estaban en pleno proceso de transición presidencial ya que entonces los presidentes entrantes tomaban posesión el 4 de marzo. En esa fecha el Republicano William Howard Taft entregaría el mando al Demócrata Thomas Woodrow Wilson quien obtuvo el triunfo en las elecciones de noviembre del año anterior. A la par, en nuestro país, Francisco Ygnacio Madero González trataba de consolidar su mandato presidencial producto de una transición pacífica pactada y un triunfo indiscutible en las urnas. Sin embargo, aquí las apetencias de poder eran amplias y muy variadas, algo de cual tomaría ventaja un personaje quien se sentía lastimado por haber sido dejado al margen de las negociaciones efectuadas en marzo de 1911 en New York. Era el embajador estadounidense, el peor en toda la historia, Henry Lane Wilson.
No obstante que su triunfo electoral, en noviembre de 1911, fue nítido, la presidencia de Madero González habría de enfrentar resistencias serias de grupos diversos. Nunca fue el favorito de la prensa, la curia se montó en la apertura democrática y quería le regresaran todo el poder. Asimismo, entre otros, pululaban los redentores falsos como el antiguo caballerango de Nachito de la Torre, Emiliano Zapata quien en el Plan de Ayala llamaba a derrocar a Madero, Benjamín Argumedo, ese que como monigote glorificó hace unos años el gobierno del devoto mangas largas, y los Pascuales, padre e hijo, Orozco en cuyo código genético traían impresa la traición. Aunado a todo ello, tanto la burocracia como los miembros de la milicia eran rescoldos del porfirismo. Y fue precisamente entre estos últimos entre quienes Lane Wilson encontraría los secuaces quienes le ayudarían a materializar su venganza.
Tras de dos meses fuera de México, Lane Wilson regresaría y, el 4 de febrero de 1913, reportaba a sus superiores que ’el gobierno de Madero luce impotente para encontrar un remedio u ofrecer una solución a los problemas que cada vez son más. Además, su gabinete está dividido…’ Cinco días más tarde, tras del ataque de los militares en contra de Palacio Nacional al grito de ¡Viva Díaz, Muera Madero!, el embajador estadounidense informaba haber recibido a un emisario de Félix Díaz, el sobrino de su tío, quien le solicitaba que requiriera a Madero su renuncia para evitar un baño de sangre. Adoptando poses de dignidad, Lane Wilson se resistió, al tiempo que clamaba que no poseía facultades para ello y en todo caso sería necesario que todo el cuerpo diplomático acreditado en México le otorgara tal facultad. Tras de hablar con ellos, le fue conferida la misión de solicitar al ministro de relaciones exteriores, Pedro Lascuráin Paredes, protección para todos. Dado que le dijeron se haría lo que fuera posible, procedió a buscar a Díaz para comunicarle que lo hacían responsable de su seguridad. Eso le permitió, a Lane Wilson, tratar de vender a su gobierno que el pueblo en masa apoyaba a Díaz. Siguiendo con su trama, como la revuelta continuaba, el estadounidense fue a demandarle al Presidente Madero González que protegiera a los ciudadanos estadounidenses y a los diplomáticos. El mandatario mexicano culpó a Díaz del desorden y comentó que eso acabaría pronto. Sin embargo, Lane Wilson no quedó conforme y se fue a ver a Díaz quien lo recibió con toda pompa, al tiempo que le aseguraba que pronto estaría en control absoluto de la situación. Ya para el 14 de febrero, las traiciones a Madero estaban en pleno hervor y Lascuráin fue a visitar a Lane Wilson para ’confesarle’ que en su opinión, Madero debería de renunciar. Cuando se anunció que el edificio de la embajada estadounidense quedaba en la línea de fuego, Lascurain solícitamente ofreció que se movieran a una casa en Tacubaya en donde el proveería de todo lo necesario, sirvientes incluidos, oferta que fue declinada, pero anotada para pronto pago. Para entonces, los navíos estadounidenses ya estaban camino a costas mexicanas. Eso provocó que el encargado mexicano de negocios en Washington, Arturo De La Cueva reclamara al secretario de estado, Philander Chase Knox, la intervención de Lane Wilson demandando la renuncia de Madero, al tiempo que requería se evitase la irrupción de marines en México.
Si bien no hubo desembarque, el embajador estadounidense ya tenía lista la ofensiva con el aval de sus pares de Gran Bretaña, Alemania y España para materializar lo que De La Cueva presentaba como queja. Y se fue a Palacio en donde el Presidente Madero no le reconoció ninguna autoridad para requerirle se fuera y tras decirle que eso era una ’tontería,’ lo dejó hablando solo. Sin embargo, ahí estaba ya una parvada de buitres, perdón senadores, quienes en número de 30 argüían haber votado para que el presidente dejara su cargo. Tras de una segunda entrevista con Madero, se acordó un cese momentáneo al fuego, al tiempo que el Presidente de México enviaba un comunicado al Presidente Taft reclamando la intervención de su embajador. Como respuesta el mandatario estadounidense aseguró que él nunca había instruido a su subordinado para actuar en tal sentido. Esto, por supuesto, no impedía que los planes de Lane Wilson continuaran su marcha.
