EN LAS NUBES , afirma:

Hércules (dos y fin)

   Hércules (dos y fin)
Entretenimiento
Abril 12, 2018 17:41 hrs.
Entretenimiento ›
Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Don Fernando Calderón Ramírez de Aguilar nos platica sobre los trabajos que Euristeo le asignó a Hércules. Fueron doce: Primero. Matar al león de Nemea y traer su piel como comprobación. Este monstruo moraba en la región de Argólida en las selvas del Peloponeso y no podía ser herido por armas humanas. El héroe inició la búsqueda armado con su arco y flechas así como con una porra hecha con el tronco de un olivo silvestre encontrado en el monte Helicón y que había arrancado de cuajo. Buscó y esperó al león cerca de su cubil y le disparó tres flechas. Rebotaron en su piel. Ninguna penetró. Furioso, el animal se lanzó contra él para matarlo. Con su porra Hércules le propinó tal mazazo que el león cayó aturdido al suelo, momento que aprovechó el héroe para lanzarse al cuello del animal y lo asfixió con sus brazos. Le tomó tiempo desollar a su víctima hasta que con las garras del león lo consiguió fácilmente. Con la magnífica piel se fabricó una coraza y con las fauces un nuevo casco. Tomó sus armas y el resto de la piel, ofrendó una víctima a Zeus y regresó con Euristeo, el cual sintió pavor al ver la fuerza del héroe y corrió a ocultarse en una jarra de bronce de Pélope. Segundo. Dar muerte a la Hidra de Lerna, hija de Tifón y Equidna, monstruo acuático en forma de serpiente de nueve cabezas. Solía salir a tierra y destrozar los rebaños. Devastar los campos. Ocho de sus cabezas eran mortales y la del centro inmortal. Hércules se dirigió animoso a su encuentro en un carro conducido por su sobrino Yolao. Avistaron a la hidra en su guarida en la cumbre de una colina junto a las fuentes de Amimone y detuvieron el carro. Hércules bajó y lanzando ardientes flechas obligó a la hidra a salir, cosa que hizo silbando y agitando los nueve cuellos. Avanzó hacia la fiera tomándola fuertemente y no soltándola más. Le aplastó una por una las cabezas a porrazos, pero no conseguía nada, ya que apenas aplastaba una nacían dos. Además, un cangrejo gigante acudió en ayuda de la Hidra y le clavó sus pinzas en el pie de Hércules, al que mató de un porrazo. Llamó a Yolao en su ayuda, que prendió fuego al bosque cercano. Hércules tomó un tizón y lo aplicó a las cabezas. Sólo así pudo impedir que continuaran desarrollándose. Tercero. Capturar viva a la cierva de Cerinea con su cornamenta de oro y pies de bronce que pastaba en una colina de Arcadia. La persiguió durante un año pues no quería lastimarla, sin embargo, para atraparla tuvo que herirla en una pata con una flecha que no estaba envenenada. La diosa Artemisa le reclamó, pero Hércules lo justificó. Calmada la ira de la diosa, todo terminó y el héroe llevó al animal vivo a Micenas. Cuarto. Llevar vivo el jabalí de Erimanto a Micenas (también consagrado a Artemisa) que devastaba la región. Al llegar se encontró con el centauro Folo, mitad hombre mitad caballo, que le dio comida y al pedirle bebida le dijo que sólo tenía un barril, pero que pertenecía a los centauros en común. Al abrirlo se presentaron muy disgustados sus compañeros. Hércules luchó contra ellos, pero al disparar una flecha, que, al atravesar el brazo de uno, fue a dar a la rodilla de su gran amigo el centauro Quirón. Versado en el arte de curar nada pudo hacer y murió en brazos de su gran amigo. Los centauros mataron también a Folo. Luego Hércules siguió la ruta del jabalí y con sus gritos lo hizo salir del espesor del bosque, lo persiguió por un campo de nieve hasta extenuarlo de fatiga y le dio alcance, lo amarró con una cuerda y lo llevó vivo tal y como le habían pedido que lo hiciera. Quinto. Limpiar en un día el establo de Augias, rey de Elida, poseedor de grandes rebaños. Tres mil reses vacunas llevaban tiempo encerradas por lo que en el transcurso de los años se había acumulado gran cantidad de estiércol. Se presentó ante el rey y se ofreció para el trabajo. Augias pensó que no lo lograría y le ofreció como pago la décima parte de todos sus ganados. Hércules abrió un boquete en el extremo del establo, excavó un canal y desvió hasta allí el curso de los ríos Alfeo y Peneo. Dejó que el ímpetu de las aguas arrastrara el estiércol y las vació por otra abertura. Augias se negó a pagar el salario y