Opinión

La clarividencia de los estadounidenses

La clarividencia de los estadounidenses
Periodismo
Septiembre 25, 2016 13:04 hrs.
Periodismo ›
Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com


Es común encontrarnos con comentarios acerca de que nuestros vecinos al norte siempre conocen con antelación lo que habrá de ocurrir con nosotros y quienes moran al sur de nuestro territorio. Sin embargo, eso no es nuevo. Así sucedía desde que eran nuestros los colindantes hacia el lado Este. Seguramente usted, lector amable, se estará preguntando ¿Ahora que le sucede a este escribidor que parece divagar? Sin embargo, no andamos de expedición y lo afirmado tiene sustento en lo que, sin proponérnoslo, encontramos. Permítanos a continuación sustentar esto.
Antes de que llegara la conmemoración del doscientos seis aniversario del inicio de la lucha para lograr la independencia de México, habíamos decidido que nada escribiríamos al respecto. Sin embargo, antier, hurgando los archivos en busca de otra información, nos tropezamos con un ejemplar del periódico ’The Centinel’ editado en Gettysburg, Pennsylvania, el cual fue publicado el 12 de septiembre de 1810. Si, tres días antes de que nuestros próceres se animaran, unos dicen que apresurados por las circunstancias, a salir a defender el reinado de Fernando VII en España. Por ahí iban, nunca esperaron que aquello deviniera en la revuelta independentista que concluiría en 1821. Ni mucho menos que con el acontecer del tiempo provocaría las celebraciones que vivimos hasta finales del siglo XX, antes de que nos cayeran convertidos en (des)gobierno los sinarquistas-panistas y los priístas deslavados de hoy, cuando el aniversario del inicio de la lucha era de motivo de celebración popular espontánea. Pero vayamos al texto que si bien pareciera profético por momentos, no es sino una muestra más de que nuestros vecinos siempre han visto un poquito más allá del inmediatismo que aquí nos empeñamos en tener.
El artículo en cuestión daba inicio apuntando que ’los asuntos del mundo están cambiando de manera permanente, la situación en cada una de las naciones, al igual que las de las familias están sujetas a una mutación constante. La historia nos presenta una serie de revoluciones. Observamos imperios poderosos sometidos a la dependencia…’ Para respaldar esta aseveración, la pieza recurría al ejemplo de como ’antes de que Francia [recordemos que eran los inicios del Siglo XIX] sometiera una gran parte de nuestro planeta, y antes lo intimidara; aun antes de que Roma, el modelo que los franceses siguieron, monarquías que con un poder inmenso prevalecieron en la región del oriente habían dejado de tener importancia. El péndulo de los imperios ha tendido a moverse hacia occidente y no sería improbable que el poder y la ciencia cruzaran el Atlántico.’ Y lo que seguía no tiene desperdicio aun cuando no necesariamente al referirse a América lo hicieran para todo el continente.
Refiriéndose a la forma en la cual las cosas iban acomodándose de este lado del Atlántico, apuntaban: ’cuando vemos ante nuestros ojos los asuntos que dominan el mundo y observamos las regiones inmensas de nuestro continente; regiones cuya población crece con una rapidez sin presente; es difícil resistirse de aceptar convencidos que el tiempo se acerca al hecho de que América encontrara su interés primario en casa. A la par verá los asuntos de Europa lejanos y secundarios.’ Esta situación habrá de generar que ’imperios poderosos se formen en este nuevo mundo, entre quienes las relaciones de guerra y paz estarán presentes; cuya amistad y enemistad serán de gran importancia para cada uno de ellos… ’ Si bien hablaban en plural, ya sabemos lo que en el fondo había tras de esas palabras. Una nación seria la poderosa y las otras habrían de ocuparse más de sus luchas intestinas entre quienes no terminaban, ni estaban dispuestos a dejarlo, de quitarse el grillete europeo y los otros quienes buscaban como iban a enfrentar los tiempos en donde dentro del nuevo esquema de esferas de poder habrían de ver como jugaban bajo las nuevas reglas. Pero retornemos a septiembre de 1810.