El 17 de febrero, la traición ya estaba cuajada. Huerta le informaba a su titiritero que el plan estaba listo para despojar del cargo al Presidente Madero. Al día siguiente, Aureliano Blanquet en acatamiento a las órdenes de Huerta fue y apresó al presidente, algo de lo cual el felón jalisciense informó inmediatamente a Lane Wilson quien procedió a llamarlo a la embajada junto con el sobrino de su tío, Díaz. Ambos recibieron las indicaciones pertinentes y procedieron a cumplirlas. Para entonces la prensa estadounidense mostraba su desaprobación al hecho. Algunas notas destacaban la fama de cruel de Huerta, al tiempo que lo llamaban otro Porfirio Díaz, pero sin el cerebro de este. La nota premonitoria de lo que sucedería era publicada el 20 de febrero de 1913 en el Washington Post: ’Madero facing death or exile’ (Madero enfrenta la muerte o el exilio). Ya para entonces habían pasado los 45 minutos de Lascuráin como ’presidente’ y Huerta estaba en comando. Y al enviado estadounidense le urgía obtener la aprobación de su gobierno para reconocer a su criatura.
Por ello, envío un telegrama en tal sentido, mismo que no fue contestado con la prontitud que él esperaba. Así, el 21 de febrero le informaba al secretario de estado que ya había reunido a los miembros del cuerpo diplomático y que todos estaban de acuerdo en reconocer a Huerta. Como respuesta, el secretario Knox indicó que en principio estarían dispuestos a proceder en tal sentido, pero antes era necesario tener respuesta a varios asuntos pendientes. Wilson fue corriendo a plantárselo al ministro de relaciones exteriores de Huerta, Francisco León De La Barra quien le respondió que el 24 de febrero lo recibirían y le tendrían una respuesta. Sin embargo, eso era en el mundo idílico de los conspiradores-traidores del centro. En el norte de México, la oposición a Huerta, liderada por Venustiano Carranza Garza, crecía. Ello provocaba un reporte en el Post en el cual se indicaba que ocho estados planteaban separarse de México y constituir una república nueva. Ante la presión, Huerta y su cofradía decidieron actuar y enviaron a León De La Barra anunciarle a Lane Wilson que trasladarían al Presidente Madero González y el Vicepresidente Pino Suarez de Palacio a la penitenciaria. Sin embargo, como todos lo sabemos, en ese trayecto fueron ejecutados la noche del 22 de febrero. Las versiones oficiales variaban, primero se dijo que habían tratado de escapar, después que fueron víctimas de fuego cruzado. Sin embargo, nadie creyó eso. Inclusive los miembros del cuerpo diplomático tan preocupados por deponer a Madero cuestionaban la veracidad de dicha afirmación. La abrumadora mayoría de los diarios estadounidenses calificaron el crimen como un acto inmoral. Sin embargo, el padre de la criatura tenía algo distinto que decir.
El 26 de febrero, Lane Wilson reportaba al Presidente Taft y al secretario Knox que durante todo el tiempo que el Presidente Madero estuvo en el cargo mostró una actitud antiestadounidense, al tiempo que su gobierno durante los últimos seis meses estuvo caracterizado por un nepotismo que superaba por mucho al prevaleciente durante el gobierno del general Díaz. El nuevo gobierno es consecuencia de un movimiento armado durante el cual se suscitaron algunos eventos deplorables. Sin embargo, las nuevas autoridades habían asumido el cargo cumpliendo con todos los requisitos y por lo tanto estaban legítimamente investidas como gobierno provisional. Acto seguido para mostrar que su engendro, Huerta, era una chulada de criatura, apuntaba que la nueva administración era ampliamente aprobada y aceptada por la opinión pública, especialmente por aquellos que eran los más respetables, igual postura tenían los extranjeros, el gabinete era un ejemplo de unidad, moderado en sus políticas y actuando en plena concordancia con los dictados del ’presidente’ y el ejército. Las manifestaciones antiestadounidenses han cesado y se espera que pronto queden saldadas las diferencias entre ambos gobiernos. De no consolidarse el gobierno huertista, el caos prevalecerá y las demandas de una intervención foránea crecerán. Toda esta explicación llena de ternura no evitó que el Chicago Daily Tribune, en un editorial, publicado el 25 de febrero de 1913, calificara a Huerta de Judas Iscariote, al tiempo que lo calificaba de renegado y asesino.
Dado que la prensa estadounidense no aceptaba versiones rosadas como se ve, el Departamento de Estado hubo de emitir un comunicado en el cual indicaba estaban en espera de los resultados periciales sobre el asesinato del Presidente Madero. Asimismo, indicaba que le entregaba a la prensa los reportes recibidos provenientes del embajador Lane Wilson. En ese contexto, no se había dado ningún paso para otorgar reconocimiento a Huerta.
