¡No podrán con los maestros!


Desde ahora lo digo: EPN y sus acólitos ¡No podrán con los maestros!

¡No podrán con los maestros!
Política
Mayo 23, 2016 17:36 hrs.
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Arturo Trejo Villafuerte* › todotexcoco.com

UNO. Nuestras experiencias son vitales o debidas a la lectura, no hay más. Y entre las primeras está la maravillosa impresión que causa en el niño una persona que sabe y explica lo que sabe, para que él aprenda.

Fui al Jardín de Niños -ahora kínder- llamado ’Luz del Tepeyac’ que era sencillamente siniestro. Desde mi corta edad, yo intuía que esa educación y aprendizaje confesional era huero, vacío, sin sostén ideológico claro, sin ciencia, sin humanismo, sin crítica -se parecía al gobierno de Peña Nieto-, sólo se trataba de repetir dogmas, saberse el catecismo y rezar.

Me enseñaron puras madres, de las cuales recuerdo sus nombres pese a que eran malas maestras -lo bueno y lo malo se queda siempre en nuestras experiencias, la inteligencia es la que permite descartar una de la otra-: Sor Riana, Sor Rita, Sor Tilegio, Sor Teo, Sor Presa y la única que sí me enseñó algo: Sor Juana Inés de la Cruz -juro que así se llamaba, o a lo mejor la memoria me traiciona-, quien me comenzó a decir poemas en voz alta y a enseñarme las vocales y las consonantes.

Sólo soporté tres meses y un día sencillamente hice berrinche y ya no quise ir a esa terrible escuela que estaba cerca de El Tepeyac pero que no era ninguna Luz. Por fortuna mi abuelo materno, a quien le debo tantas cosas, me apoyó y se hizo responsable de hacerme ingresar a una escuela y así fue: la primaria pública, laica y gratuita ’Maestro Miguel Lanz Duret’, una primaria del gobierno, como se decía en aquel entonces.

DOS. Tuve tres maestros en esos seis años obligatorios de la primaria: la maestra Juanita, en primero, siempre tierna y puntual, montó bailables y nos enseñó los rudimentos de la aritmética y el castellano, como se le llamaba entonces al Español y a la Literatura; el maestro Dávila en segundo, ya grande de edad, quien tuvo problemas con su corazón y después fue reemplazado por el maestro Cesáreo Ibañez Baranda, quien se encargó de nuestra educación desde finales de segundo año y hasta sexto. Sin ninguna duda, sigo pensando que Cesáreo era en realidad casi un santo: soportar a cerca de 60 chamacos, entre los cuatro -yo los tenía- y los 20 años de Pablo Marmol -así le decían por su parecido con un personaje de las caricaturas de ’Los Picapiedras’-, desde las ocho de la mañana hasta las 13 horas., era -así lo veo ahora- seguramente un martirio.

Y él ahí estaba: estoico, sereno, haciendo lo que tenía que hacer, aunque no dejaba de haber jalones en las patillas y los clásicos reglazos en las palmas cuando hacíamos lo que no debíamos.

TRES. En la secundaria y en la prepa, ya con más conciencia, se puede distinguir quién era un maestro bueno y quien no. No dejo de pensar en que mi maestro de inglés, Mister Garza, era bueno porque nos hizo aprender su materia con las canciones de los Beatles, igual la maestras de Historia, Victoria, y la de Literatura y Biología; especial recuerdo guardo del maestro de civismo, Heliodoro, quien nos enseñó a apreciar a José María Morelos y Pavón y sobre todo ’Los sentimientos de la Nación’; el maestro Cuéllar de matemáticas era un caso especial: a veces era mucho y puro desmadre y luego muy enérgico, con los binomios cuadrados perfectos y las ecuaciones, pero lo sobrevivimos.

En la prepa el nivel era otro, pero la idea del aprendizaje el mismo: debemos saber para reflexionar, discernir y conocer. Las maestras de Literatura, ambas de nombre Carmen, fueron muy buenas: una nos enseñó rudimentos de náhuatl y la otra un incipiente amor a las letras y a los libros que no me ha abandonado ya nunca, aparte de mi maestro de historia, Arturo Langle Ramírez, quien nos emocionaba con sus descripciones de batallas épicas, sobre todo cuando llegamos a la Revolución Mexicana, ya que él era villista de corazón y hueso colorado.

