Contexto Político
Por Efraín Flores Iglesias
Uno de los grandes pecados de la política y de los políticos es la soberbia. Los soberbios no aceptan que están mal y prefieren la adulación. Se encierran en su burbuja, pues.
Eso es lo que le ocurre al PRI en este momento.
Su dirigencia nacional, encabezada por el tecnócrata Enrique Ochoa Reza, está confiada en que retendrá la Presidencia de la República en 2018 y que ganará la mayoría de las curules en las Cámaras Alta y Baja.
Si en 2012 los mexicanos le dieron la oportunidad al PRI de regresar a Los Pinos, no fue para que se encubrieran los actos de corrupción de ex gobernadores ni de afectar la economía con los gasolinazos.
Los que en ese entonces votaron (la gran mayoría) por Enrique Peña Nieto fueron chamaqueados, ya que nunca se imaginaron que la inseguridad empeoraría a lo largo y ancho del territorio nacional.
Tampoco se imaginaron que ocurrirían escándalos de corrupción como el de la famosa Casa Blanca de La Gaviota (Angélica Rivera de Peña) y que el presidente Peña pidiera perdón a los mexicanos por esa grave situación.
’En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón’, dijo el 18 de julio de 2016, en el marco de la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción.
Por cierto, la imagen del mandatario federal está por los suelos. Más del 88% de los mexicanos desaprueban su gestión. Y eso es un indicativo de que el PRI le puede ir mal en las elecciones de este año y en el que viene.
Lamentablemente sus dirigentes siguen en su burbuja. No entendieron la lección del año pasado, en el que perdieron 7 de 12 gubernaturas en disputa.
Las encuestas en este momento indican que la competencia será entre el candidato eterno (Andrés Manuel López Obrador) y el PAN, sobre todo si Margarita Zavala Gómez del Campo es la abanderada. Es un escenario parecido al de 2006 cuando el PRI quedó en tercer lugar con su abanderado Roberto Madrazo Pintado.
Tal vez sea un espejo del momento, pero de que Peña Nieto le ha hecho daño a su partido, eso está más que claro. El hartazgo contra el inquilino de Los Pinos se reflejará en 2018.
Otro de los puntos flacos del gobierno federal priista es la llamada Cruzada Nacional contra el Hambre, un programa que resultó ser un verdadero fracaso.
Curiosamente el plan piloto de tal Cruzada arrancó en Apango, cabecera municipal de Mártir de Cuilapan, en el estado de Guerrero, el cual no abatió la pobreza ni el hambre.
Para empezar, en Apango (pueblo chico, infierno grande) la marginación social es imperante. Los que se beneficiaron con los comedores comunitarios operados por la Secretaría de Desarrollo Social federal, son los empleados del Ayuntamiento de aquel municipio y los familiares de la alcaldesa Felícitas Muñiz Gómez, según denuncias de los pobladores de dicho lugar.
En Mártir de Cuilapan gobierna el partido Movimiento Ciudadano, cuyo dueño en Guerrero es el empresario Luis Walton Aburto, un ex priista y con fuertes lazos con la familia Alemán Valdés.
En Apango, el PRI es comparsa de Movimiento Ciudadano. Ambos partidos lucran con la pobreza y protegen a la alcaldesa, quien ha sido denunciada con pruebas por actos de corrupción.
El PRI incurre en un error garrafal al pensar que el pueblo le perdonará todas las ofensas. Olvida que en el año 2000 fueron sacados de la Presidencia de la República por esa causa: su maldita soberbia.
La soberbia no es buena consejera. Hace perder el piso a muchos –incluso, a los más letrados–. ’Dale poder a un hombre y lo conocerás realmente’, reza una máxima popular.
Lamentable que el PRI permita que un hombrecillo lo esté llevando al precipicio y le cause vergüenza ante el pueblo de México y la comunidad internacional.
ENTRE OTRAS COSAS… El que debe poner sus barbas a remojar –y vaya que tiene–, es el guerrillerito de papel y ex gobernador de la entidad, Rogelio Ortega Martínez.
Resulta que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) detectó en la Cuenta Pública correspondiente al año 2015, un daño al erario por 165 mil millones de pesos, de los cuales 33 mil millones corresponden a subejercicios y 31 mil 745 a violaciones que derivaron en daño al erario. ¡Zas!
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