Opinión

La embestida clerical a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos



La embestida clerical a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
Periodismo
Febrero 03, 2017 18:38 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com


Mañana domingo 5 de febrero, se conmemora el centenario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos elaborada por un grupo de mexicanos de excelencia encabezados por el coahuilense Venustiano Carranza Garza cuya virtud fue escuchar y aceptar quedaran plasmadas en el documento propuestas las cuales no necesariamente formaban parte de lo que él inicialmente había planteado. Dado que lo nuestro es la historia, decidimos irnos a buscar como fue recibido dicho documento por el grupo que siempre ha sido opositor al progreso del país, los miembros de la alta jerarquía católica. Al optar por hacer esta revisión histórica, no pudimos sustraernos recordar que sí aún estuvieran entre nosotros las únicas dos personas quienes, con toda autoridad, podían reprendernos por no estar de acuerdo con nuestros escritos, afortunadamente fueron pocas las veces en que lo hicieron, nos volverían a repetir: ’ya no escribas sobre ese tema, nadie te va a leer…’ Sin embargo, les recordaríamos, como siempre lo hicimos, que ellos nos educaron como Liberales en el sentido de LOS HOMBRES DE LA REFORMA. Además, decimos ahora, seguramente serán muy pocos quienes aborden el centenario en cuestión desde esta perspectiva que nada tiene que ver con la interpretación de la fe que cada quien tenga. Por eso, decidimos contar lo que acontecía aquellos días de hace cien años cuando los enemigos del progreso trataban de retrasar el reloj de la historia, mientras que la patria luchaba por instaurar una forma de gobierno que le permitiera crecer y desarrollarse.
Para poder lograr lo anterior, fue necesario que las fuerzas revolucionarias empezaran por echar, a balazos y mediante negociaciones, a un sujeto a quien tanto su socio, el execrable Henry Lane Wilson, como su confesor, el padre Francis P. Joyce, calificaban como un católico devoto, el chacal Victoriano Huerta. En este contexto, cabe recordar que tanto ’amor’ de la curia por este sujeto provenía del apoyo, no necesariamente representado por rezos, que le dieron para asesinar al Presidente Francisco Ygnacio Madero González. No olvidemos que, al día siguiente del hecho, las campanas de los templos replicaron de gozo sin pensar que su criatura era espuria y los hombres del norte del país no lo aceptarían. Para que no quedara duda de qué lado estaban, los miembros de la jerarquía católica publicaron, a principios de 1914, una carta pastoral condenando la rebelión encabezada por Carranza en contra del ’gobierno legítimo’ y previniendo a los católicos de que si apoyaban a los rebeldes habrían de ser condenados al calor de los infiernos, lo cual seguramente provocó que por aquellos rumbos se preocuparan pues las cosas pintaban para tener una demanda creciente. En consecuencia, no es difícil encontrar la explicación al porque don Venustiano no les guardaba ninguna simpatía a los clérigos. Como muestra de ello, a finales de 1914, el 12 de diciembre, emitió un decreto que ponía en vigor las Leyes de Reforma. Con la pluma encendida, el 25 de ese mismo mes, publicó las Leyes del Divorcio y más tarde el 29 de enero de 1915, emitió una enmienda al Código Civil mediante la cual autorizaba dicha disolución legal del matrimonio. Sin embargo, algo le faltaba para asegurar un lugar en el averno, según la versión clerical, y eso sucedió cuando, a finales de 1916, convocó a un Congreso Constituyente para redactar una Carta Magna Nueva.
Mientras en Querétaro estaban reunidos los hombres quienes miraban hacia el futuro, en otros lados los agentes de la reacción, encabezados por la clerecía, armaban la estratagema en busca de retornar al pasado. Uno de ellos era el ciudadano Giacomo Della Chiesa al cual sus seguidores identificaban como el papa Benedicto XV quien en calidad de tal, el 26 de enero de 1917, dirigió un telegrama al Presidente Woodrow Wilson en el cual le solicitaba que hiciera uso de su gran influencia sobre México y lograra que dejaran libres al arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez y al arzobispo de México, José Mora y Del Río a quienes se detuvo por conspirar en contra de Carranza y apoyar a Villa (en el original en latín ambos apellidos están escritos con minúsculas como una muestra del desprecio que hacia ellos sentía el ciudadano romano). Don Giacomo jugándole al inocente argüía que tal vez las pasiones políticas los habían llevado a manifestarse de esa manera y, en plena carrera, solicitaba al presidente Wilson que convenciera a los mexicanos de que se los dejara libres para que fueran juzgados por la santa sede. Wilson no le respondió ya que no existían relaciones diplomáticas entre la iglesia católica y los EUA. Sin embargo, su secretario Joseph Tumulty se dirigió al delegado apostólico, Giovanni Bonzano indicándole que Orozco andaba huyendo y que a Mora le darían oportunidad de defenderse para lo cual sus seguidores reunían dineros en México y así cubrir los emolumentos de los abogados. Esto era el preámbulo, o si se quiere la orden de arranque, para que en cuanto apareciera la Constitución los sacerdotes mexicanos se manifestaran en consecuencia.
