Adiós Bizcochitos

Carlos Ravelo Galindo

En las Nubes

Adiós Bizcochitos

Adiós Bizcochitos
Salud
Agosto 18, 2014 01:46 hrs.
Salud Nacional › México Ciudad de México
Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

EN LAS NUBES

(Falleció un gran amigo y periodista, José Carlos Robles Montaño. El Club Primera Plana, del que fue presidente, y sus amigos estamos de luto, pero sobre todo muy tristes)

Está de moda el pan por una fiesta en Puerto Vallarta, en enero último. Acusan a distinguidos socios de ensuciar, aún más, la trayectoria de su partido. Se olvidan que fue una celebración particular, de amigos con amigas. Quienes los vituperan, ellas y ellos, no fueron invitados al ágape. Así de simple. Que sirva de escarmiento, a unos y otros, para próximas celebraciones, con vino, mujeres, canto y qué se yo. Qué quién pagó, inquieren con envidia. Pues pregúntenle a ellas, las que cobran. A ver si no también las envidian. Y ya que hablamos del amasijo, para no insistir en pan, evoquemos algo de algunas panaderías que son una gran tradición de la cultura popular urbana. Aquí los bizcochitos son los más sabrosos, hermosos, aromáticos, espectacularmente sugestivos. Y forman parte de la picardía chilanga: ¡Adiós bizcochito!, ¡Presta el bizcocho! El bizcocho en la mujer califica su sensualidad delineada por las curvas. Antiguamente, ir a comprar el pan al caer la noche era pretexto perfecto para citas amorosas: ¿Güerita a qué hora sales al pan? Y todo era cosa de que le dijeran al galán “a las ocho”, porque ya especulaban comerse el bizcocho: una “concha”, un “beso”, una “novia”, una “chilindrina”, "una oreja" "un pambazo" "una hojaldra" Todo esto comienza cuando Hernán Cortés llega a Tenochtitlan y uno de sus soldados un tal Juan Garduño, negro liberto, encuentra entre las cosas que cargaban granos de trigo. Cortés le ordena al legendario panadero que los siembre y que muela los granos de las espigas y haga pan. Los conquistadores españoles andaban ñangos, desnutridos, flacos. Por y con la comida de maíz. Sin pensar que el pan engorda y el maíz amaciza, diría nuestro compadre don Raúl Basurto Morales. Añoraban su dieta europea a base de trigo. Y qué mejor que el pan. Cortés, como siempre fue gandallita, acaparó la producción del trigo, la venta, y comercialización del pan durante unos siete años. Como otros ahora. Al que se niegan dejar. En un juicio de residencia le hicieron que soltara el monopolio. Fue cuando surgieron los primeros vendedores de pan: los panaderos. Y de aquí viene la confusión: la gente llama panaderos a los que hacen el pan pero no, y lo dice con conocimiento el gran Froylán Inclán, maestro de La Virgen del Camino”: “los que hacen el pan se llaman tahoneros. Panaderos son los que lo venden”. ¡Zas! Hacia 1870 surge la primera panadería en el Centro Histórico como la conocemos actualmente: La Vasconia. Como observarán, la panadería va ligada a los migrantes españoles, quienes como en los baños públicos, los hoteles de paso, las tiendas de abarrotes y las vinaterías, hicieron de estos negocios su modo de vida. En muchas familias han formado una tradición por generaciones. Tradición que se une a la picaresca de la cultura popular urbana. Esto se refleja en los nombres de los bizcochos: conchas, ojos de pancha, piedras, besos, lechuzas, palomas, bigotes, calzones, campechanas, rejas, marías, huesos, pellizcos, nombres que han dado motivo para hacer chistes. Se cuenta que una mujer con prisa llega a la panadería, por decir a "La Pilarica" o "La del Camino" o "El Molino" o "La Palma" o "La Ideal" o "La Vasconia" o "La Luarca". Ahí el típico don Venancio atiende el mostrador (han de saber que la panadería hasta mediados del siglo XX se modernizó con eso del autoservicio, charolas, tenazas y a escoger el pan, pero hubo una época en que la gente se paraba en el mostrador e iba pidiendo el pan por su nombre). "Don Venancio, me da por favor una concha, una campechana y unos calzones". Pero la mujer al ver que salían los besos del horno, cambia de opinión y dice, “Don Venancio, me quita los calzones y me da un beso..." ¡Chispas! Y no se asombre, pues, los nombres y formas de los bizcochos hacen una lista de más de mil: genio de la inventiva del arte de la harina y el huevo. No por nada, a pesar de la modernización y globalización, las panaderías existen y de manera espectacular llaman atención estos panes tan sabrosos. O díganme a quién no se le antoja una concha para rellenarla con la nata de la leche, una hojaldra con cajeta, o la simple corbata sopeada en un vaso con leche, o una reja en una taza de chocolate, o una dona a mordidas. Pocos valientes aceptan que les gustan “los cuernos”, se hacen de la boca chiquita…Ir a la panadería en el Centro Histórico era una tradición y un placer de sibarita, además de un ejercicio de la picardía, así es que a un bizcocho nunca se le niega una mordida. Preguntamos a los de la fiestecita en Puerto Vallarta, ya sin poder: Qué tanto es tantito. ¿Verdad don Luis y don Jorge?
craveloygalindo@yahoo.com.mx

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