¿Puede sustraerse un político michoacano a una invitación de Servando Gómez Martínez, “La Tuta”? ¿Intuyen, saben cómo se hacen esas convocatorias a beber cerveza Tecate? ¿Es fácil decir que no?
El vocabulario usado por los enviados de “La Tuta” es formal, con un punto de sutil amenaza disfrazada de atención. Al negarse el convocado, le recuerdan que Servando Gómez es una persona preocupada por el bienestar de la familia de sus amigos o de la de aquellos de quienes quiere amigarse; les hacen saber que conocen nombre de esposa e hijos, horarios, escuelas y otras actividades; les aseguran que permanecerán pendientes de su salud, y que nadie, nadie, pero nadie, les hará daño mientras la amistad dure.
Hay formas, maneras, elegancias con las que advierten a los convocados que, por interés de la sociedad, no puede ocurrírseles renunciar al puesto o cargo de elección popular que desempeñan, porque en ello va la vida de alguno de sus familiares y, en consecuencia, la salud del amigo de “La Tuta”.
La autoridad de procuración de justicia federal, el procónsul de Michoacán, los diligentes analistas políticos y los comentaristas de los medios no pueden cerrar los ojos a una realidad cierta, ineludible y comprobable: el poder de convocatoria de Servando Gómez Martínez, porque ¿quién en su sano juicio rehúye una invitación de ese negro personaje?
Cuando los administradores públicos estudiaban el comportamiento humano, conocían las debilidades políticas y las necesidades de la sociedad, supieron que era prudente, necesario administrar a la delincuencia organizada y no combatirla, porque en el enfrentamiento se pierden recursos humanos, materiales, pero sobre todo económicos, como lo saben en Estados Unidos, que se empeñan en reciclar en su economía el dinero negro del crimen, sobre todo el que tiene que ver con narcotráfico y trata.
“La Tuta” muestra habilidad al videograbar y distribuir, en dosis, las imágenes de sus invitados, porque es una manera de hacer patente lo que es una irrefutable verdad: el vacío de poder del Estado existe, y nadie ha encontrado el camino para llenar un espacio que, por razones de imagen, no puede estar ocupado por los delincuentes, cuya máxima aspiración es aprender a vivir como administradores públicos, legisladores, presidentes municipales, directores de seguridad, dueños de medios, de bancos.
Servando Gómez Martínez es el personaje del momento, hasta que los videos se destruyan, o las complicidades se rompan.