Como todos lo sabemos, la Constitución fue promulgada el 5 de febrero y no terminaba aun de secar la tinta con que fue escrita cuando, el 24 del mismo mes, los miembros del Episcopado Mexicano elaboraron una carta pastoral en la cual argüían que la Constitución, ellos la llamaban código, hería ’los derechos sacratísimos de la Iglesia Católica, de la sociedad mexicana y los individuales de los cristianos, proclama principios contrarios a la verdad enseñada por Jesucristo…’ Asimismo, negaban su respaldo a la asonada de Huerta y haberlo apoyado en su lucha contra el Ejército Revolucionario. Pero vayamos al cuerpo de su protesta.
Se oponían a que la educación fuera libre y sin contenido religioso, a la desaparición de las órdenes religiosas; se permitiera que cada quien escogiera la religión que más le conviniera o deseara; los actos religiosos se efectuaran exclusivamente en los templos y bajo la supervisión del gobierno federal (estimamos que esto de la vigilancia lucía excesivo, pero entonces no lo era del todo dadas los antecedentes de la curia). Lo que verdaderamente les molestaba era que en, el artículo 27, se estableciera que todos los edificios y terrenos que fueran propiedad de la iglesia pasaban a ser propiedad del estado mexicano. Asimismo, les prohibía que ellos o sus familiares y las organizaciones religiosas administrarán instituciones de caridad. En igual forma en el artículo 130, se les negaba poseer personalidad jurídica, a la vez que a los clérigos se les debería de tratar como a cualquier otro profesional, debiendo ser mexicano por nacimiento, no poder participar en política y obtener un permiso especial del gobierno para abrir una iglesia nueva. Criticaban que la Constitución declarara el matrimonio como un contrato civil, ya que, decían ellos, es una definición dogmática y el Estado no tiene ese derecho. Seguramente para la curia la unión de un hombre y una mujer debería de darse en condiciones de adquisición de la segunda en algo que semejara un mercado de esclavas. Adicionalmente, en abril, el episcopado envió un mensaje a los clérigos recordándoles los lineamientos que se habían establecido en el Consejo Plenario Latinoamericano, mediante los cuales se ’sugería’ a los padres de familia no enviar sus hijos a escuelas que no pertenecieran a una orden religiosa católica. Como muestra de que los clérigos mexicanos no estaban solos en su embestida en contra de la Constitución Mexicana, ese mismo mes de abril, los sacerdotes estadounidenses también emitieron su opinión.
En la publicación católica, entonces la más importante de esa fe en los EUA, ’Extension Magazine,’ aparecieron un par de artículos. Uno firmado por el arzobispo de Saint Paul, Minnesota, John Ireland quien mencionaba que ’el llamado partido constitucionalista bajo el liderazgo de Venustiano Carranza, al perseguir a la iglesia católica atenta en contra de los principios de libertades civiles y religiosas, tan apreciados por los estadounidenses en su suelo propio, harán que no perdonen tal afrenta que se comete en México.’ Por su parte, el obispo de Oklahoma, Francis Clement Kelley argüía que la minoría en el poder en nuestro país estaba temerosa de la iglesia quien poseía suficiente fuerza para hacer que los más de dos tercios de la población que profesaba dicha religión se lanzaran en contra de los revolucionarios. Sin embargo, magnánimamente, aclaraba que no lo harían. ’El objetivo de los revolucionarios es quitar el mayor poder posible a la iglesia para hacer que la iglesia haga uso del que hoy tiene. La iglesia vive bajo la amenaza de la extinción… La iglesia es la gran paria en un país al cual convirtió a la civilización y le ofreció la oportunidad de que sus habitantes adquirieran conocimientos…’ Y tras de eso procede a enumerar como antes de la bendición que recibieron los mexicanos nativos vivían en un estado de salvajismo, idolatría, prevalencia de sacrificios humanos y estratificación social. De no haber sido por la labor de los frailes, decía Kelley, aquello hubiera prevalecido. Todo eso, apuntamos nosotros, que se desvaneció gracias al uso del látigo, la espada, el hierro candente, la aparición de santos y vírgenes, las acciones bondadosas de la inquisición, la clasificación de los individuos por orígenes raciales y la promoción de la educación para hacerlos especialistas en canticos y rezos religiosos, todo instrumentado bajo la protección de la cruz. Pero eso es historia más lejana, volvamos al entonces de 1917.
