En las Nubes

Enemigos, a secas (uno de dos)

Enemigos, a secas (uno de dos)
Entretenimiento
Febrero 27, 2017 23:47 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

El médico Fernando Calderón Ramírez de Aguilar nos permite, de vez en vez, entrar en su biblioteca. Nos advierte de tener cuidado. Mucho cuidado. Y nos previene de los enemigos, muchos, que tienen los libros.
Y hace referencia a lo estupenda crónica sobre la lectura, en atril, de los libros. Y recomienda hacerla en voz alta en las escuelas, como la colega Norma Vázquez, que acabas de leer.
Nos preguntan sobre éste galeno. Este médico tiene de quien heredar y obtener sus conocimientos literatos. Es nieto de don Jacobo Dalevuelta, gran escritor oaxaqueño, en cuya capital se le tiene una estatua al mérito. Sobrino del gran periodista, investigador y escritor don Alberto Ramírez de Aguilar. Estrella en el EXCELSIOR de don Rodrigo de Llano y Gilberto Figueroa.
Primo hermano del escritor y poeta Eugenio ’Keno’ Aguirre Ramírez de Aguilar. También de los periodistas y colegas, Emilio y Fernando Ramírez de Aguilar, en Quadratín.
Y lo más importante, es nuestro amigo desde hace medio siglo.
Charlar de letras, de prosa, de libros con el que fue director de Ortopedia y Traumatología del Centro Médico Siglo XXI del IMSS, nos pone a pensar lo poco o casi nada que sabemos. Y presumimos.
Sin más, don Fernando da su pronóstico, en el que coincidimos muchos: Los enemigos de los libros son muchos. Incluso desgraciadamente el mismo que los crea, escribe, guarda, atesora. Que dice cuidar, da dignidad, nobleza, etcétera.
El hombre, el autor, es el mismo que los destruye. Evita su difusión, su adecuada guarda y su mantenimiento.
Horrible tener que decirlo, pero así es. En esta plática no solo se escribe sobre él. También de las otras causas, que él y solo el hombre puede controlar y evitar que sucedan.
El libro forma parte del alma del hombre sin duda por mandato divino, como ha ocurrido con la Biblia y con el Coran, ya que es una fuente inagotable de conocimientos, que se transmiten de generación en generación a través de los siglos.
Si han sabido ser cuidados y guardados con la eficiencia y el amor necesarios para preservarlos, ilustrarán a las generaciones subsecuentes sobre todo en los arcanos del pasado y así forjar la historia del presente.
Los libros ese remanso de paz, de alegría, de transmisión del conocimiento, nos hace participar de las experiencias de los demás seres humanos.
Se editan plasmados en ese frágil continente que es el papel. Un ente delicado, quebradizo, deleznable sujeto a que cualquier elemento mal usado o un ser irresponsable, lo destroce.
Se necesita entender que el tiempo y el uso son los que embellecen y los revisten de dignidad y nobleza. Nada hay más hermoso que un libro que ha pasado por diferentes manos y ha conservado sus características originales.
Que va por la vida sin mancha y lleno de gloria como un héroe griego que vuelve coronado de laurel y así queda su imagen grabada para siempre. Esa es la responsabilidad del hombre.
El libro es como el arpa: Si no se pulsa, es solo papel muerto. No hay algo más triste en una biblioteca que un libro que no se lee. Se adquieren muchos libros que nunca sentirán el placer de unas suaves manos que los acaricien así como de unos bellos y atentos ojos que se paseen por su contenido.
A esos que no aman los libros y que son amantes de la biblioclastia hay que decirles fuertemente, respeta a los libros como a ti mismo y ten en mente que ’Libro que no has de leer, no lo lastimes, no lo destruyas, déjalo leer’.
La función de un libro es tan importante que destruirlo es un crimen de –lèse-humanité – nos dice don Fernando.
Todo lo que aquí se exponga tiene como objetivo que quien lo lee entienda que los libros son para leerse y aprender de ellos. Siempre dejan algo en cultura, educación, instrucción o solaz y esparcimiento. Y ese legado de erudición siempre a la larga será benéfico.
Los enemigos naturales desde nuestro punto de vista son, aparte de los cuatro elementos, aire, agua, fuego y tierra: el gas , el calor , el polvo , el abandono, la Ignorancia , la polilla.
Hay otras plagas, como los encuadernadores, los impresores, los niños, los coleccionistas.
Los intereses oscuros, entre los cuales se encuentran aquellos cuyos intereses no son compatibles con los suyos. Son los grandes mutiladores.
Muchas hay entre las fuerzas de la naturaleza que tienden a dañar los libros pero hasta la fecha no existe ninguna que sea la mitad de dañina que el fuego.
Este, una vez que se inicia toma posesión de todo absoluta y rápidamente.
Las hay por conflagraciones fortuitas, fanáticos incendiarios, hogueras por orden judicial y hasta las vulgares estufas domesticas. Todas han contribuido a través de la historia, a mermar tanto los tesoros como los deshechos de tiempos pasados. Han quedado solo la milésima parte de los libros que fueron.
Antes de la invención de la imprenta los libros eran relativamente escasos y vivían un sueño placido sobre todo en las abadías, en donde aun llegaban los inquisidores para ordenar la quema.
Ahora que las prensas llevan cientos de años todavía en activo, reunir una colección de medio millón de libros nos parece una entelequia.
No hay duda de que las bibliotecas pergeñadas de libros por los Ptolomeos egipcios se convirtieron en el tiempo en las mejor dotadas por su importancia y por el contenido de obras inéditas.
Dos estaban en Alejandría, la mayor en el barrio conocido como Bruchium.
Estos libros como todos se confeccionaban en hojas de pergamino y tenían un rodillo de madera en cada extremo de forma tal que el lector solo desenrollaba una pequeña parte para leerlo.
Durante las guerras Alejandrinas de Cesar, en el 48 a.C. el fuego consumió gran parte de la biblioteca.
Posteriormente los sarracenos en el años 640 d.C. causaron un daño enorme e irreparable a la humanidad ya que en solo las cuatro que destruyeron había más de setecientos mil volúmenes.
Igual sucede con la narración de san Lucas cuando posterior a las predicas de San Pablo quemaron éstos, obras con un valor de 50,000 monedas de plata.
También se quemaron todos los libros de hechicería, encantamientos, idolatría, adivinación y alquimia.
No hay actualmente ningún libro de aquella época.
La gran biblioteca de Estrasburgo en 1870 fue arrasada por el ejército alemán. Así pueden continuar cientos de ejemplos.
Pero mejor, por interesante, mañana seguimos
craveloygalindo@gmail

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