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Los Agujeros de Fiodor...

Los Agujeros de Fiodor...
Cultura
Abril 16, 2016 09:26 hrs.
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Juan López › codice21.com.mx

Las vacaciones han concluido. Viene uno de largas caminatas, de paseos sin fin, de silencios prolongados y ganas de comenzar por el principio de muchos planes y proyectos. En la mente revuelan con sus rasgos anacrónicos memorias inolvidables. La tortura es vestigio de hombres truculentos que disfrutaban haciendo sufrir al prójimo. El Marqués de Sade no inventó el sufrimiento, fue su expositor, su cronista más sádico. Aquel que ilustró la maldad como una filosofía bárbara que tantos hombres anidan en su siniestro corazón.

Razonó de la siguiente manera: para la oveja el lobo es una bestia de iracundia asesina, despiadada, maldita, mientras que para el lobo, la oveja es sólo un rico platillo, un suculento alimento que le arrancará de las tripas ese malestar inquietante que es el hambre.

China es otra de Las Culturas más aleves donde el tormento fue la peor política del Estado. Existía tal refinamiento para hacer sufrir a las víctimas que hoy los científicos palidecen por el estupor que les causa tanto martirio contra los criminales y pecadores.

Pero las mejores crónicas de un suplicio contra inermes prisioneros las narró Fiodor -el mayor de los escritores del mundo-, Dostoievski cuando describe las perversidades de un mayordomo carcelario en la prisión siberiana, quien a sabiendas de que los reos a su cuidado estaban destinados a cumplir trabajos forzados y, no habiendo más jornadas que realizar para cumplir su condena, ideó un sustituto de castigo superior a cualquier tortura que la mente pudiera concebir. Puso a toda la población carcelaria a que excavara un agujero tan amplio y profundo y vacío, que bien hubiera cabido colocado en su oquedad, un edificio de cuatro pisos de alto por una hectárea de superficie. La finalidad era mantener ocupados a los reos.

Una vez cumplida tal horadación y tras ríos de lágrimas, sudor y sangre, el hienático centinela les ordenaba a sus muchachos que volvieran a rellenar el inmenso agujero. Hacer primero la fosa para luego taparla, sin ningún uso ni utilidad racional, sin sentido y tan vana, era la canallada de mayor infamia, donde el hombre como el gato que atrapa al ratón y, primero juguetea con él antes de asestar el zarpazo que lo aniquila, éste era el placer propio del verdugo que mata para oír en sus venas el tic-tac de su sangre asesina.

Cuando imperturbable la sociedad de Acapulco observa cómo su Alcalde rompe y destruye las banquetas en la Costera Alemán que están óptimas y en servicio, por el prurito de volverlas a construir, uno recurre al recuerdo de Fiodor Dostoievski quien se dolía del dolor de cavar un agujero para volverlo a tapar. Lo absurdo sería tan cómico que uno podría reírse de las loqueras de nuestro alcalde pero, es dinero público. Las aceras se están despedazando para volverlas a hacer de nuevo con nuestras contribuciones, con lo que Usted y yo pagamos de impuestos. Si alguien quiere regar sobre mojado, que lo haga con dinero de su bolsillo, no con el erario del pueblo que se paga cada vez con mayores sacrificios.

Jugar al gato y al ratón para divertirse con la hazaña de hacer sufrir a los contribuyentes viendo cómo se dilapida el dinero público, eso es otra cosa. Que nos quede a salvo el derecho a impugnarlo.

PD: ’El Rey, va Desnudo’: Cuento de Christian Endersen.

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