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Los libros

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Septiembre 09, 2016 21:06 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

No obstante, las décadas que ya se me acumulan, es mi deseo vivir por lo menos otros quince años. Mientras, me sigo preocupando por la cantidad de libros que tengo en fila de espera.

La carrera de los lectores contra la edición de libros es incontrolable, pues mientras los segundos se multiplican en proporción geométrica, los lectores lo hacen en proporción aritmética.

Así, recientemente la editorial Lulu, que publica libros pagados por los mismos autores, estima que para el año 2052 (el año cuando se dará a estampa alguna de mis novelas) habrá 148 millones de autores y 129 millones de lectores. Al iniciarse el siglo XXI se publicaban ya en el mundo más de un millón de títulos anuales, con tirajes que van de los cien hasta los cinco mil ejemplares.

Siguiendo el adagio popular de que todo ser humano debe tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un bodrio, abundan los escritores, hasta llegar, en estos tiempos, a amenazar el equilibrio sano entre quienes escriben y los que leen.

No ceso de agradecer a Alejandrina, mi cuentacuentos de la noche, inducirme al vici impuni de leer todos los días. La lectura libera, nos muestra el camino andado por las generaciones que nos antecedieron y nos permite adivinar mucho de lo que vendrá. Nos ubica en el lugar en que estamos parados, como un extraño contrafuerte de los sueños que esto nos provoca.

Desde las tablillas con escritura cuneiforme hasta las bibliotecas de Atenas, Alejandría, Egipto, Tenochtitlan, la zona maya, además de las asiáticas, han sido las transmisoras del pensamiento universal.

Sócrates, en la antigua Atenas consideró que los libros eran inferiores a la conversación y los monjes católicos que llegaron a la antigua Mesoamérica los destruyeron por tener voces del infierno.

Los tipos móviles permitieron universalizar la cultura. Los libros llegaron cada vez a mayor número de seres humanos. En algunos casos –el mío, como ejemplo- la aparición de libros fue más rápida que la capacidad de lectura de los seres humanos

Claro que hay quienes compran los libros por color y tamaño, según la decoración de su biblioteca.

Las innovaciones tecnológicas y la producción masiva de libros abarataron las ediciones. Pero otros medios amenazan la presencia de los impresos.

Con la aparición de la radio y la televisión, se habló del fin de libro. Luego salieron los libros en CD y más adelante los difundidos a través de la red de internet. Hoy, están los electrónicos (E Book) en los que en una pequeña pantalla reproducen obras de todo tipo.

Existe un genoma intelectual. Una personalidad única del lector. Aquel que disfruta de acariciar el papel, disfrutar el pasar de las hojas y empaparse de la diversidad que significa el conocimiento de quienes transmiten a través de los tipos de imprenta sus experiencias.

Al final de todo -verdad de Perogrullo- el que lee, lee y el que no, no.

Los jóvenes argumentan que sólo entienden sus libros de texto o que llegan demasiado cansados a casa para leer; que les son suficientes unos minutos del noticiario para estar ’informados’ de todo. Profesionistas con doctorado o maestrías son incapaces de abrir un libro para ampliar su cultura; En cierta ocasión apareció en el Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional la disposición de que los comunicados y oficios deberían ir firmados por un doctorado. Después de leer los errores garrafales en el pizarrón comunitario apareció el agregado: ’lo doctorado no quita lo pendejo’.

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