Las trampas del tiempo o conmiserarse de la espera ajena


De cuando el tiempo nos recuerda que su naturaleza y elasticidad pertenece a uno mismo.

Las trampas del tiempo o conmiserarse de la espera ajena
Periodismo
Agosto 28, 2016 16:36 hrs.
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Alex Sanciprian › todotexcoco.com

Texcoco, Edomex.- Al ponderar la escala de valores es posible el arrebato de aclarar sin miramientos, sin matices: me urge cambiar. Pero también es posible que en automático se aplique cierta dosis de desenfado o la coartada de advertir... Es que no tengo tiempo para ti. Ahora estoy en otros asuntos, prefiero hacer algo distinto.


Leí hace poco en una entrevista al filósofo George Steiner (ElPais,Babelia,02.07.16) que al referirse a temas como el silencio y el tiempo dice lo siguiente: ’Los jóvenes ya no tienen tiempo... de tener tiempo. Nunca la aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y otra cosa: no hay que tener miedo al silencio. Solo el silencio nos enseña a hallar en nosotros lo esencial’.


Es paradójico, en efecto, el tiempo todo lo da y todo lo quita.


Es la predisposición o propia disponibilidad de asumirse en alguno de los siguientes mundos: Aquel del reloj que manda la rutina de los hombres o cuando la espera lo paraliza y la emoción lo acelera.


El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal.


El tiempo es conflicto, propicia manera de mostrarnos ante la realidad, la continuidad de los días. Es decir, el tiempo se teje o desteje al libre albedrío. Pero también se impone por el orden como se establecen las prioridades.


El tiempo se escurre de la existencia y no alcanza, con frecuencia. Y es común que el tiempo igual se convierta en tedio, fastidio.


El tiempo es clave, reto, imaginación.


Los ahoras, por decirlo de algún modo, se yuxtaponen y entonces se genera la inminencia del absurdo.


De la mano de San Agustín el tiempo es dialéctico, interior, propio a reivindicaciones supremas.


Y sin embargo siempre hay queja sobre el tiempo, de toda índole.


En el comienzo fue la queja


Y se impone la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que pensaste o dijiste ’es que no tengo tiempo’?


¿Cuándo fluya la queja por su escasez?


¿Será acaso que estamos limitados, pobres de tiempo?


Es una magnífica trampa decirse, asumirse víctima del tiempo.


¿Cómo hacerle para tener tiempo suficiente para nuestros asuntos?


El dosificar acciones, intenciones, prioridades, retos, metas, ayuda. Definir la ruta de esas tareas aligera la carga, el sentimiento de que el tiempo se nos viene encima, y devora, aniquila.


Cuando la disposición de emprender, consumar la escala de valores se rige por la tiranía del reloj, del tiempo lineal, de la pérdida del encanto por ciertas prioridades surge, puntualmente, la espantosa excusa: no he tenido tiempo para...

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