En Chapingo se presentó reedición de Manelick de la Parra


Acompañado de Víctor Navarro y del maestro Miguel Ángel Leal Menchaca, el autor presentó ante el público universitario su novela "Los Vuelos del Deseo".

En Chapingo se presentó reedición de Manelick de la Parra
Cultura
Mayo 05, 2016 12:37 hrs.
Cultura ›
Miguel Ángel Leal Menchaca › todotexcoco.com

Conocí a Manelick de la Parra a fines de la década de los setenta, en el siglo pasado. Lo más seguro es que él ya no lo recuerde, pero presentó, en el Colegio de Bachilleres, en donde yo trabajaba, su película (creo que opera prima) La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, basada en el cuento de Gabriel García Márquez, que lleva el mismo título. Fue una verdadera fiesta, pues recientemente habíamos tenido un connato de demanda, por la abuela de una estudiante que nos acusaba de impartir literatura pornográfica. Fue éste uno de los hilos mórbidos que más promovieron la proyección. Al final los estudiantes quedaron satisfechos y los maestros más, pues ya para entonces empezaba Gabriel García Márquez a pisar los terrenos de la celebridad y urgía que su vasta obra iluminara las salas cinematográficas. No puedo decir que eran tiempos mejores, pero el aire era más puro, aun con el ambiente saturado de fumadores. El autor de Cien años de Soledad era uno de ellos. Manelick era entonces, un joven, como yo también lo era, no creo que alcanzara los treinta años, pero muy animoso, supongo que acababa de terminar sus estudios cinematográficos y emprendía esa fatigosa y fascinante carrera de la dirección y la producción de la llamada pantalla grande. Reitero que nos llenó de satisfacción pues pensábamos que llevar el realismo mágico al cine no era cosa fácil. Otros intentos se habían hecho con la obra del colombiano; si mal no recuerdo, En este pueblo no hay ladrones, La viuda de Montiel y Tiempo de morir, en donde García Márquez hizo el guión. Pero esta película era realmente novedosa y creo que Manelick abusaba de su modestia al insistir en que él era solo un aficionado. Ya han pasado casi cuarenta años del suceso y no he visto otra versión del cuento en el cine. He asistido a muchos intentos de llevar la obra del colombiano a las salas cinematográficas: El Coronel no tiene quien le escriba, El amor en los tiempos del Cólera, Sólo vine a llamar por teléfono, Crónica de una muerte anunciada, El amor y otros demonios, etc. Pero, a pesar de la gran inversión que se ha hecho y la no menos superlativa promoción, considero que ninguna de estas películas supera a la que inicialmente cité. Es probable, no descarto la idea de que siga hablando por mis dedos, al escribir esto, la emoción de aquellos años, pero también es reconfortante, porque me acompaña en todo caso la certeza de que no me convertí en un anciano típico y aburrido, de esos que empiezan su discurso con la consabida frase: Antes, cuando el fútbol era cosa de hombres…

La noticia de que Manelick nos visitaba y quería presentar su libro, Los vuelos del deseo (1987) me entusiasmó de tal manera que me apunté a sentarme en la mesa con él y ofrecerle estas palabras que están escuchando. No conocía la novela, pero dos días me bastaron para dar cuenta de ella. El libro me acosó; en el restaurante, en el baño, en la cama, en cualquier parte que podía, lo abría y continuaba la lectura compulsiva. Decir cara a cara a un autor que su novela se leyó en dos días, es, supongo, un elogio ambiguo y hasta dudoso, porque deja ver que el placer lúdico de la lectura eclipsó totalmente cualquier vínculo con el análisis sesudo y victorioso que siempre quiere decir la última palabra. Ignoro en todo caso cuáles son las palabras que a un autor le gustaría escuchar de un lector y de un crítico. El problema en los lectores como yo, es que ya no podemos renunciar. Estamos contaminados por el fantasma de la crítica y en ocasiones quisiéramos emprender esas lecturas que sugería Rolland Barthes, cuando supongo que también se cansó de ser crítico, de disfrutar solamente la lectura (el placer del texto). Nos encontramos enceldados por la necesidad de análisis y en ocasiones, considero que ya no disfrutamos abierta y cínicamente la lectura porque estamos obsesionados por encontrar los puntos de análisis que nos sirvan de bastidor para hacer la crítica, no importa que en esa tarea lleguemos a calumniar el libro. Debo confesar que esta patología me llevó a una segunda lectura; más pausada, menos arrebatada y hasta podría decir, más civil. Ahí fue donde se encendieron las lámparas de éste que es mi comentario.