le ordenó al forastero que abandonase su reino. Euristeo tampoco quiso reconocer la validez del trabajo y le dio uno nuevo. Sexto. Matar a las estinfálidas, aves de rapiña tan grandes como grullas que tenían las alas, el pico y las garras de hierro. Se encontraban en el lago Estínfalo en Arcadia y poseían la virtud de disparar sus plumas como flechas y perforar con el pico corazas de bronce. Hércules no sabía qué hacer, cuando de repente se le apareció Atenea que le entregó dos poderosos címbalos de bronce que Hefesto había fabricado. Hércules subió a la cima del monte y tocó tan fuerte los instrumentos que las aves escaparon abatidas y con su arco aniquiló a la casi totalidad. Séptimo. Domar al toro de Creta, un toro que Poseidón había enviado para que se le sacrificara en su honor, pero el tramposo rey lo ocultó y sacrificó a otro animal. Furioso, Poseidón hizo muy bravo al toro, el cual arrasó la isla de Creta. El héroe lo domó con su fuerza heroica y el animal se dejó conducir en un barco a través del mar por el Peloponeso, pero después de contemplar al magnífico animal lo soltó y éste recayó en su antigua furia. Asoló el país de Maratón hasta que, más adelante, Teseo lo volvió a dominar. Octavo. Llevar a Micenas a las yeguas del tracio Diomedes, equinos salvajes y vigorosos que había que tener atados a pesebres de hierro y cadenas del mismo metal. Su forraje no era avena, sino carne de los extranjeros que tenían la desgracia de entrar a la ciudad. Lo primero que hizo Hércules al ingresar fue aprehender a tan inhumano monarca y echarlo a sus propias yeguas, venció a tres guardias que cuidaban los pesebres. Le encomendó el cuidado a Abdero, hijo de Hermes, y cuando regresó vio el cuerpo destrozado de su amigo, lo lloró y fundó la ciudad de Abdera, domó las yeguas y las llevó ante la presencia de Euristeo, el cual las consagró a Hera. Se dice que Alejandro de Macedonia montó en alguna de ellas. Noveno. Traer a Euristeo el tahalí (correaje o banda de cuero, cruzada al pecho y utilizada para sujetar y llevar armas blancas) de la amazona Hipólita como presente para su hija Admeta. Las amazonas se encontraban en una región ubicada alrededor del río Termodonte y sólo criaban a las hembras de sus hijos. Hipólita era su reina y su signo de soberanía era el mentado cinturón regalo del dios de la guerra, pero Hera, que odiaba a Hércules, se disfrazó de Hipólita e hizo creer que el extranjero deseaba raptar a su reina y organizó un combate entre la gente del héroe y las amazonas. El héroe las venció a todas, una por una, e Hipólita le entregó el cinturón. A su regreso, el semidiós lo puso a los pies de Euristeo. Décimo. Capturar los toros del monstruoso gigante Gerion que estaban guardados por un gigante con tres troncos y tres cabezas y un perro bicéfalo. Esto lo ordenó Euristeo con la esperanza de que los toros mataran al héroe. Hércules luchó ahí con el gigante Anteo hijo de Gea, quien cada vez que caía y tocaba tierra recobraba las fuerzas. Hércules lo levantó y lo ahorcó en vilo hasta que murió, tomó el ganado y lo llevó de regreso, pero Caco le robó una parte y al descubrirlo y encontrar las reses, mató a Caco. El perro bicéfalo lo agredió, pero Hércules lo mató de un mazazo y llevó el ganado a Euristeo, el cual le dio dos trabajos más. Undécimo. Robar las manzanas de oro del jardín de las ninfas Hespérides, hijas del titán Atlas, al cual convenció para que tomara y se las diera. Una vez logrado esto, las llevó a Euristeo. Duodécimo. Capturar al can Cerbero, perro de Hades que guardaba la puerta del Averno, y sacarlo de los infiernos. Hércules aprendió los misterios eleusinos (ritos de iniciación al culto a las diosas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis) para saber cómo entrar al Hades y salir vivo de él. El héroe entró ayudado por Hermes y Atenea, encontró a Hades y le pidió permiso para llevárselo al dios del inframundo, el cual accedió con la condición de que no le causara daño. Se lo llevó a Eurípides quien desesperado por no lograr su objetivo lo dejó en total libertad, Hércules devolvió el can al Hades y terminó su peregrinar para seguir una serie de interesantes aventuras.
craveloygalindo@gmail.com

Ver nota completa...

Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.


Hércules (dos y fin)

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.