En las Nubes

El pintor de los volcanes (dos y final)

El pintor de los volcanes (dos y final)
Entretenimiento
Mayo 24, 2016 20:07 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Gerardo Murillo, pintor de los volcanes, como cualquier hombre, también amaba. No sería mentir, que lo hacía salvajemente. Con la furia y firmeza de sus trazos en el lienzo. Ese personaje se hacía llamar Dr. Atl. Veamos nuevos aspectos.
Por 1921, en medio de su fecunda actividad creativa, conoce a Carmen Mondragón (a quien Atl llama ’Nahui Olin’, en náhuatl, ’Cuarto Movimiento’, el nombre del Quinto Sol en la cosmogonía azteca), casada, extremadamente inteligente y bella. Hablaba el francés con la misma soltura que el español. Tocaba el piano y pintaba con soltura. Era escritora y poetisa.
Con ella inició un romance al que nada nos impide calificar como salvaje. Algunos biógrafos la califican de tener ’tintes de locura’, otros sencillamente indican que se trataba de una ninfómana, si es que existe tal especie. Atl más de una ocasión se refirió a ella como ’una serpiente de ojos verdes’.
Hay quien se pregunta cómo una mujer de excepcional belleza y porte, codiciada por todos los hombres, puede enamorarse a sus 33 años de un hombre de 47 que carece de todo atractivo físico. Pero quien se hace ese tipo de preguntas es claro que nunca se ha enamorado. ’Quien sepa de amores, que calle y comprenda’, dice el refrán. La mutua infidelidad, los celos, las recriminaciones hicieron que, locos de amor, terminaran separándose.
Entonces incursionó en la literatura. Escribió cuentos tremendistas. Corridos, todos con el tema de la Revolución Mexicana, y libros cuyo leitmotiv son los volcanes. El año de 1943 le dio la oportunidad de enfocar sus expresiones y vida proteica en pintar de diferentes formas un fenómeno: la erupción del Paricutín. Muy imitado desde entonces (se ha vuelto un rasgo de la pintura mexicana), pero nunca visto antes, el Doctor Atl se consagra a pintar al volcán en erupción, sin importarle el hecho de arriesgar la vida en ello.
Más tarde en su vida, con la ayuda de helicópteros prestados por Pémex, Atl se volvió pionero de una nueva escuela de pintura de paisaje: pinturas de una amplia panorámica. Poseedoras de un punto de vista eminentemente aéreo. Con máxima economía de elementos introdujo el esfumato, que le permitía fijar el ambiente y la distancia.
El pintar continuamente los volcanes le causó una Tromboangitis obliterante, que derivaría en gangrena en la pierna derecha. Le amputaron esa pierna, pero esto no impidió que continuara con su actividad, que disminuyera su ritmo creativo, o que dejara de ser un caminante incansable hasta el año de 1964, en que murió a los 89 años.
Su interesante vida está llena de escándalos, notoriedades, aventura y excentricidad. Su muerte interrumpió su aprendizaje autodidacta del idioma chino.
Sin duda, su obra más admirada es el vitral de Tiffany en el Palacio de las Bellas Artes en la Ciudad de México. No hay ningún artista cuya influencia haya tocado de tantas formas el arte de la Revolución Mexicana, como el Doctor Atl quien, en palabras de Diego Rivera, ’fue uno de los más curiosos personajes jamás nacidos en todo el continente americano’.
’El doctor Atl tiene la historia más pintoresca de todos los pintores. Predicó teorías estéticas. Pintó con pinceles increíbles finas sensaciones de color. Acaudilló huelgas. Escribió críticas que echaban chispas. Agitó al pueblo. Estafó a una porción de bobos. Empeñó las cámaras fotográficas de todos sus amigos y conocidos, organizó exposiciones y, sin tener un centavo, dio de comer peroles enteros de excelentes macarrones. Protegió a decenas de artistas jóvenes, (...) reinventó con el copal nacional los colores al óleo sólido y planeó negocios, formuló programas de gobierno, preparó presidentes, hizo vender todos los cuadros de una exposición mía para que pudiera irme a Europa...’, dijo Diego Rivera.
Por eso te decía Bety querida, que nadie ama lo que no conoce.
craveloygalindo@gmail.com

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