La vida como es…

Fuego (el Infierno)

Fuego (el Infierno)
Entretenimiento
Marzo 02, 2017 18:21 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

En mi mente surgían pensamientos tan negativos como imaginarme sin piernas… o sin manos.
Habrá que surtir estos medicamentos y algunas cosas que sólo en establecimientos especializados se consiguen. La más difícil y costosa será la piel artificial que se importa de suiza. Cada sobre sirve para cubrir unos treinta centímetros cuadrados y tus quemaduras suman, seguramente, un metro en total. Tendrás que comprar más sobres de lo que imaginas. Mucha agua destilada y suero. Yodo, gasas, vendas… Aquí les dejo la lista. En este momento libraremos tu piel de la pasta que te pusieron. Te va a doler, y mucho, me advirtió una vez más.
La primera curación duró más de tres horas. Hubo que desprender los empastes que se me habían adherido y dejaban la carne viva; había ya un olor fétido, de putrefacción; y eso que habían pasado apenas unas 24 horas desde los primeros auxilios en la clínica. Luego fue lavar y lavar, hasta no dejar rastro de lo ocurrido entre el accidente y mi llegada a la casa.
Escuché que le decía a su hijo (1.90 m.) que la acompañaba:
-Pásame el yodo y súbete sobre él.
El oír la palabra yodo imaginé unas gotitas que arderían, pero no mucho; sin embargo, empapó una gasa y con ella recorrió mis heridas de las piernas y luego de las manos. El lavado profundo con suero y agua destilada hidrataba las zonas dañadas. No obstante, las piernas tenían que estar casi flotando pues destilaban durante la noche suficiente líquido para empapar una toalla. Con las manos acontecía algo similar, pero en mucho menor cantidad.
Al terminar la primera curación la pregunta obligada:
- ¿Vas a ponerme anestesia? ¿Xilocaína en spray o algún otro sedante parecido?
-En las quemaduras no se admite ningún tipo de anestesia –me dijo-. Las más de las veces aceleran las infecciones, así es que tendrás que aguantar.
Las visitas diarias continuaron por lo menos un mes. Adopté una toalla para morderla y soportar el dolor. Me duró el trapo todo el proceso de curación.
Pensaba que las curaciones eran lo más doloroso de este accidente; sin embargo, lo terrible, el infierno de una quemadura de piernas es el levantarte y bajar de la cama. Cuando colocaba los pies en el piso y sentía que toda la sangre se descargaba sobre la parte baja de mi cuerpo, el dolor me hacía gritar; pareciera que abrieran en canal mis extremidades; lo mismo acontecía con los primeros pasos hacia el sanitario. Eran unos metros que se me hacían kilómetros.
Sobre el Tepezcohuite y los injertos de piel me comentó que el primero ya estaba muy manipulado por el comercio y había perdido su eficacia; y sobre los injertos, consideró que en muchas ocasiones era peor el remedio que la enfermedad pues las infecciones son muy comunes, no donde se colocan, sino de donde se extraen. El control de ese tipo de afectaciones es muy lento; así es que continuamos con el mismo sistema, añadió.
Mi alimentación cambió hacia las papas, especialmente su cáscara; las uvas rojas, jitomates, almendras, pasas; mucho líquido y electrolitos.
Mientras soportaba mi convalecencia, leía mucho. A la novela ’La guerra y la paz’ le tocó una segunda lectura y hubo la coincidencia de ver en el canal 22 un reportaje sobre la cantante Gloria Stefan y el accidente que le dejó múltiples fracturas hasta postrarla semi paralizada. Decían que no volvería a caminar. Su fuerza de voluntad la sacó adelante y dos años después estaba en el escenario.
-Si esa chaparrita pudo ¿Por qué yo no? –Me dije.
Mis piernas comenzaron a dejar de drenar y mi desplazamiento por la casa mejoraba. Sobre las manos mi amiga la doctora Mireya me impuso ejercicios que, de no hacerlos, podrían quedar paralizados mis dedos pulgares.
A los dos meses las visitas se espaciaron a cada tercer día y luego dos veces por semana, hasta los seis meses en que me dio de alta.
Mi liberación médica estuvo acompañada de una comida que yo mismo preparé para mi Ángel de la Guarda, la doctora Mireyita.
-Viene la parte obligada Mireyita ¿Cuánto te debo?
-Eres lo que podría llamarse una buena acción a la amistad. No me debes nada.
Insistí un par de veces más sin frutos, hasta que mis ojos se rozaron y le di un fuerte abrazo. Ese es un gran corazón y amistad de a deveras.
A la distancia de ocurrido mi accidente, cuando veo a personas, niños o adultos que sufren quemaduras en sus diferentes grados de gravedad, se me erizan los vellos y un dolor fantasma se presenta en mis piernas o manos (ya me había advertido la doctora de su posible aparición) aunque, gracias a la pericia de mi benefactora no quedaron –casi- señas de esa terrible experiencia.
Quienes han sufrido los dolores por quemaduras aseguran que son tan intensos que no se los desearían ni a su peor enemigo.
-Yo sí. Contesto.

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