Mientras por los rumbos queretanos doña Josefa y don Ignacio jugaban a las escondidillas, el Corregidor sacaba brillo al marfil y Don Miguel dubitativo acababa de definir cuándo habrían de alzarse para defender a Fernando VII, los estadounidenses tenían bien claro cuál era el futuro. Sabían que el estado de cosas no podría seguir como hasta entonces y que era imposible continuar con el sometimiento de los habitantes de estas tierras a los dictados provenientes de España y Portugal. Por ello, afirmaban, ’las colonias son muy fuertes para continuar soportando el yugo impuesto por los europeos.’ Causas morales, apoyadas por eventos circunstanciales, son razones muy poderosas para poder evitarlas. La dependencia política de Europa, una vez rota mediante la violencia, no podrá ser reinstaurada ni por la intriga, ni a través de la fuerza. Brasil ya es en este momento un imperio, y muchos otros habrán de crearse en los territorios que hoy pertenecen a España.’ La afirmación no resultaría cierta, pero en aquellos tiempos el redactor del escrito no lo miraba así y continuaba su perorata afirmando que ’cuando estas revoluciones inmensas suceden en el mundo, están precedidas por causas visibles cuyos efectos son casi ciertos…’ Por ello, ’aquellos a quienes se les confían los destinos de una nación deben estar preparados siempre para afrontar eventos que pueden ser predichos y nunca deben de ser sorprendidos por las consecuencias que las revoluciones traigan…’ En este contexto, afirmaba que ’la independencia de la América Hispana es uno de esos eventos. Solamente aquellos quienes continúan creyendo que este mundo fue hecho para Napoleón y que todo distanciamiento de sus deseos, si no es impío, debe ser vano, pueden dudar que este continente…puede gobernarse por sí mismo.’ Aun no aparecía la Doctrina Monroe, ni mucho menos oficialmente se adoptaba la política de las esferas de poder, pero en los EUA ya estaban preparándose para el futuro en donde el mundo habría de dividirse en zonas en donde las grandes potencias tendrían sus parcelas en las cuales uno a otro habrían de respetarlas. Hoy doscientos años más tarde este tipo de discusión vuelve a estar presente, aun cuando pocos sean los que alcancen a ver lo que actualmente hay en disputa en la contienda interna de nuestros vecinos al norte. Dejemos de elucubraciones sobre el presente y volvamos al pasado.
En ese ayer, se afirmaba que ’la separación completa de los países de América de Europa será un hito en la historia de la humanidad, y habrá de convertirse en un evento de importancia fundamental para el mundo civilizado.’ Y aquí aparecía lo que afirmamos líneas arriba, se apuntaba que ’para ningún país sobre la superficie terrestre será más importante que dicha separación se efectué que para los Estados Unidos de América.’ Posteriormente a esto, viene una alegoría que permite encubrir cualquier cosa que parezca apetito de poder. En el escrito de 1810, se leía que ’un cambio de esta magnitud nos proveerá [a los EUA] con vecinos formidables los cuales estarán en condiciones de manejar sus asuntos, ejercer su poder y emitir juicios sin la interferencia de otros. El Atlántico no actuara más como una barrera entre los EUA y las naciones poderosas de la tierra, ellas estarán ahora en la cercanía de nuestras fronteras…’ Cuando leímos esto, nos pareció apreciar que quien lo haya escrito conocía perfectamente a nuestras naciones y sabía que los habitantes de entonces, como los de ahora no solamente en nuestro país sino en todo el resto del Continente Americano, nunca podríamos ponernos de acuerdo para trabajar hacia un solo objetivo. Cada quien montado en su creencia. Entre unos que aducían, alegan, el dedo divino les escrituro la patria y otros que se montan en todo lo que les venden como moda, el raciocino se va de paseo y seguimos atascados, a la par que las luchas intestinas predominaban y lo siguen haciendo. Mientras tanto, los vecinos veían como les afectaría que las hoy naciones latinoamericanas se independizaran y como habrían de enfrentarlas.
En ese contexto, partían de afirmar que ’cualquier persona que observe el mapa de Norteamérica vera que es imperfecto con respecto a la forma en que habrán de darse las relaciones entre los EUA y los imperios nuevos que se crearan al sur y oeste de su frontera. Por ello, es necesario inducir que las relaciones se basen en confianza mutua y amistad; de no darse habrá siempre motivos para que se generan conflictos bélicos, celos y que, desafortunadamente para todos, el sentimiento nacionalista predomine.’ Como catálogo de buenos deseos podría pasar este párrafo. Sin embargo, en la realidad no podría ser llevado a la práctica. Ellos mismos, los estadounidenses ya estaban proyectando como habrían de sacar la mayor raja posible de la geografía cuando en el mismo artículo afirmaban cuán importante era el área de Florida que conectaba al Atlántico con el Río Mississippi y generaría una área extensa muy fértil que además permitiría el transporte de mercancías, algo que beneficiaría a los estados de Georgia, Carolina del Sur y aun Virginia. Reconocían que toda esa área de navegación posible no sería factible desarrollarla dado que la Florida pertenecía a España y por lo tanto era necesario o bien adquirirla o mantener relaciones amistosas con el país que la poseía. Recordemos que fue en 1811 cuando el Presidente James Madison incorporó la parte occidental de esa entidad a su país y que en 1819, mediante lo Tratado Adams-Onis, todo el territorio pasó a manos de los estadounidenses. Dejemos estas disgregaciones breves sobre movimiento de fronteras estadounidenses para retomar como nos veían antes de que siquiera se soltaran los primeros pistoletazos y machetazos en contra de los ibéricos que se atravesaban por los caminos guanajuatenses tratando de parar a los insurrectos.
