La guerra de México

México está en guerra. Nadie lo quiere aceptar pero los hechos lo conforman. Una de las características principales de l guerra es el número de muertos en un país, y en México se han cometido 10,301 asesinatos en los primeros seis meses del presente año, según cifras oficiales.
Los estados con más ejecuciones de enero a junio pasado, son el Estado de México, que hereda una administración de corrupción del anterior gobernador, y con el actual, Eruviel Ávila, se consolida como la entidad más corrupta del país, con mil 136 muertes violentas, y en segundo lugar se encuentra Guerrero, con mil 52 asesinatos reconocidos por el gobierno.
Hay un repunte de homicidios dolosos, en un documento emitido por el Sistema Nacional de Seguridad, del año pasado, señala que en enero de ese año hubo mil 551 ejecutados, mientras que en mayo ascendieron a mil 895 los homicidios dolosos y en junio pasado, mil 828.
En los primeros 26 meses del sexenio del presidente Peña Nieto tenemos 20 mil 566, un promedio de 26 por día. En un solo estado de la República, Veracruz, hay más de 20 periodistas asesinados. Si esto no es un clima de guerra, entonces cómo puede llamársele.
La economía es de guerra, el desempleo creciente, la devaluación, las instituciones frágiles, los líderes endebles, la educación pro los suelos, la violencia permanente y se encuentra en todo lugar. El discurso del poder es beligerante y la protesta social creciente.
Ante este panorama todavía hay quienes en su afán por resistirse a aceptar que hay un clima de guerra en el país, una guerra civil, donde los intereses y necesidades de los gobernantes y gobernados chocan y crean conflictos y adoptan diferentes banderas para disimular sus trincheras y arcar sus diferencias, se tiran a matar.
Continuamente aparecen cadáveres de hombres, mujeres y niños, producto de venganzas relacionadas con el narcomenudeo, si tomamos en cuenta que se asesinan por unos cuantos pesos, se define como una acción que crea un precedente para evitar la impunidad entre quienes venden drogas al menudeo y se sienten engañados o traicionados.
En cambio, en el ámbito político la impunidad campea convocando a seguir delinquiendo en el terreno de la corrupción que pareciera ser el camino más fácil y seguro para que funcionarios públicos puedan hacerse ricos.
La ley que aplica el crimen organizado en su filas, es muy rígido, propia de la barbarie pero contrasta con el permisivo estilo de perdonar los delitos de la administración pública en el país.
En esta guerra la protesta social es criminalizada, quieren imponerle no sólo vías alternas para su protesta, veredas, sino horarios, conductas, léxico y hasta callarles la boca para que nadie se entere de motivo de su protesta. En un panorama de guerra las buenas conciencias protestan por las expresiones de inconformidad que denomina violentas y agresivas contra las instituciones, pero cuáles instituciones. El país en guerra pero exigen la que las manifestaciones sean pacíficas y ordenadas.
Los segmentos más convencionales y previsibles de la población aseguran que las marchas deben ser reguladas, cuando son producto de un ilícito cometido desde el interior del gobierno.
Porque son el génesis de la inconformidad. La protesta social siempre tiene en estos últimos años una justificación real de tomar las calles; el gobierno que se padece actualmente es uno de los peores que ha padecido México, pero esas buenas conciencias encerradas en su automóviles y sin más mundo que el que puede ofrecerle la estrecha ventana televisiva niega el derecho a la protesta por decisiones que esa misma clase media esa afectada.
Por esta simulación, debido este desvío intencional de la conciencia, por la negación sistemática de la realidad es que se produce un clima de guerra en México. Y de seguir condenándose a la pelea la sociedad contra la sociedad, la guerra seguirá y olvidarán que gobernados y gobernantes en un tiempo fueron complemento para ver, con sus propios ojos, que ahora son enemigos a muerte.