’Catón’

Huelga de hombres II

Huelga de hombres II
Periodismo
Abril 17, 2020 23:36 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

Todas las mujeres en edad de merecer están en la estación del ferrocarril de Caracas, Venezuela. Va a llegar Jorge Negrete, el apuesto charro mexicano. Cuando el ídolo desciende del lujoso vagón que lo traía se instaura el caos: la multitud mujeril lucha con los gendarmes para tratar de acercarse a aquel ejemplar de hombre; se desmayan unas; otras lloran; y todas gritan como si hubieran sido poseídas por una suerte de locura femenina.

En los siguientes días no hablan las damas de otra cosa más que de Jorge Negrete. Los señores están hartos del cacareado gallo mexicano. Y un buen día surge un extraño movimiento de liberación masculina, el único quizá que ha habido en el continente americano, no sé si en el mundo. Como protesta por la desmedida admiración de sus mujeres al Charro Cantor los maridos y novios caraqueños acuerdan una huelga de hombres: durante el tiempo que dure la presencia en Caracas de Negrete no dirigirán la palabra a sus mujeres.

Aquello es algo muy de verse. Llegaban los señores a su casa y se encerraban en su cuarto sin decir ni un ’Hola’ a su consorte. Los novios no acudían a la cita, y si lo hacían era en calidad de estatua del Comendador, mudos y fríos. Al principio aquello divirtió a las mujeres, y se reían de la ocurrencia de sus hombres. Pero sucedió que la presencia de Jorge -así le decían ellas- en Caracas duraría una semana, y siete días son demasiados para no oír la voz de sus hombres. Al cuarto día las damas solicitaron una tregua. Inútil: los varones, engallados por comentarios de apoyo hechos en los periódicos, no les retiraron el castigo, y siguieron en aquella mudez intransigente.

Finalmente transcurrió la semana y Jorge Negrete dejó la capital de Venezuela para ir a otras ciudades del país. Después de una despedida lacrimógena a su ídolo las esposas y novias volvieron a sus casas. Atrás había quedado la ilusión; tenían ahora frente a sí la cotidiana realidad. Todas pidieron perdón a su hombre por aquel desvío a que las arrastró su condición de mujer: la carne es débil, y los sueños más débiles aún. Todos los varones se dejaron convencer, claro: ¿qué hombre no se ha rendido alguna vez a la argumentación femenil, aun sabiendo que no es cierta? Fueron arriadas las banderas de aquella masculina rebelión; en todas las alcobas y balcones hubo dulzuras de reconciliación, y aquí no ha pasado nada.

Pero ha pasado mucho. Ha habido una huelga de hombres contra las mujeres. Episodio como éste no lo registra, hasta donde sé, ninguna otra página de la historia universal. Yo supe de esa huelga por un singular libro escrito por una mexicana, Luz María Durand, que allá en los años cuarenta dio en la idea de recorrer todas las naciones del continente americano, desde el Canadá hasta la Argentina, a fin de estrechar lazos entre los escritores mexicanos y los de todos esos países. A su paso por Caracas la viajera supo de esa insólita huelga masculina causada por el Charro Cantor, Jorge Negrete.

Cosas son éstas muy sabrosas que nos hablan de un tiempo que ya pertenece a la nostalgia. Con Pedro Infante formó Jorge Negrete durante muchos años el gran par de ídolos del pueblo mexicano. El carpintero caló más en hondo en su país, pero el charro fue más conocido fuera de él. El recuerdo, las grabaciones y las viejas películas de la tele los hacen estar todavía de cuerpo presente entre nosotros. Ahí seguirán durante mucho tiempo.

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