Como la situación cada vez lucia mas enrarecida, el departamento de estado le solicitó a Lane Wilson un informe detallado de todo lo ocurrido entre el 9 y el 24 de febrero de 1913. Por supuesto, el embajador estadounidense procedió a reseñar toda una serie de justificantes de su actuación, al tiempo que trataba de minimizar la participación que había tenido. Igualmente calificaba de bandolero a Carranza y argumentaba que la potencial separación de varias entidades era debido a que estas nunca, decía él, se habían identificado con el resto del país. Al gobierno del presidente Madero González por supuesto que lo descalificaba. Sin embargo, lo que vale la pena trascribir literalmente es la opinión que tenía sobre su parejita de protegidos.
Empecemos por Huerta de quien decía: ’es predominantemente un soldado, un hombre de hierro, poseedor de un coraje absoluto quien conoce que quiere y como obtenerlo y no está, yo creo, sujeto a seguir un método en particular. Es un creyente firme de las políticas del General Porfirio Díaz y estima conveniente cultivar relaciones amistosas estrechas con los Estados Unidos. Estimo que es un patriota sincero, y creo desde mi punto de vista que abandonará el cargo una vez que la paz se restaure y las dificultades financieras sean superadas.’ Ni quien dude que el comerciante trataba de vender el producto como si se tratara de un alma en estado de gracia. Pero en caso de que eso no gustara al patrón, pues podía ofrecerle otro artículo con características muy similares. Envuelta en celofán ofrecía la descripción de Felix Díaz de quien apuntaba; ’no creo que tenga una personalidad tan fuerte como el del general Huerta, pero es un hombre con un carácter muy humano, enemigo del derramamiento de sangre y las crueldades. Tiene un gran parecido con su tío, el ex Presidente Díaz, tanto en apariencia como en la forma de comportarse, sin duda con entrenamiento y tiempo habrá de desarrollar la capacidad requerida para gobernar y será de gran utilidad. En este momento es muy proclive a tomar decisiones en base a lo que le aconsejan sus asesores y quienes andan en busca de un empleo, pero estimo que simplemente es una fase pasajera. El profesa un pro-americanismo amplio. Sin embargo, algunos a su alrededor no poseen esas características.’ O sea que felixito era medio soncito, pero bien manejado podría servir para actuar como títere en caso de que el otro fallara.
Tras de repasar los acontecimientos descritos y este par de descripciones finales, no nos queda sino tener siempre presente que atrás de las manifestaciones de protesta ’espontaneas,’ así como los ensalzamientos a tales o cuales personajes como salvadores de la patria siempre habrá intereses que los mueven. Poco les importa llevarnos a una revuelta civil. Si con ello cobran cuentas pendientes, se dan por satisfechos. No necesariamente son requeridas manos externas para mover a las marionetas, unas u otras igual tratan de convencernos de que es el pueblo, cualquier cosa que eso realmente signifique, es quien está detrás de ellos. Para no olvidarlo, ni ahora, ni nunca, haya o no embajador vengativo porque no lo tomaron en cuenta a la hora de negociar una transición pactada. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Poco énfasis se ha dado a las palabras del diplomático, Carlos Manuel Sada Solana. Sin embargo, es lo más sensato y objetivo que hemos escuchado en medio de todo esta alharaca, juzgue usted: ’El objetivo del gobierno [mexicano] es brindar servicios consulares a los cerca de seis millones de indocumentados que viven en Estados Unidos para que no estén tan vulnerables, [pero] no podemos protegerlos de una deportación, no podemos ir en contra de las leyes.’
Añadido (2) Como a los intele¿cuáles? de derecha, ellos dicen que son de izquierda porque con esa mano cobran, y a sus acolitos nadie les hizo caso con su marchita, no les queda sino retornar a seguir palmoteándose unos a otros. En el proceso, buscaran a ver si, por fin, pueden superar el trauma y algún día llegan a escribir como Luis Spota Saavedra, aquel quien convirtió el periodismo en literatura.
Añadido (3) De acuerdo a los últimos sondeos de opinión entre los estadounidenses, el noventa por ciento de los republicanos, el setenta por ciento de los independientes y el cuarenta y nueve por ciento de los demócratas no creen lo que publica la prensa en aquel país. Eso sucede cuando se editorializa la noticia y los medios acaban convertidos en voceros de tal o cual partido. En el pretérito, los que hacían eso lo especificaban claramente en su nombre.
Añadido (4) Muy conveniente es que al leer The New York Democrat, otrora conocido como The New York Times, no se saquen conclusiones a partir del titular de las notas que ahí se publican. Al revisar el texto completo es fácil percatarse que el autor de la pieza no provee datos duros que soporten lo que anuncia el cabezal.
Añadido (5) Nuevamente, los hombres de negocios en nuestro país anuncian que invertirán chorrocientos mil millones de pesos. Esperamos que en esta ocasión se materialice la oferta. En el pasado ese tipo de anuncios no han pasado de ser promesas. Como resultado, hoy se anda mendigando que los EUA legalice a poco más de seis millones de paisanos que se fueron no porque les gustara la aventura, sino porque aquí ni había empleos y los que existían pagaban sueldos de hambre.

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