Después de retornar del exilio. El arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, no perdió tiempo para mostrar quien era el líder de los contestatarios. El 4 de junio de 1917, publicó una carta pastoral en la cual, después de apoyar la carta pastoral de febrero, procedía a criticar las disposiciones establecidas en la Constitución, al tiempo que indicaba era ’tiempo de revivir entre nosotros el espíritu católico verdadero y eliminar todo compromiso con los errores modernos [a lo lejos se escuchaban los ecos de la encíclica Silabario de Errores que Giovanni Maria Mastai-Ferreti, el papa Pío IX, emitiera el 8 de diciembre de 1864] condenados por la iglesia.’ Asimismo, enfatizaba que los revolucionarios tenían como objetivo ’sojuzgar y oprimir a la iglesia hasta el punto de suprimir su nombre.’ Pero la arremetida no se detenía.
Once días más tarde, el papa Benedicto XV envió un comunicado a los miembros de alta jerarquía católica en México a quienes felicitaba por la actitud asumida en la carta pastoral de febrero. Asimismo, les mencionaba que ’al protestar, obligados por la firme conciencia de nuestro deber, contra las injurias inferidas a la Iglesia y el detrimento causado a los intereses [¿pecuniarios?] católicos, habéis cumplido una obra propia de vuestro oficio pastoral y muy digna de Nuestro elogio…Algunos de los artículos de la ley nueva ignoran los derechos sagrados [¡!] de la iglesia, mientras que otros abiertamente los contradicen.’ Aquí cabe anotar que desde el 21 de abril, Orozco y Jiménez ya contaban con la bendición de su alto mando para no detenerse, en esa fecha le fue enviada una carta firmada por el secretario de estado, Pietro Cardenal Gaspari,, quien le comunicaba que el papa aprobaba sus acciones y le felicitaba por defender a la iglesia.
En ese contexto, el arzobispo de Guadalajara remitió un escrito al Presidente Carranza Garza, en el cual se quejaba de la forma en que las autoridades de Jalisco trataban a los católicos a quienes acusaban de violar lo dispuesto en la constitución. Pero el embate a la Constitución continuaba al otro lado del Bravo.
Durante los primeros días de septiembre de 1917, reunidos en Kansas City, los miembros de la Federación Estadounidense de Sociedades Católicas adoptaron una resolución condenando a la Constitución Mexicana. Una postura similar fue la que escogieron los obispos estadounidenses reunidos en la Universidad Católica de Washington. Los prelados argüían que el gobierno de México le debía su existencia a los EUA. Después de hacer todo tipo de considerandos en contra de las disposiciones jurídicas asentadas en la Constitución, veladamente lanzaban su requerimiento. Decían que ’actualmente nuestro país [los EUA] está inmerso en una guerra debido principalmente a que su honor e integridad han sido lastimados por un poder autocrático. Hemos heredado de nuestros ancestros el espíritu democrático basado en los ideales y preceptos cristianos.’ Y decimos nosotros para que sean utilizados por otros, pues su organización es la más antidemocrática que se conoce a lo largo de la historia o ¿Alguien puede espetarnos lo contrario? Por ello, planeaban enviársela al Presidente Wilson demandándole que tomara cartas para corregir las irregularidades que sucedían en el país vecino. Sin embargo, el arzobispo de Baltimore, James Cardenal Gibbons decidió retenerla al considerar que el mandatario estadounidense estaba más preocupado con la guerra en Europa que en andar solucionándoles su problema de ver como mantenían sus prerrogativas y propiedades al sur del Bravo.
