En las Nubes

Ismael Spíndola Reyes

Ismael Spíndola Reyes
Entretenimiento
Marzo 13, 2017 21:14 hrs.
Entretenimiento ›
Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Esta narración. Hecha en forma por demás amena, vale la pena compartirla. Lo hacemos con la autorización de nuestro amigo. Y en la forma completa, incluidos los prolegómenos.
Resulta que el doctor Fernando Calderón Ramírez de Aguilar nos contó lo que él llama el Cristo de los pasadizos. Nos advierte que su historia es verídica.
Y que este suceso que te voy a relatar es uno de esos casos raros considerados por la creencia popular como un verdadero milagro, el cual llena de esperanza los corazones y alimenta el espíritu del género humano.
Y nutre fervientemente la fe, para tolerar los infortunados avatares de la existencia, que por desgracia son muchos y muy variados, y que impiden la recuperación total del espíritu ante su multitudinaria presencia.
Antiguamente, nos dice, los pasadizos eran muy frecuentes en muchos sitios y servían para el tránsito de las personas en caso de alguna contingencia inesperada.
Sin embargo, en nuestro caso servían para trasladar los pacientes de un hospital de alta especialidad a otro, cuando el caso lo ameritaba, ya fuera por el frio de la noche o por la presencia de una fuerte tormenta con multitud de rayos que mostraban el enojo del cielo.
Quién colocó a un Cristo en el pasaje, en ese sitio de intersección. Nadie lo sabe.
Pero los médicos, camilleros y pacientes le tenían un gran respeto porque se sabía de su actuar consuetudinario en la curación de los enfermos que frente a él cruzaban y contritos rogaban al crucificado, coronado de espinas, por la recuperación de su salud.
A quien le sucedió y tuvo la fortuna de que le ocurriera, nunca ha salido de su asombro, ni termina de dar gracias al Creador por lo acontecido.
Es más, entró a una orden religiosa de esas que aman tanto a los animales como a los humanos y ahora forma parte devota de ella. Es el más esforzado, obediente, disciplinado y humilde franciscano.
Ismael Spíndola Reyes. Doy el nombre con su autorización por si alguien duda y quiere consultar los archivos que contienen la información pertinente del bendito suceso.
Fernando explica este maravilloso relato y a su desafortunada desgracia:
Ismael manejaba en la carretera México-Puebla.
Desde luego no existían las autopistas que hay en la actualidad, así que transitaba por una vieja carretera en mal estado, llena de baches y peligrosos precipicios que sorteaba con rara habilidad, ya que era un conductor excelente y responsable.
Pero tuvo la mala fortuna que un humilde borrico se atravesara en el camino y el automóvil lo chocara de frente el animal. Y al hacerlo, Ismael quedó prensado de la pierna izquierda dentro del vehículo.
Como desafortunadamente suele suceder, el auxilio tardó muchas horas en llegar y la presión sobre su pierna era intensa y sumamente dolorosa, lo que ocasionó una compresión de la arteria femoral que provocaba ya una gangrena isquémica severa.
El proceso de salvamento fue muy complicado y tardado, pero una vez que se logró sacarlo de su vetusto automóvil y se le subió a la ambulancia para ser trasladado al hospital, ya la extremidad mostraba un sufrimiento enorme.
El traslado fue al hospital más cercano en donde desde luego nada pudieron hacer y decidieron enviarle a la ciudad de México para su atención en un hospital de alta especialidad. Esto consumió aún mas tiempo y la gangrena se manifestaba con mayor intensidad.
Una vez que llegó al centro médico adecuado, se le trasladó al hospital que se juzgó más pertinente. Ahí lo revisaron y encontraron aun mas lesiones, sobre todo óseas, mismas que fueron reparadas, pero el problema vascular continuaba siendo la prioridad.
Una vez estabilizado el sistema musculo-esquelético, se consideró prudente su envió de inmediato a un servicio que tenía excelentes cirujanos angiólogos para ver si era posible evitar la amputación, que ya ésta se vislumbraba y se sabía que casi no había esperanza de evitarla.
Cuidadosamente, y con gran afecto y esperanza, se le colocó en la camilla adecuada para su traslado, pero para su mala fortuna el cielo mostraba un enojo singular con múltiples rayos y una tormenta intensa que obligaba a usar los pasadizos para su traslado. Se escogió al camillero más hábil, el cual conocía todos los intríngulis de los pasadizos y se seleccionó a un médico para acompañarlo en el trayecto.
El traslado se inició en forma inmediata y sin contratiempos. El habilidoso camillero se dirigió a los pasadizos y, con gran conocimiento de ellos, inició su recorrido. El médico cuidó que la pierna no sufriera más y continuamente vigiló su posición.
La buena fortuna al circular por ese laberinto fue el toparse con el Cristo crucificado y con su corona de espinas. El Redentor movió sus dulces ojos y observó con inmensa ternura al paciente, quien relata que le dijo ’morí por ti, por tu salvación, asi que te digo que no estás solo, yo estoy contigo y lo que los médicos no puedan hacer lo hare yo, que soy tu Padre. Así que ve tranquilo y confiado en tu destino, que cuando vuelvas yo te reconfortaré. Rézale a mi Padre para que mi palabra se cumpla’.
El médico y el camillero cuentan que extrañamente notaron que la facies de angustia y dolor que el paciente llevaba se convirtió en una cara de paz y tranquilidad, como nunca habían visto una en su vida, y que esa sensación también les fue transmitida.
Después de algunas vueltas más por el pasadizo, llegaron al hospital en donde ya esperaban al paciente y lo entregaron.
Pasó a manos de los angiólogos, de los que se suponía que con su arte, conocimientos e instrumental moderno evitarían la amputación de la extremidad que manifestaba signos evidentes de gangrena. En la sala de operaciones se inició la intervención.
Con gran desilusión, los cirujanos vieron que no era posible salvar la pierna y recurrieron al último recurso, la amputación, la cual se llevó a cabo y una vez retirada, la extremidad se envolvió cuidadosamente para su regreso al hospital inicial en donde, de acuerdo con el paciente, se decidiría si se la enterraba o incineraba. La tristeza de los médicos no tenía límite. Así, dos de ellos y una enfermera prorrumpieron en abundantes lágrimas.
El camillero y el médico que habían trasladado al paciente lo recibieron de nueva cuenta, pero seguían veían la tranquilidad y paz que tenía el enfermo y volvieron a recorrer los pasadizos con él y su pierna amputada a un lado.
Cuál no sería su sorpresa y alegría, que al pasar por frente al Cristo pasó lo indecible. Relatan que sólo vieron la intensa luz y observaron movimientos bajo las sábanas que cubrían el sitio de la pierna, y al acomodar los lienzos notaron que la extremidad estaba en su sitio y tenía excelente movilidad, color y sensibilidad, y que, ante la imagen del Cristo, Ismael le rezaba. a su Padre eterno.
En el hospital hubo gran alegría. Se permitió la realización de algunas misas que los sacerdotes dieron con gusto y alabaron al Señor por el milagro.
Una vez dado de alta, el paciente solicitó su ingreso a la piadosa orden de los franciscanos en donde seguramente se encuentra ahora agradecido al Crucificado por su curación.
Consideramos pertinente, en éstos días santos, platicar este cuento, o relato, de nuestro dilecto amigo, el médico Calderón R de A.
craveloygalindo@gmail.com

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.

Ismael Spíndola Reyes

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.