En el mismo día…


Los vi partir en su taxi… y volví a retomar mi camino con una sonrisa de satisfacción... Después... me alejé sin mirarla porque me dolía el alma.

En el mismo día…
Ciudad
Marzo 18, 2017 13:13 hrs.
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Cristina Nava Lira › todotexcoco.com

Texcoco, Edomex.- Hoy quiero que mi vida sea diferente, más linda, que hoy sea más feliz que los demás días.
Con ese pensamiento salí rumbo a casa de mis padres.
Hoy quiero ser una mejor persona, lo repetía una y otra vez.
Lo primero que hice fue ayudar a mis padres en sus quehaceres; pero al dirigirme de regreso a mi casa me percaté que a la salida de un Centro Comercial había dos ancianitos tratando de subir muchísimas bolsas por el puente para poder tomar un taxi, y a pesar de que pasaba muchísma gente, nadie les ayudaba.
Ni siquiera los miraban.
Me acerqué a ellos y con mi mejor sonrisa les dije: permítanme ayudarles.
Vi sus ojos brillantes y agradecidos. Me dieron sus pesadas bolsas, y así de una en una las subí hasta que la señora mayor me abrazó. Me dio un beso y dijo: Dios te bendiga y muchas gracias.
Los vi partir en su taxi… y volví a retomar mi camino con una sonrisa de satisfacción.
Me di cuenta que habían dejado tres carritos del supermercado y que estorbaban el paso. Quité uno por uno hasta que los dejé a la entrada del Centro Comercial.
Ya me iba cuando alguien me gritó: muchas gracias. Era un señor que traía a su hijo como de 12 años en silla de ruedas. Pasó por el pasillo sin ningún obstáculo. Pensé que nadie se había dado cuenta.
Creo que me merezco un rico y delicioso churro azucarado. Los venden justo a la entrada del Súper.
He rescatado gatos abandonados y perros también. Les he buscado adopción.
Antes de llegar a los churros vi que la gente desviaba con cuidado sus carritos del Súper. Había muchos trapos sucios en el piso.
Me detuve. Ha de ser una perrita con sus cachorritos, en abandono.
Era una chica joven, una casi niña, 16 o 17 años o tal vez 14. Su cara sucia. Su cabello totalmente revuelto y sucio. Envuelta en andrajos. Le temblaba la mano. Pensé que estaba drogada. No podía creerlo. Me detuve. Nadie la auxiliaba, nadie la miraba, solo desviaban su carrito. No la miraban, ni con el alma.
Qué bueno que era de noche, no importaba que mi maquillaje se arruinara por las lágrimas. Nadie lo notaría. Me dio vergüenza no ayudarla. Me faltó valor para acercarme a ella, para preguntarle al menos qué le pasaba.
Y me alejé sin mirarla porque me dolía el alma.

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