CUATRO. En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM tuve a los mejores maestros del mundo en cuanto a mi carrera: Fernando Benítez, Guillermina Baena Paz, Froylán M. López Narváez, Armando Cassigoli, Gustavo Sainz, Susana González Reyna, Miguel Ángel Granados Chapa, José María Bulnes, René Avilés Fabila, Gabriel Careaga, Mario Rojas Avendaño, Enrique Atonal, Julio Scherer García y muchos más. Luego, por azares de la vida y del trabajo, tuve qué ver con el ’Guero’ Tellez, Vicente Ortega Colunga, Renato Leduc y muchos más periodistas de la vieja escuela, quienes me enseñaron cosas que ni siquiera me imaginaba, tanto del periodismo como de la vida.

Igual pasó con muchos de mis maestros escritores: desde Juan José Arreola, José Ceballos Maldonado, Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos, José Agustín hasta Gabriel García Márquez pasando por Rosario Castellanos, Guadalupe Dueñas, Adela Palacios, Patricia Cox y otros tantos más.

CINCO. Veo y escucho el mensaje del que dice que es Secretario de Educación Pública y cuyo nombre no mencionaré en estas páginas: fue huero, vacío, sin sostén ideológico claro, sin ciencia, sin humanismo, sin crítica -claro esquema de lo que es el gobierno de Peña Nieto-, sólo se trataba de repetir dogmas y luego como para congratularse con los que saben, sobre todo de historia y educación, cita a don Jaime Torres Bodet, fuera de todo contexto y proporción, porque ellos no están aplicando ni aplicarían lo que señaló en su momento el gran escritor, poeta y ensayista.

SEIS. Hay un dicho árabe que me gusta repetir: ’Si alguien sabe y no sabe explicar lo que sabe, no es el maestro; pero si alguien sabe y sabe explicar lo que sabe, ese es tu maestro: síguelo’. Yo soy la síntesis de muchos de ellos que me han enseñado y supieron hacerlo.

¿Qué me han enseñado los políticos? La Roque señal y a saber que se puede medrar con lo que no es tuyo y es de todos. Así como se ponen de exigentes ellos, los funcionarios y políticos, y amenazan al magisterio, así deberían de ponerse enérgicos con ellos mismos -hacerles exámenes para ver si pueden con sus cargos de elección popular, para saber si están preparados para tomar decisiones que a todos nos afectan-, ya que por lo visto sólo saben alzar la mano para votar en contra del pueblo, y al parecer no tienen conciencia social, y muy clarito se ve que pasaron por la primaria, secundaria, preparatoria, universidad, si es que lo hicieron, de noche y a oscuras.

O a lo mejor pagaron sus colegiaturas en sus escuelas patito y así aprobaron, como lo hizo Vicente Fox durante toda su vida, quien ni siquiera sabe leer bien una oración y no se diga un párrafo.

SIETE. Los funcionarios de EPN y él mismo odian a los que saben y saben que saben, porque se dan cuenta de sus triquiñuelas, son la conciencia lúcida del país; odian a los que enseñan porque los que están en las aulas se volverán conscientes y críticos. Odian el conocimiento porque es claridad y ellos prefieren el claroscuro, la medianía en todo, menos en los negocios, en las canonjías, en el poder. Desde ahora lo digo: EPN y sus acólitos ¡No podrán con los maestros!

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* Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del ISEHMER de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Alas de lluvia (Poemas, 2010), Sueños al viento (Poemas, Antología, 2010), Ecos del tiempo (Poemas, Antología, 2011), Poemas para un poeta que dejó la poesía (Antología, 2011); y en la editorial Cofradía de Coyotes: Donde la piel canta (Poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (Cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (Ensayos, 2012), El tren de la ausencia (Cuentos, antología, 2012), Perros melancólicos (Cuentos policíacos, antología, 2012), Abrevadero de Dinosaurios (Antología, 2014), Árbol afuera (Antología, 2014); además de Mi vida con las mujeres (cuentos), Amar es perder la piel (Ed. Molino de Letras-UACH, 2013) y Lámpara sin luz (Novela Fondo Editorial del Edomex, 2013).

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