Textos en libertad
José Antonio Aspiros Villagómez
Ahora que se han cumplido 365 años del natalicio de la poeta novohispana Juana de Asbaje (12 de noviembre de 1651), es pertinente recordar que aún hay una brizna de duda sobre la autenticidad de sus presuntos restos. Y que tanto la osamenta como el medallón que cubría su pecho, ya están bajo la debida custodia, aunque no juntos.
El 24 de noviembre de 1978, los reporteros que cubríamos las excavaciones del Templo Mayor, en el centro de la Ciudad de México, nos trasladamos al ex convento de San Jerónimo (Izazaga 92), donde la señora Margarita López Portillo, hermana del presidente, dio la noticia del hallazgo de los presuntos restos de Sor Juana.
Así se coronaban, dijo, los trabajos hechos en silencio durante varios años para la restauración del convento. La monja había sido localizada la víspera, al lado de varios cuerpos más, en el subsuelo del coro bajo del edificio
La entonces directora de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) de la Secretaría de Gobernación, fue cauta y afirmó que había entre 80 y 90 por ciento de posibilidades de autenticidad. Pero ofreció tantos datos sobre el ataúd distinto a los demás, el hecho de que fuera el único cuerpo con medallón en el pecho, y otros elementos parecidos, que a ella no le quedó duda sobre la identidad.
Empero, en abril de 2015, cuando se cumplieron 320 años de la muerte de la monja, la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, Carmen Beatriz López-Portillo Romano, declaró que ya existía el 99 por ciento de seguridad de que eran genuinos aquellos huesos.
A muchos de quienes acudimos al anuncio hecho en 1978, los guaruras de la hermana de José López Portillo nos impidieron a empujones, casi a golpes, seguir al grupo de gente cercana que la rodeaba para ir a ver los huesos ya color ébano de la monja jerónima, iguales que el color de su caja, después de la conferencia de prensa.
El ex convento tuvo diversos dueños tras su abandono debido a las Leyes de Reforma, pero en 1971 lo rescató el gobierno y desde entonces es propiedad de la Nación, pese a lo cual y gracias a un decreto presidencial en 1976 -evidentemente de José López Portillo- allí funciona una universidad privada y, dentro de ella, hay un museo de sitio cuya pieza más importante son los supuestos restos de quien vivió allí los últimos 26 de sus 44 años de vida.
En la nota que escribió entonces este tecleador, decía al final que, ’extraoficialmente, Notimex supo que la búsqueda de los restos de Sor Juana iba a ser suspendida este mes y su hallazgo fue fortuito’.
El 7 de junio de 1979, apenas medio año después del anuncio, el antropólogo que había trabajado en la búsqueda, Arturo Romano Pacheco, aseguró que, luego de ’minuciosas investigaciones’, se pudo comprobar que sí era la osamenta que se suponía, certeza que reiteró el año pasado la rectora ya citada, cuando declaro también que, "para nosotros, la investigación terminó’.
Nadie ha discutido eso, pero sí hubo entre intelectuales e investigadores discrepancias que nos han confundido, en torno a la fecha de su nacimiento, a raíz de que fue encontrada un acta de bautismo, posiblemente de ella, datada en 1648 y no en 1651 que es el año formalmente reconocido. Un dato dudoso que, sin embargo, en nada disminuye la magnitud del trabajo literario de la poeta del Siglo de Oro.
Pero resulta que, en diciembre de 1989, el director del Instituto Mexiquense de Cultura, José Yurrieta Valdés, denunció ante la Procuraduría General de la República el robo del acta fechada en 1651, apenas detectado, pero ocurrido tres años antes en la parroquia de San Juan Chimalhuacán.
El funcionario dijo tener información extraoficial de que el documento sería subastado por la casa de remates Sotheby’s, de Nueva York, con un precio de salida de 48 mil 500 dólares.
Nunca quedó en claro el caso pero, años después, el acta -¿la misma?- ya estaba en su sitio. En su portal de Internet, adabi.org.mx, la asociación Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, de la Fundación Alfredo Harp Helú, informa que en 1994 emprendió el rescate del acervo documental de la parroquia de San Vicente Ferrer en Chimalhuacán, y ’se rastreó la serie bautismos de 1645 a 1653 en busca del acta (de Juana de Asbaje) y no se encontró’.
Pero al año siguiente y con los auspicios del Instituto Nacional de Antropología e Historia, ’intervino el acervo y encuadernó grupos de documentos del siglo XVII y en uno de estos encuadernados ubicaron, una vez hallada, el acta de bautismo de Sor Juana que se encuentra en la caja número 1, en la foja 16 vuelta de libro número 3 de bautismos’.
Y qué decir del medallón. La señora López Portillo lo guardó en su casa y fue hasta noviembre de 1995 cuando lo entregó, no al INAH como debió haber hecho, sino al Museo ‘Sentimientos de la Nación’, del Palacio Legislativo. Los periodistas le preguntaron por qué tenía en su poder el objeto, y dijo que por seguridad, pues estaban arreglando el claustro.
Pero también declaró: ’estas cosas son propiedad mía, yo las pagué, pero hubo cosas un poco difíciles y prefiero no hablar de ellas’, en probable alusión a desavenencias familiares. A insistencia de los reporteros, finalmente aceptó que el medallón era del pueblo, al que se lo entregaba con su ’mayor emoción y respeto’.
El diario El Universal dio seguimiento al tema, y publicó una entrevista con la sobrina de Margarita, la rectora de la Universidad del Claustro, quien dijo que el medallón nunca debió salir de allí, y pediría al Congreso que se lo devolviera, lo cual no ocurrió.
El año pasado, en ocasión del aniversario luctuoso de la poeta novohispana, sus restos hicieron un recorrido por el claustro de San Jerónimo y quedaron finalmente depositados, tal como fue su última voluntad, aunque sin su medallón, en el sitio de su hallazgo, el mismo de su descanso desde el 17 de abril de 1695.