1. Clasificar una novela en su momento e incorporarla a una corriente literaria sólo para llenarla de elogios y adulaciones porque se parece a las más representativas de esa corriente, me parece un flaco favor que se le hace, tanto al autor como al libro. No descarto que esta actitud esté ligada más a cuestiones sociales y de camarillas literarias que a la propia creación literaria. Y que por lo tanto constituye un elogio, tan frágil como fugaz. Tampoco puedo afirmar que sea una tarea estéril, sobre todo si se trata de difundir y de vender la novela. Lo que sí me queda claro es que estas alabanzas tan necesarias en los mundos social y mercantil, son efímeras. Los libros quedan tatuados en la historia de la literatura por su calidad. Cuántas novelas de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, incluso, del propio García Márquez no han quedado en el olvido a pesar de la gran promoción que disfrutaron en su momento, siempre aludiendo que ’es ésta la mejor novela del autor’. Esto sólo nos demuestra que la voracidad de los vendedores de libros no tiene límite. Uno en cambio, puede leer los libros de Borges y de Rulfo sin este agravio. Luego entonces, hacer la afirmación de que Los vuelos del deseo sea una novela del realismo mágico o que se le puede comparar a las novelas de García Márquez, Isabel Allende o Laura Esquivel, creo que no le da mucho, más bien le quita. Buscar lugares comunes a la corriente y hacer comparaciones con obras de los autores mencionados u otros relacionados con la corriente literaria, me parece ocioso y, por demás cómodo y hasta aburrido.

2. Estos antecedentes y otros, me obligan a buscar en el libro de Manelick los aspectos novelísticos relevantes, pero sobre todo, inherentes al ejercicio de novelar y a destacar la originalidad y creatividad del autor. Sólo de esta forma podemos presumir que la novela está aportando algo a la literatura. De la otra, cómodamente, la arrojaríamos a la gran plétora de obras representativas de esa corriente tan celebrada. Voy a abordar algunos aspectos que me parecieron interesantes. Debo confesar que esta novela posee una variedad de puntos que permiten su análisis. No voy a abarcarlos; me limitaré sólo a algunos que me parecieron los más destacados, por ejemplo:

Las voces narrativas que rebasan el orden temporal convencional permiten que la novela se cuente a manera de flash back sin interrupciones y sin que el lector pierda la secuencia lógica de la narración, aunque ésta se vea constantemente violentada en el dibujo de la historia que cuenta la novela. Efectivamente, aunque todo se va contando de manera retrospectiva, luego de que ya los sucesos más trascendentes se dieron cita, el mérito narrativo consiste en que presenta los sucesos principales como en un caleidoscopio en el cual va resaltando de manera arbitraria, en apariencia y no en orden progresivo ni secuencial, los más determinantes, sin descontar que fueron consecuencias de otros no menos destacados. Efectivamente, la novela se abre con un suceso que se manifiesta en polos diametralmente opuestos: el nacimiento de Carlos y la muerte simultánea de Ana, su madre. Ambos por demás adelantados y consecuencia de la precocidad por demás excesiva de Ana; muy niña para parir y (acaso como consecuencia funesta) también para morir, pues ella es un poco menos que una adolescente que fue marcada por un erotismo desenfrenado y peculiar, que le quitó el sueño a no pocos habitantes del pueblo belleza. Este suceso se va a constituir como el núcleo narrativo a través del cual se contarán historias anteriores y posteriores y que nos llevarán hasta la muerte de casi todos los personajes, porque al parecer, al final de la novela, sólo quedan vivos Alicia, Jobita y Gilberto (que se va del pueblo, después de haber cumplido una condena de veinte años.) Las voces del relato se reparten entre un narrador en tercera persona, que hace la introducción y de alguna manera se proyecta de manera ocasional, como si fuera la voz de los espacios en que se van dando las acciones. Luego la narración se muestra a través de diálogos y monólogos de los personajes, que, de manera testimonial tejen y destejen la historia, cuyo centro será siempre la familia de Julieta y se hará extensiva a un pueblo anodino y gris que alcanza a salir del anonimato por esta historia, porque finalmente todos o casi todos los personajes se ven involucrados en ella. De esta manera, la voz de los personajes alcanza una importancia tan inusitada, que sería imposible contar la novela sin ella. Estas voces fantasmales recogidas por la escritura; esas voces orales que adquirieron personalidad a través de la pluma y que proyectaron, en un lenguaje que tal vez los propios personajes ignoraban que fuera tan extremadamente hermoso, sus pensamientos y sentires respecto a lo que en apariencia era sólo la vida rutinaria. Es sorprendente, y quedaría para un estudio aparte, la forma en que el autor inyecta en los personajes un lenguaje lleno de metáforas que no parten más que de la imaginación, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. En ellas se exhibe, y esto también es sorprendente, con extrema naturalidad, el testimonio ineludible de los acontecimientos:

¡Cuánta desgracia! Pobre Ana. Lástima que fuera tan bonita. Yo sí me imaginaba que iba a volver locos a todos. Pero ¿a ese?... ¡Nunca!
-Ana…, no te arregles tanto. Con los ojos verdes que te tocaron tienes bastante.
- Sólo me peino, Jobita
-¿Y ese escote?
-¿Qué?…, ¿no se me ven bonitos Jobita?
-¿Ave María purísima!
-¿No se me ven? ¿Qué tal así? ¿Un poco más saliditos?

