Disertación de González Gamio sobre el Hospital de Jesús

Increíble, sólo existe una estatua de Cortés en todo México

Increíble, sólo existe una estatua de Cortés en todo México
Cultura
Junio 01, 2016 22:18 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

La obra más trascendente de Hernán Cortés en la Nueva España fue el Hospital de Jesús, que mandó construir hacia 1522 para dar atención a los más pobres: indígenas, mulatos y mestizos, pero además abierto para todos quienes lo necesitaran, aseguró la cronista de la ciudad de México, Ángeles González Gamio.
Con su característico estilo coloquial de contar la historia, refirió que Cortés era un hombre de grandes contrastes, en su personalidad había una dicotomía: era un católico ferviente y piadoso, pero era despiadado y mujeriego, es por eso que en su testamento dejó indicado: ’se ha de hacer un hospital en reconocimiento de las gracias y mercedes que Dios me ha hecho en el descubrimiento y conquista de la Nueva España, y para descargo y satisfacción de cualquier culpa y cargo que pudiera agraviar mi conciencia’.
Dentro del ciclo ‘Hernán Cortés y la hispanidad’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM), González Gamio habló sobre la historia del Hospital de Jesús, donde por cierto está el único busto del conquistador que existe en todo el país.
Esto es increíble, dijo la cronista, porque a pesar de que Cortés sigue siendo una de las figuras más polémicas de la historia de México -con la que no nos hemos podido reconciliar-, ’tenemos que reconocer, nos guste o no, que finalmente el encuentro que se dio con la conquista de Cortés, con todo lo dolorosa y terrible que fue, formó la nacionalidad mexicana’.
La idea de construir un hospital la tuvo Cortés desde muy al principio, pues ya en 1524 fray Juan de Zumárraga dejó un testimonio en sus memorias de que la capilla del hospital de Jesús le prestaba aditamentos para la celebración de la misa y cuando Alonso García Bravo realizó la traza de la ciudad española se contemplaba ya el predio donde se iba a construir el hospital.
Según cuentan la historia y la leyenda, Cortés lo mandó construir en el sitito donde se encontró con primera vez con Moctezuma, en la esquina de Pino Suárez y República del Salvador, lugar en el que recién pusieron una nueva placa de azulejos que recuerda el hecho; sin embargo, algunas investigaciones posteriores situaron la entrevista más al sur, por San Antonio Abad.
Cortés dejó perfectamente establecida la manera como se iba a sostener el hospital -que hasta la fecha funciona y es el más antiguo de América-, pues como pertenecía a una familia de recursos de Extremadura estudió dos años de Derecho en la Universidad de Salamanca, tenía una formación y fue Notario, era un hombre culto y sabía la importancia que tenía llevar registro de todo, explicó la cronista de la ciudad de México, quien es licenciada en Derecho por la UNAM.
Recién desembarcado en Veracruz, Cortés tuvo el cuidado de establecer un Ayuntamiento y empezar a levantar Actas de Cabildo para que quedara constancia de cuanto se hacía e igualmente lo hizo en la ciudad de México después del sitio de 75 días a Tenochtitlan, recordó González Gamio.
Así, dispuso que dejaba la renta de las casas y tiendas que tenía en las calles de Tacuba y Plateros, el producto obtenido de una gran hacienda y los tributos, e incluyó una cláusula de prohibición estricta de que esos bienes se dedicaran a otra cosa que no fuera el sostenimiento del hospital. También especificó que se iba a construir una iglesia e incluso encargó los planos a Pedro Vázquez -quien tuvo que ver con la primera catedral- y los aprobó.
En 1523 se le hizo una pequeña capilla, que después se conoció como la Santa Escuela, porque ahí se daban clases a niños indígenas y con ella empezó a funcionar el hospital, que siguió el modelo del de ‘Las siete llagas’ de Sevilla, un hospital magnífico en España, porque de tal forma lo determinó Cortés, refirió González Gamio.
En virtud de que Cortés fue muy cuidadoso para anotar todo a fin de que quedara un registro absoluto de los acontecimientos, hoy podemos saber que el hospital tenía un médico, un cirujano, un barbero o sangrador, un enfermero y una enfermera, mientras que en lo administrativo disponía de un contador, un abogado, un cobrador, un escribano y un procurador, tres capellanes y un sacristán, una cocinera, una atolera, una colchonera, tres indios y ocho esclavos. También se describía que se pagaban sus sueldos tanto en reales, como con velas, chocolate, casa y alimentos.
Las velas eran muy importantes porque con ellas se alumbraban, y el chocolate era sustancial; una costumbre arraigadísima era que la gente tomara chocolate por los menos cuatro veces al día: al despertar, a media mañana, por la tarde y antes de dormirse, comentó la cronista en su entretenida charla salpicada de curiosas anécdotas, que serán tema de otras notas.
Durante 400 años el hospital de Jesús funcionó tal y como lo había dispuesto Cortés, manejado por un patronato que debería incluir siempre un descendiente suyo; en 1932 cuando ya no hubo en México ningún heredero del conquistador, quedó a cargo de eminentes médicos mexicanos, quienes lo han mantenido funcionando con gran éxito.