Respecto a nuestro país, se afirmaba: ’Nuestra [la de los estadounidenses] situación con respecto al Nuevo-México [así nos llamaban] es extremadamente delicada. Esta provincia que probablemente se convertirá en un imperio [así apuntaba ’The Centinel’], se une a los Estados Unidos a través de la frontera oeste. La extensión y fertilidad de su suelo posiblemente lo transformen en una nación poderosa en un periodo no muy lejano tras de que disfrute las ventajas de autogobernarse.’ Los comentarios se los dejamos a usted lector amable para que cavile acerca de porque fuimos incapaces de alcanzar esa proyección que sonaba tan halagüeña.
En lo que pareciera ser una proyección de lo que vendría tiempo después, el autor de la pieza apuntaba que ’los límites entre los Estados Unidos y México están desatendidos. Uno y otro reclaman hasta donde se extiende el territorio que poseen y que llega hasta los cauces que transportan el agua del Mississippi. El ajuste de tales límites será siempre un trabajo delicado y difícil. No es raro que para zanjar diferencias de tal magnitud sea necesario el empleo de la espada. Sin embargo, cuando aparecen diferencias como las que ahora existen entre los Estados Unidos y México, se requiere una gran moderación y buenos deseos mutuos para llegar a un acuerdo sin que devenga en una guerra larga y desastrosa. Si ambos persisten en sus reclamos el dios de la guerra habrá de decidir quien posee la razón.’ Una vez que se llega a una situación como esa, ’alcanzar acuerdos amigables habrá de depender más de situaciones fortuitas.’ A pesar de esta advertencia velada, el artículo concluía posteriormente que la situación a generarse una vez que las naciones latinoamericanas fueran independientes era extremadamente delicada y debería de ser tomada en cuenta por todos. Aun cuando enfatizaba que debería ser la amistad algo que el vecino debería de cultivar siempre.
Mientras, en 1810, los estadounidenses ya se planteaban los escenarios que habría de prevalecer once años más tarde en nuestras tierras, aquí todos los integrantes de las clases dominantes se preocupaban más por ver como mantendrían mañana su posición. Nada de pensar en escenarios de largo plazo, toda era la inmediatez. Desafortunadamente en dos centurias, un lustro y un año al país le han sobrado grillos, aprendices de políticos, políticos y hombres de negocios, pero hemos carecido de empresarios y estadistas los cuales hemos tenido solamente en número de tres y dos respectivamente a lo largo de la historia. Y con lo que hoy tenemos a la mano, pues no nos alcanza para nada más que andar haciendo el papel de entrometidos, en grado de servidumbre, allá en donde el porvenir está definido y nosotros no sabemos cómo habremos de participar en ese orden nuevo. Mientras el futuro nos alcanza, seguimos trabados en un conflicto doméstico tras otro, olvidando lo que eso nos ha redituado en un pasado que otros vieron con antelación en su presente. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Solamente los inocentes pueden sorprenderse. Si brinda con ella es porque siempre ha sido uno de ellos. ¿Acaso ignoraban esto los regenteadores el partido ’escort’?
Añadido (2) Pena ajena da ver en lo que acabaron los autollamados adalides de la justicia social integrantes del partido ’escort.’ Están esperando a ver si el fulano a quien sirvieron desea darles siquiera para pagar el taxi de regreso.
Añadido (3) Allá afuera siempre habrá organizaciones dispuestas a convertir en: el mejor financiero mundial, una de las universidades más prominentes del planeta o un estadista al que este dispuesto en ponerse de acuerdo, faltaba más. Todo es cuestión de juntar la morralla, y otro poco, para que le den el premio que usted considere resalta sus virtudes más preclaras.
Añadido (4) Ayer dieron inicio las celebraciones para conmemorar el centenario del natalicio de quien fuera el último héroe mexicano, El Santo. Desde que se fue, al país no le ha ido nada bien. Pura coincidencia. Bien harían los miembros de la clase gobernante en unirse al festejo. Ante la ineficiencia e ineficacia de sus políticas, en una de esas, puede que le atinen y terminen con el conjuro.

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.

La clarividencia de los estadounidenses

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.