Para que los encargados de las economías nacionales acepten que sus pronósticos son idénticos a los emitidos por los meteorólogos -que siempre equivocan los pronósticos del tiempo- , le cuelga: los titulares de los bancos centrales, los responsables de las finanzas públicas aseguran, con todo desparpajo, haber nacido en Delfos, afirman que su palabra proviene de los dioses de Bilderberg y están hechos a mano.
Todavía no concluía el primer trimestre de este año, cuando grupo Banorte difirió de la opinión de Luis Videgaray. Aseguró que durante 2014 el PIB apenas crecerá en 2.7 por ciento, lo que significa que oficialmente estarán dispuestos a aceptar que el país crecerá otra vez un escaso uno por ciento, cuando la realidad es que México está en recesión desde el año 2013.
Los síntomas para asegurarlo así no pueden explicarse técnicamente, tampoco están sujetos a mediciones sofisticadas, sino proceden del puro sentido común, del adelgazamiento forzado de los monederos de las amas de casa, de la impericia para manejar el gasto público federal -como lo señaló The Wall Street Jornal-, y la manera en que lo resienten las miles de empresas que dependen del gasto gubernamental; también ese sentido común nos alerta de los anuncios de las tiendas departamentales, de los distribuidoras de automóviles y de la quiebra de los constructores de vivienda, que no saldrán de ella porque el mercado no se reactiva, pues el peso pierde poder adquisitivo desde el momento en que los salarios se constriñen, y la moneda no circula como debiera hacerlo.
Mucho menos se trata de descreer del regreso del PRI, porque el desarrollo estabilizador y el milagro mexicano son económica e históricamente irrepetibles, principalmente porque para darles una oportunidad a los gurúes de la economía, debiera desaparecer el 75 por ciento de la población, y regresar al país de los 35 millones de habitantes.
Sueños guajiros los del priato y los pronósticos de sus brujos de la economía, porque el país sólo podrá renacer al momento en que la impunidad deje de existir y la corrupción se reduzca a su mínima expresión; así la delincuencia organizada dejará de sustituir al Estado, regresará la confianza de los inversionistas, y los políticos serán de otra jaez.
Se necesitan más de 150 años para construir una nación y una conciencia nacional. Por el momento la política parece un negocio para los arribistas, en el que los artesanos del oficio del poder perdieron su lugar, como el vicario de Cristo lo perdió en el corazón de los feligreses.
¿3.9 por ciento crecerá el PIB? My foot.