Ahí trabajaron los primeros médicos que llegaron de España, entre ellos Pedro López, quien vivió en la plaza de Santo Domingo y su casa tiene una placa, y el cirujano Diego de Pedraza. En ese hospital se hizo la primera autopsia en la Nueva España para los estudiantes de la Real y Pontificia Universidad, era un nosocomio de avanzada porque en sus instalaciones se hicieron las primeras operaciones.
En sus buenos tiempos el hospital de Jesús llegó a tener hasta 80 camas, que era muchísimo para esa época, sostuvo González Gamio; en sus épocas malas tuvo solo 35 camas, porque cuando la última descendiente de Cortés se casó con un italiano y se fue a vivir a Europa, se desentendió del hospital y los miembros del patronato nunca quisieron admitir más gente de la que se podía atender con excelente calidad, porque así lo había determinado el propio Cortés.
Igualmente ordenó que fuera un hospital laico, aunque tuviera su templo, que tardó 65 años en construirse porque la renta destinada por el conquistador para tal efecto fue mermada por los descendientes.
Cortés había conseguido en vida tres bulas papales en las cuales se establecía que los templos del hospital iban a ser majeados por el marquesado del Valle de Oaxaca y por sus descendientes, gracias a ello en tres ocasiones se salvaron los templos y el propio hospital de ser enajenados.
La primera fue en el siglo XVII, cuando el arzobispo Durán ordenó que todos los templos debían pasar a manos del arzobispado y el patronato le mostró la bula papal de que el hospital y sus templos no pertenecían a la Iglesia. Más adelante con las Leyes de Reforma desaparecieron casi todos los hospitales y escuelas porque en su mayoría pertenecían a las monjas, solo sobrevivieron el hospital de Jesús y sus templos, así como el Colegio de las Vizcaínas que pertenecía a los vascos. La tercera vez fue en 1917, cuando la Constitución estableció que todos los bienes inmuebles de los templos pertenecían al Estado y serían prestados a la Iglesia para el culto, pero el patronato peleó porque se trataba de un hospital civil laico y sus templos pertenecían al marquesado del Valle de Oaxaca.
Acotó González Gamio que uno de los mejores patronos del hospital de Jesús fue Lucas Alamán, quien mejoró muchísimo las finanzas y lo mantuvo a flote tras la Independencia, tiempos difíciles porque se desató un odio exacerbado contra Cortés, pues los antihispanistas lo consideraban causante de todos los males de México. Además, tuvo mucho cuidado en hacer la inhumación de los restos de Cortés ante notario y guardarlos muy bien protegidos; la cuestión de los restos de Cortés es un poco como de aventura, pero eso ya se los contó don Luis Everaert, observó la cronista.
Y agregó que originalmente era el Hospital de la Purísima Concepción, pero hay dos versiones sobre el cambio de nombre.
Una cuenta que hubo la rifa de un Cristo entre los hospitales de la ciudad y se lo ganó el de la Purísima, donde primero lo pusieron en el hospital y luego lo pasaron a la iglesia, pero su fama de muy milagroso creció a tal grado que la gente comenzó a llamarle templo de Jesús y por ende al hospital también. La otra es que ese Cristo lo regaló al hospital una indígena muy rica llamada Petronila Jerónima.
Finalmente acabaron por cambiarle el nombre al de Hospital de Jesús, pues todos le llamaban asi; ’eso me fascina, porque aquí las cosas se bautizan como la gente quiere’, manifestó sonriendo la conferencista.
El inmueble en sí, tiene un enorme valor intrínseco por su arquitectura y contiene innumerables obras de arte, como dos retratos de Cortés que al parecer fueron pintados en vida, uno de pie, que es muy conocido, y otro donde está hincado orando, así como pinturas religiosas bellísimas y una cenefa de frescos grutescos en blanco y negro que datan del siglo XVI, y un mural pintado en los años 40 en una de las mitades de la bóveda por José Clemente Orozco con el tema del Apocalipsis. El artista iba pintar la bóveda completa, pero algo pasó; una versión sostiene que se enfermó y ya no pudo continuar; otra, que hubo una discusión porque a los curas no les gustó lo que estaba pintando.
Cuando en la década de 1930 se hizo una ampliación de la avenida 20 de Noviembre, el patronato del hospital aprovechó para ampliarlo y adquirió predios aledaños. La obra estuvo a cargo del arquitecto José Villagrán, ’quien lo rodeó de unas fachadas de tezontle horrorosas y decenas de locales comerciales, pero respetó el interior, que son dos patios preciosos y una escalera palaciega’.
Entonces, por fuera parece cualquier zona de pequeño comercio, ’pero al traspasar el sombrío pasillo se llega a la vegetación y las fuentes, es como si pasáramos del siglo XXI al siglo XVI en instantes, es algo impresionante’, aseguró González Gamio.
Además, en la sacristía del templo se conserva la mesa donde se pusieron los restos de Cortés antes de su última inhumación y un artesonado morisco del siglo XVI -el único que queda en la Ciudad de México- que no se destruyó cuando fueron construidas las bóvedas.
Todas estas obras de arte y la belleza arquitectónica del edificio que data del siglo XVI, lo hacen un sitio histórico que vale la pena visitar dijo González Gamio para concluir su exposición.

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