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Lo Real de Guerrero: lo mataron como a un perro

Lo Real de Guerrero: lo mataron como a un perro
Periodismo
Junio 27, 2017 20:00 hrs.
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Miguel Ángel Mata Mata › guerrerohabla.com


Mataron a Juan Valadez, activista político del PRI en el poblado Kilómetro 21. La imagen da cuenta cómo le han sacado de las oficinas de la comisaría municipal. Le arrastraron por la calle. Le metieron al menos cuatro tiros. Gritos de la multitud dan cuenta del miedo. Del pánico. Del dolor. Le han matado y no se sabe por qué. Es, como el título del policiaco periódico digital que ha distribuido el video de la tragedia, Lo Real de Guerrero.
En la última encuesta levantada por la consultora propiedad del doctor Manuel Ángel Rodríguez, reconocido politólogo en la entidad, revela respuestas de guerrerenses decepcionados con sus autoridades estatales que no han podido cumplir la promesa de imponer paz y orden en la entidad, sin embargo, al calificar el desempeño del gobernador Héctor Astudillo Flores, le dan una calificación aprobatoria. ¿Lo Real de Guerrero? ¿Lo real de Acapulco? ¿Lo Real del País?
La encuesta revela que el gran pendiente de los gobiernos estatales, en los últimos tres mandatos, es la inseguridad pública, seguida de la impunidad y, muy lejos, el tema de la corrupción. Levantada el mes de mayo, el trabajo realizado vía telefónica, no descubre más allá lo que se ha convertido en cotidiano: mueren personas de manera violenta todos los días, frente a nuestra casa, en nuestra calle, en nuestra colonia, en el municipio, en el estado. Todos los días.
Un refrán mexicano sentencia: Lo mataron como a un perro. Según la región, el dicho tiene un significado terrible. Por lo general se refiere a quienes han sido muertos de manera violenta y sin misericordia. Como se mata a un animal, como se mata a un perro. Sin escuchar el llamado de clemencia y sin sentido alguno de humanidad.
Juan Valadez fue un priísta muerto en medio de una elección de ciudadanos para elegir al comisario de su comunidad, que es la expresión más minúscula del poder en México. Sus compañeros, los del PRI, han acusado al presidente municipal del clima de violencia. Los opositores del Partido de la Revolución Democrática guardan cómplice silencio. Igual hicieron cuando desaparecieron a 43 normalistas en Iguala en donde, ellos, fueron gobierno durante la tragedia y luego lanzaron la acusación al otro lado: fue el Estado, gritaban con sus manos manchadas de sangre.
Si la muerte de Juan Valadez no significa ni un pésame para los perredistas quiere decir que sí. Le han matado como a un perro.
Versiones de testigos, y el video mismo, dan cuenta que el asesino es familiar de la candidata perredista que perdió la elección de comisario en ese lugar. De ser así habría que recurrir al imaginario mexicano para señalar: Muerto el perro se acabó la rabia. Expresión usada cuando existe una situación molesta a la que se puede dar fin eliminando a quien la produce. En este caso, si le han matado como a un perro habría de terminar la rabia.
La idea de este último argumento viene del hecho de que la rabia es una enfermedad que se produce en algunos animales. Cuando un perro tiene la rabia, se vuelve agresivo y peligroso y, si muerde, trasmite el virus. Como la enfermedad no puede curarse, la única forma que hay para eliminarla es matando al animal que la contrajo. Y Juan Valadez fue parte fundamental en la derrota de los candidatos del PRD en el Kilómetro 21.
Triste situación que lleva a creer en la infiltración de grupos criminales, con poder de muerte, entre las filas de los partidos políticos. Saber que los parientes de los candidatos matan cuando pierden una elección lleva al siguiente dicho: Por un perro que maté, mataperros me llamaron.
Y, si los perredistas matan como a perros a quienes les ganan una elección, por creer que matando al perro se acaba la rabia y, si tienen en su haber el caso de los 43 desaparecidos en Iguala y hoy lo del Kilómetro 21, ¿Cómo podemos llamarles? ¿Mata perros? ¿Mata priístas? ¿Mata ilusiones?
Las encuestas indican que la violencia es endémica en México. Lo es en Guerrero y lo es en Acapulco y que la impunidad le sigue, como trágica invitación a seguir matando que lleva a la última sentencia de ésta entrega: Perro que lobos mata, lobos le matan.

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