También por los rumbos del sur, pero del Suchiate hacia abajo, los jerarcas de la iglesia católica, desde Guatemala hasta Chile, se entrometieron en un asunto que no era suyo. Un ejemplo del tenor de las protestas lo muestra el documento emitido por el episcopado de Perú en el cual se asentaba que ’la constitución daña escandalosamente los derechos de la Iglesia, y paraliza completamente sus acción benéfica en los hogares , en la sociedad y en la nación… expresaban el deseo de que la persecución odiosa cesara… y los arzobispos y obispos pudieran salir del ostracismo para continuar impartiendo a sus ovejas amadas la labor pastoral en favor de la causa de la libertad...’ A las protestas latinoamericanas, se unirían las provenientes de Francia y España.
Lo descrito líneas arriba fue apenas el principio, durante los nueve años siguientes las presiones arreciarían. El arzobispo Orozco y Jiménez, apoyado por el jesuita francés, Bernard Bergöend, no descansaría hasta lograr que nuestro país se viera inmerso en un enfrentamiento armado entre el gobierno mexicano y los católicos fanáticos. Lo consiguieron en 1926 cuando nos llevaron a una reyerta estúpida en la que perdieron la vida inútilmente más de cien mil mexicanos. No pudieron impedir el nacimiento del estado mexicano moderno, ese que nos proveyó con crecimiento y desarrollo económico. Sin embargo, a lo largo de una centuria no han cejado en su empeño por deshacer aquel documento que les quitó privilegios, muchos de los cuales se los regresaron en aras de una modernidad supuesta, lo cual lo único que les trajo es que ahora sus miserias sean del conocimiento público, sus dirigentes hayan perdido el respeto que alguna vez tuvieron entre la mayoría de la población y cada vez sean menos los adherentes a esa interpretación de la fe. En este contexto, no debemos de olvidar que cada vez que alguien salga a recomendar que eliminemos la Constitución para dar paso a una nueva, debemos de revisar si detrás del sugerente no está alguna mano luciendo un anillo prominente moviendo los hilos. Mientras tanto, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, a pesar de los más de seiscientos remiendos, continúa manteniendo como válidos la gran mayoría de sus preceptos y soportando las embestidas de malos gobernantes, aprendices de políticos y de la clerecía a quienes cien años no les han bastado para saciar sus ansias de revancha en contra de un documento que los privó de muchos de sus privilegios e hizo que se cuestionara si su accionar era puramente celestial. Ahí están los datos duros sustentados en documentos primarios que lo prueban.vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) En la UNESCO fueron de entrometidos a mostrar que lo de ellos no es la diplomacia, ni la historia. En ese mismo contexto, nos resultaron piel de cebolla y ahora, se cuelgan de cualquier clavo ardiente en busca de aparecer como defensores del honor patrio. Pobre diplomacia mexicana en manos de quien fue a caer.
Añadido (2) Aquí lo escribimos, lo indicado era plantarse de frente. Si eso hubiera hecho, hoy no tendrían que andar desmintiendo versiones periodísticas acerca de las cuales nosotros no tenemos elementos para calificarlas de confiables o no, pero que muchos toman como verdad eterna, y dado que de este lado la credibilidad es escasa, pues…
Añadido (3) Muy satisfechos deben de estar, lograron imponer record. El monto de las remesas, en 2016, alcanzó los 26 mil 970 millones de dólares. Ante esa cantidad que son mil millones de pesos (+/- 48 millones de dólares) para defender (¡!) paisanos. ¿Se imaginan que sucedería si se regresan siete millones de connacionales y deja de llegar esa cuantía? Fracasaría la única política exitosa instrumentada en dieciséis años. Por supuesto que no hay que darles todo el crédito a los actuales, debemos de reconocer los esfuerzos realizados por los grupos que encabezaron el lenguaraz ignaro y el devoto mangas largas.
Añadido (4) Vaya muestra de intolerancia la exhibida por los estudiantes de la Universidad de California-Berkeley. Esos son quienes dicen defender la democracia y la libertad de expresión, claro siempre y cuando se les diga lo que ellos quieren escuchar. Al observar el actuar de los californianos iracundos de hoy, no pudimos sustraernos al recuerdo de las imágenes que plasman el accionar de aquellos nacional socialistas alemanes de los años treinta y cuarenta del siglo pasado.

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