Entre el Califa y el Papa, contraste muy notorio

Fernando Amerlinck

La propiedad privada de los varones llamada “mujeres”:

Entre el Califa y el Papa, contraste muy notorio

Entre el Califa y el Papa, contraste muy notorio
Religión
Agosto 11, 2014 10:16 hrs.
Religión Nacional › México Ciudad de México
Fernando Amerlinck › diarioalmomento.com

En Irak hay un nuevo Califa musulmán y en Roma hay un Papa católico casi nuevo. Vale la pena contrastar los recientes dichos, hechos y propósitos de ambos.
Empiezo con el Califa Abu Bakr Al-Baghdadi, Comandante de los Creyentes, que ha tomado violentamente el poder en el norte de Irak y parte de Siria, como comandante de las milicias islámicas.
Como era de esperarse, el Califa ha impuesto en sus dominios la ley islámica y sus conocidas prácticas de culto y de conducta, provenientes de lo ordenado en su Corán por el mismísimo Mahoma (último y terminal profeta, que hizo de Jesucristo un profeta más). Está prohibido interpretar ese libro porque lo que allí está escrito tiene que ser obedecido literalmente y es la ultima verdad, e inspira a ciertos seguidores conductas como estas respecto a la propiedad privada de los varones llamada “mujeres”:
· So pena de un severo castigo, las mujeres tienen que usar velos que cubran sus manos y pies con ropa holgada que no permita intuir las formas del cuerpo. (No vayan a antojársele a algún lascivo que no sea su exclusivo propietario.) Y claro que no pueden usar perfume. Dice el Califa “Esto no es una restricción de su libertad (!!!), sino que impedirá que las mujeres caigan en la humillación y la vulgaridad de ser un espectáculo a los ojos de quienes las miran”. El Corán ordena a las mujeres casadas cubrirse el rostro para que sólo las vean parientes cercanísimos, esclavas, niños aún impotentes y hombres igualmente impotentes. Claro. Son objeto de pasión carnal y el hombre puede golpearlas para disciplinarlas, por ejemplo si se rehúsan a acostarse con él. “Los hombres tiene autoridad sobre las mujeres porque Dios los hizo superiores” (Corán 4:34).
· Todas las mujeres del califato hasta los 59 años (unos 4 millones) tienen que ser mutiladas genitalmente, comenzando a partir de los 11 años. Aparte de que están para servicio exclusivo y excluyente de su esposo, ni siquiera con él tienen por qué disfrutar de lo que sólo a él le está permitido. Que le den hijos y ya.
· Aparte de la radical conducta islámica que siempre (con mayor o menor severidad) esclaviza a las mujeres, el Califa ha proclamado el Estado Islámico a secas; ya no nada más Estado Islámico de Irak y el Levante, porque busca islamizar a todo el mundo, empezando por la infiel Roma. Luego pretende recuperar Al Andalus (España) y de allí toda Europa. Lo manda el Corán: el islamismo debe imponerse a todas las naciones. No invita, como el Evangelio, a predicar y convertir, sino a imponerse: los increyentes deben convertirse, quedar subyugados, o asesinarlos. La pena por dejar esa religión es de muerte, como también poner en duda cualquier cosa que diga el Libro.
Todo lo anterior lo ordena Alá (a) El Misericordioso.
En los mismos días en que declaraba sus propósitos el Califa Abu Bakr Al-Baghdadi, en la ciudad que quiere invadir e islamizar (Roma), el Papa Francisco organizó un encuentro al que fue invitado un amigo mío, de quien recibí los documentos principales.
El bien común global. Hacia una economía más incluyente se llamó, organizado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Estuvieron invitados personajes influyentes, no sólo católicos. Entre los 67 firmantes hay numerosas mujeres, que no concitaron la vergüenza de ser un espectáculo con el rostro descubierto. Aparecen nombres de gente de todas las razas y continentes: Banco Africano de Desarrollo, Banco Mundial, FMI, ONU, OCDE (José Ángel Gurría), el gobernador del Banco de Inglaterra, empresarios de varios países —entre ellos el mexicano Ignacio Mariscal—, una globalifóbica de religión hindú, y muchos etcéteras.