En ocasiones, no frecuentes por cierto se le da la voz a los muertos, como es el caso de Hugo, como para confirmar las creencias de otros personajes cuya tesis descansa en que por la magnitud de sus pecados, les es imposible descansar aun después de la muerte.

Esta constante irrupción de los diálogos, que interrumpen con frecuencia la narración, pero que sirven también para enfatizar sucesos que son trascendentes, y que en apariencia se habían olvidado. Al cruzar los diálogos con la narración, también se van cruzando los acontecimientos que llevan una relación directa. En sí, se puede decir que en este tipo de novelas la interrelación de los sucesos se encuentra subordinada a uno solo, que podría ser el más trascendental que podría ser el último de la historia o el primero de la narración. No es así. Manelick de la Parra es un escritor de esos que se dan a la tarea de cabalgar en lomos del lector y no soltarlo, porque en cada momento surge una nueva historia/anécdota, que se trunca para dar continuidad a otra que también había quedado en suspenso. Así la mezcla e interrupción del relato se va a convertir en una constante que no le deja al lector otra alternativa que la de concluir la novela para ya no estar tropezando con historias que ya había dado por descontadas. Por ejemplo, habla del francés Hugo, a partir del criadero de palomas; cuando éste muere, su viuda, después de matar a todas las palomas, afirma que no habrá más palomas en la casa, pero se desdice, en el momento en que el narrador cuenta que el nieto de ésta, Carlos, hijo de Ana, después de diecisiete años. Que son los que tiene el joven, llevó dos. Luego, contará cómo Ana se exhibe desnuda en la ventana, soñando con un violador fortuito, ante las advertencias de su hermana Alicia, de que su padrastro Hugo, la puede ver. Efectivamente, Hugo se hará a la tarea de hacer hoyos en las paredes y descubrirá a su hijastra, pero también, que él ya no tiene salvación. Por otra parte, para aclimatar la presencia del extranjero, entremezcla el momento en que Julieta lo rescató del paredón para casarse con él y una relación perentoria de goce conyugal, que contrasta con los desprecios que le hace la viuda al presidente municipal, enamorado de ella, al parecer, desde que vio su cuerpo desnudo, cuando apenas tenía dos años.

Esto que parece un galimatías, no lo es, pues la misma narración le va dando las pistas al lector, que en cada momento se siente más reconfortado, pues va obteniendo mayor información de los personajes y acaso, va descifrar los enigmas principales que encierra el relato. En ocasiones esta mezcla es tan extrema que se confunde en una misma acción: ’A Alicia nunca se le olvidaría que fue ahí en esa esquina, cuando nos dijo que ya teníamos nuevo papá, que era francés y que no sabía cómo se llamaba, pero que estaba segura que nos haría muy felices. Yo entendí, pero Ana no. Como siempre, ella jugaba a que no la alcanzara su sombra’
De esta manera, resulta imposible seleccionar un suceso como el motor de toda la trama, pues todo lo que sucede en la novela es descabellado, o por lo menos fuera de una normatividad pueblerina; no porque esto no suceda en los pueblos, ni siquiera porque se oculte en la moral o el miedo a la divinidad, sino porque se cuenta con una naturalidad extrema. A pesar de que personajes como Jobita puedan aterrarse del incesto, por ejemplo, lo advierten y lo asimilan. O en otro caso, el crimen sobre el sacerdote, que implica descuartizarlo y repartir sus partes según una petición apócrifa, espanta al presidente municipal, pero su expresión no altera ni a su interlocutor, que es Julieta, ni al lector. Es probable entonces que no sea un suceso, sino una idea la que se convierta en motor y justificación de la trama, y ésta descansa en el erotismo, no sólo de la pequeña que enloquece al pueblo, sino de Julieta, Alicia y la misma Anik que enloquecía a los pueblerinos con el movimiento de caderas que se escondía en apariencia en unos pantalones bombachos.

En conclusión, como lectores no podemos más que sentirnos agradecidos porque este tipo de novelas sigan circulando, pues más allá de los vuelos del deseo, nos invitan a los vuelos de la imaginación que, por qué no decirlo, se ha convertido en un valor casi extinto, tanto en nuestros lectores.



Culhuacán, mayo, 2016

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.

En Chapingo se presentó reedición de Manelick de la Parra

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.