Concatenaciones
Fernando Irala
Presente desde siempre en la vida pública nacional, la corrupción se ha convertido en uno de los asuntos que causa molestia, indignación y frustración en la sociedad mexicana.
Las intervenciones del Presidente de la República sobre el tema han generado desde polémicas hasta burlas y descalificaciones.
La más reciente, de tintes bíblicos cuando señala que nadie puede ’tirar la primera piedra’, no ha sido la excepción.
Tampoco ha sido el primer presidente o líder político en abordar la espinosa cuestión. Desde Álvaro Obregón, que decía: ’aquí todos somos un poco ladrones, pero yo no tengo más que una mano, mientras mis adversarios tienen dos’, hasta personajes menores como el célebre ’Layín’, el alcalde de un pueblo de Nayarit, reelecto pese a parafrasear al ’manco de Celaya’ al presumir que ha robado, pero poquito.
En los últimos años pasaron varias cosas que han agudizado el fenómeno y exacerbado a la opinión pública. Por un lado el quiebre del sistema político mexicano, que cuarteó el otrora férreo dominio desde la cúspide a lo largo y ancho del territorio nacional, con lo cual los actores locales adquirieron poder y manos libres; por otro, el río de dinero que por los altos precios del petróleo fluyó en la primera década del siglo hacia las arcas del país y de ahí por todas las estructuras de gobierno. Y en contraparte, el desarrollo de la comunicación y los avances en materia de transparencia, que hoy permiten conocer lo que antes podía rumorarse pero que ahora se sabe a ciencia cierta.
El hecho es que la corrupción tiene un alto costo económico pero además pervierte y distorsiona todos los aspectos de la vida cotidiana. El comercio ambulante, la delincuencia en todas sus manifestaciones, la impunidad en diversos órdenes, como ejemplos simples, florecen de manera incontrolable porque detrás de ellos existen siempre pequeñas y grandes corrupciones.
Y como cualquier mal, el remedio tiene como condición indispensable reconocerlo en su extensión y gravedad.
Pero en México todos quieren decir que los corruptos son los de enfrente, o los del gobierno y nadamás. Y todos quieren tirar piedras.