Uno de los firmantes es el musulmán bengalí Mohammad Yunus, premiado con el Nobel de la Paz luego de haber sacado de la miseria con acciones efectivas a numerosas familias al prestar dinero principalmente a mujeres, por ser notoriamente más responsables que los varones. Claro que no tardó el establishment musulmán en castigarlas, prohibirles recibir crédito (condenarlas así a la miseria) y negarles un entierro conforme a su fe. Pero me estoy saliendo del tema.
El tema que traigo a colación es el contraste. Por un lado un Califa que mutila y discrimina a las mujeres mientras llama a la guerra santa contra los infieles y quiere conquistar sus tierras y exterminarlos por ser voluntad de su dios; por otro, un Papa que preside instituciones que pretenden ayudar a toda la humanidad, independientemente de religiones, conforme a documentos del Concilio Vaticano II y la Doctrina Social Cristiana, que tampoco pretende servir sólo a los miembros de la religión católica.
No puedo discrepar de los propósitos de la reunión: lograr una economía incluyente, acabar con la pobreza y la exclusión; revertir la pérdida de valores y de moralidad en la política y la economía; dar mayor acceso a las mujeres en la economía; combatir el desempleo, especialmente de los jóvenes, y propiciar empleos decentes y bien pagados; cuidar el ambiente y ayudar a un mundo sostenible; incrementar la educación financiera y la protección a gente vulnerable; y generar bancos para los pobres (sin duda, aportación de Yunus). Cosas así.
Pero ¿cómo hacer una economía que tome en cuenta la dignidad humana y el Hombre quede al centro de todo? No me quedan claros los remedios. Sí critico que cuando el documento menciona protección financiera no diga que la moneda fiduciaria (los papelitos que los gobiernos llaman “dinero”) es un engaño, un fraude que genera inflación, una inmoralidad que tendría que denunciar quien defienda la verdad y la dignidad económica. Y no propone una moneda basada en valores reales como el oro y la plata.
También critico que no hablen de impuestos más que para elogiar el espionaje fiscal de la OCDE (perdón, intercambio automático de información fiscal), y no de que los altos impuestos y el terrorismo fiscal, así como la intervención gubernamental en las decisiones económicas empresariales y su consecuente corrupción, inhiben o impiden la consecución de los objetivos defendidos en dicha reunión.
Tampoco conozco un documento en que la Iglesia denuncie la inmoralidad esencial de todo impuesto que arrebate a la gente el fruto de su trabajo. Se limita a hablar de impuestos “razonables y justos”, whatever that means. A mi ver, jamás es justo ni razonable asumir que el gobierno es dueño del fruto del trabajo ajeno y por ello puede decidir cuánto le deja al trabajador. ¿Impuestos? Desde luego. Pero nunca sobre el fruto del trabajo. Ya no estamos en la época de la esclavitud por deudas o las tiendas de raya.
En fin. Encima de las diferencias que siempre encuentro con la Doctrina Social Cristiana, no puedo más que contrastar la actitud y propósitos de una violenta y sangrienta religión-instrumento de poder (en destacado perjuicio de las mujeres), con una religión que las santifica e incluye, combate su discriminación y defiende sus derechos; y que convoca por igual a los creyentes en otras fes y a los que no tienen ninguna, porque busca el provecho de toda la humanidad.
Hace poco estuve en países musulmanes y comprobé, como siempre, que la gente es infinitamente mejor que sus dirigentes y gobernantes. Encuentra satisfacción esa gente en su fe islámica, pero no todos los musulmanes conocen las consecuencias últimas de lo que ordena literalmente su libro sagrado ni tienen el poder para declarar guerras “santas”.
El Califa Abu Bakr Al-Baghdadi seguramente es un desbocado y no tendrá gran futuro. Pero cuidado, porque no hay enemigo pequeño: también fue un desbocado Osama bin Laden y lo es su sucesor Ayman Al-Zawahiri, como lo son los ayatolas iraníes o los talibanes o los fundamentalistas religiosos de todo pelaje, católicos o judíos o musulmanes o lo que sea. Es la gente de poder la que —más para mal que para bien— guía e inspira a los fieles y a los pueblos.
Hablando de eso, hoy hay en el Vaticano un gran líder. Y no sólo lo es para los creyentes en su religión.

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