La comunicación de Dany, Samuel y Consuelo


Por Javier Martín Miranda

La comunicación de Dany, Samuel y Consuelo
Periodismo
Mayo 20, 2014 08:13 hrs.
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Cuando la pareja y su hijo llegó a la fonda parecía una familia normal.

Seguramente hasta lo son, pensó un mesero que los vio entrar.

Antes de sentarse a la mesa todos acudieron a lavarse las manos. El hombre acomodó su saco en el respaldo de la silla. Ella hizo lo mismo con una enorme bolsa y, junto con la carta del menú, pidieron una silla para acomodar a Daniel, su hijo de escasos cinco años.

Samuel, el papá ordenó sopa, arroz con huevo y de guisado solicitó tiempo para elegir.

Ella, un poco ancha, pidió consomé, ensalada de verduras y una mojarra al ajillo.

“Ah, y lo mismo para el niño”, remató Consuelo, la mamá.

Hay agua de horchata, limón con pepino y jamaica.

Ellos, los papás, ordenaron de limón, a lo que el chamaco respondió con un grito de “¡Noooo, de horchata!”

Ellos corrigieron de inmediato: de horchata por favor, señorita.

Ya estaba claro quién mandaba en la familia.

Comenzaron a llegar las ricas viandas y, casi al mismo tiempo, el repicar de los celulares anunciando mensajes o llamadas.

Consuelo fue la primera en responder su celular.

Mensajeó unos minutos y después empezó a alternar la conversación telefónica con cada cucharazo que llevaba a la boca.

Primero la sopa, la ensalada y la mojarra al ajillo.

También postre y café los pasó hablando por su iPhone.

Samuel hizo lo propio respondiendo llamados de la oficina y, seguramente, de algún otro cuate.

Alguien le lanzó alguna pregunta, pidió unos minutos para checarlo con su maestro Google y su comida transcurrió navegando por internet.

¿Y el niño?

Pues simplemente picó un poquito del consomé y otro poquito de la mojarra.

¡Ah, pero eso sí, el resto de los comensales ya no escucharon sus protestas!

Al poco tiempo alguien en la fonda se dio cuenta de que Danielito traía, para su distracción, su propio PlayStation.

Así, todos juntos pero sin dirigirse de más la palabra, salvo aquellas veces en que pedían pasar la salsa o la canasta con tortillas, transcurrió la convivencia a que da lugar una comida familiar.

Consuelo atendiendo por celular asuntos muy urgentes que seguramente le planteaban sus amigas o comadres.

Dany encarando el reto de ganar al adversario a través de su videojuego.

Y, Samuel, regocijándose con el cúmulo de conocimientos al que cualquiera tiene acceso navegando en internet.

Ya después, cada quien hará sus cosas y, quizá, en la noche haya algún tiempecito para que, entre corte y corte comercial de la televisión, platicar de esa deliciosa vida en familia.

O tal vez, en un par de años más, todos por fin se puedan comunicar fluidamente con sus iPhones, a través del whattsapp o el Viber.

Porque ahorita, lo que más parece sobrarles, es vida…

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