La vida como es…

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Entretenimiento
Octubre 03, 2017 13:21 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Libertad, libertades. ¿Cuándo aparecieron en mi vida? ¿Cuándo las perdí? Nací libre y seguramente los primeros segundos lo fui; pero, después de ver la primera luz se esfumó, voluntaria o involuntariamente. Con el tiempo, aprendí que ésta debe ser limitada en beneficio de todos. Como la democracia, una entelequia, una figura nunca perfecta.
El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado, decía el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau; aunque debemos reconocer que depende de las circunstancias seguir o no siéndolo. Todo lo que nos rodea nos atrapa, nos sojuzga, querámoslo o no.
Se decía que Diógenes venció al miedo, la lujuria, la ira, la ignorancia; era realmente libre. Alejandro Magno, el gran conquistador, el más grande estratega que ha dado la historia fue a verlo en Atenas. ’Qué quieres y te lo concederé’ le preguntó. ’Sólo una cosa, que te quites, me tapas el sol’, le respondió el filósofo que se calentaba a la puerta de su casa-barril. Más tarde, el militar comentó, al conocer la libertad de vida y de pensamiento del de Sinope: ’pues yo, a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes’ refiere Plutarco en sus memorias.
Día con día he avanzado en mi propósito de domeñar al mundo digital, procrastina que no depende de nada ni de nadie más que de mí mismo. Leer un libro versus programas televisivos que insultan mi inteligencia; complacerme de mi entorno antes que enterarme por los medios de noticias que a leguas se ven pagadas o manipuladas; escuchar música frente a tamboras, trompetazos y canciones dirigidas a las masas; deleitarme con el silencio ante bocinazos y agresiones de conductores paranoicos; dedicar más tiempo a la familia que al Facebook. Para mí tranquilidad no añadiré caritas de emotions en mensajes, memes y cadenas del WhatsApp; disfrutar el sonido del teclado mientras escribo sabiéndome ajeno al Twitter, LinkedIn, Messenger y otros medios a los que no estoy suscrito.
Unirme al sentir del fallecido escritor Uberto Eco que aseguraba que ’las redes sociales le dan derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios’.
Si me preguntan cómo podré informarme de todo lo que acontece en el mundo que me rodea les contestaré que como lo hacían las abuelitas: las buenas y las malas noticias llegan solas; no necesitaré escuchar la voz de los políticos o conductores de medios.
Siempre busqué ser libre, como las barcas en alta mar; y como Albert Camus creí que la libertad era parte de la historia de la humanidad; pero no, con el tiempo supe que no soy absolutamente como yo hubiera querido ser, pues preferí –como todos- perder mi autonomía a cambio de la comodidad que nos proporciona que alguien nos organice la vida y nos proteja.
En tanto se cumple ese deseo ferviente de independizarme del mundo electrónico deberé conservar los dos derechos que aún me quedan: el de la lucidez y el botón de mute que me libra de las sandeces que los políticos o los entrevistados dicen en los medios electrónicos.

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