Lola nos hace bailar un vals


Dejen invitarse a bailar un vals, aunque cadenciosos no siempre dulce y sí en cambio al compás de violines y cellos ásperos y sobrecogedores.

Lola nos hace bailar un vals
Cultura
Marzo 13, 2019 14:57 hrs.
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René Aguilar Díaz › todotexcoco.com

Me sucedió alguna vez cuando estaba a cargo del área de difusión cultural del Departamento de Sociología Rural en Chapingo, que unas chicas estudiantes me entregaron unos poemas porque estaba yo maquinando hacer algún ejercicio de fomento de la lectura y de la escritura.
Ideé hacer —aprovechando la imprentita de la escuela que tenía recursos más bien obsoletos— unas plaquetas para publicar un poco de lo que los alumnos y maestros producían: sobre todo los alumnos; los profesores encauzaban su producción a través del Departamento de Publicaciones de la Universidad. Cuando leí los textos quedé sorprendido de la fuerza, las imágenes, la cadencia que desprendían. Pensé en ese momento ’¿a qué hora vivieron la vida estás chamaquitas?’.
Por eso ahora no me sorprende al leer El vals de los monstruos, que, con todo y su juventud, su autora, Lola Ancira (Querétaro, 1987) nos empuje a un mundo (o una de las otras dimensiones del mundo) lleno imágenes y atmosferas inquietantes y perturbadoras.
El volumen abre con una historia contada de una manera aparentemente convencional, incluso un poco alambicada, pero poco a poco la prosa se torna en contraluces y después francamente en oscura (literariamente hablando) y nos sumerge en un ambiente definitivamente propio del género fantástico y empezamos a respirar aires enrarecidos.
Los relatos dan cuenta de vivencias e historias de personajes en apariencia delirantes o retorcidos en su propia existencia, pero que si leemos con calma no tardamos en darnos cuenta como la condición humana, inexorablemente, se presentará irrefutable. El nombre del miedo, el segundo relato, está contado desde la óptica de una anciana casi moribunda. Aunque el recurso lo han utilizado lo mismo Fulkner que Rulfo, Carlos Fuentes o Vázquez Montalbán, no deja de adquirir, en la literatura de Lola Ancira una vigencia inquietante: Me entenderán los que alguna vez se han enfrentado al cuestionamiento piadoso ―y/o terrible disyuntiva― de siquiera pensar en la idea perturbadora de la eutanasia cuando un ser querido está sufriendo lo indecible porque el cuerpo ya no alcanza siquiera el soplo mínimo de vida. Parece literatura, pero lo terrible es que es real.
Y así el resto de los relatos, once en total, que nos sumergen en los pensamientos de personajes que viven bordeando el delirio, la pasión, la paranoia o que lo que parecería una crueldad despiadada y sin sentido, como en el cuento Satélites, pero que en realidad nos llama la atención sobre cómo los seres humanos nos podemos montar en una idea y aferrarnos a ella como único asidero para entender la vida y poder vivirla.
Si en un afán de etiquetar la literatura de Ancira le dijera al lector que es gótica o darketa, muy probablemente me quedaría corto, y no me acercaría ni tantito a su esencia. Así que lo que me queda es insistir en que se acerquen al libro no sin antes abrir sus sentidos sin miedo y con espíritu de lector desprejuiciado. Dejen invitarse a bailar un vals, aunque cadenciosos no siempre dulce y sí en cambio al compás de violines y cellos ásperos y sobrecogedores.

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El vals de los monstruos (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2018) de Lola Ancira, se presentó recientemente en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, en Texcoco.

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