Como siempre, los mensajes políticos le llegan a los mexicanos desde el exterior. Y como siempre, por voz de quienes tendrían que explicar a la nación lo que sucede realmente en el país.

El pasado domingo, el presidente Enrique Peña Nieto presentó un escrito en el diario español El País, en el que se refería a los cambios realizados en el terreno legislativo en México. Y como es costumbre, señaló la importancia y profundidad de los ajustes hechos y se refirió al impacto que habrán de tener en el país una vez que todo se ponga en marcha.

En esta ocasión, a diferencia de los discursos oficiales con que se intentó ahogar a la sociedad para intentar lograr su respaldo, ahora no se registró el optimismo desbordado. No se hizo la relación de las grandes cosas que tendrán los mexicanos y mucho menos, se permitió que se pensara que las cosas sucederán apenas las decisiones sean implementadas.

Por el contrario. El presidente Peña Nieto fue más bien cauto. Y se preocupó por dejar bien claro que el camino para consolidar los cambios “no será fácil”. Más aún, fue muy claro al señalar que los “resultados no llegarán de inmediato”.

Este es el verdadero mensaje para los mexicanos. Los cambios están aprobados, pero todavía tendremos que esperar algún tiempo para que los beneficios se dejen sentir, especialmente en el bolsillo de las familias.

El discurso presidencial entonces, nos obliga a pensar que si las cosas “no serán fáciles”, tenemos que prepararnos para enfrentar dificultades.

Pero, ¿qué clase de dificultades?. ¿Producto de qué o de quienes? ¿De qué tamaño y de qué impacto?

La imaginación en este caso se convierte con facilidad, en especulación. Y con ello, las dudas llegan a raudales.

¿No se tenía todo planeado? ¿Cuando se plantearon los beneficios que se tendrían, se omitió con toda intención el hecho de las dificultades? ¿No se dijo toda la verdad a los mexicanos? ¿Los problemas son algo imprevisto? ¿Puede ello ser válido?

Pero eso no es todo.

El presidente estableció que “los resultados no llegarán de inmediato”.

Y ello tampoco se planteó a la sociedad. Y menos con tanta franqueza. El gobierno, especialmente al momento de las reformas constitucionales, siempre planteó la idea de los beneficios en plazos más bien cortos. Incluso habló, aunque ahora se niegue y se cambie el discurso, de bajar los costos en la gasolina.

Así, el que el presidente diga que pasará tiempo antes de que el beneficio llegue, obliga a preguntar ¿cuánto tiempo?

El tiempo es algo relativo. Depende siempre de la forma en que cada quien opina del caso. Para el gobierno, un “tiempo corto” puede resultar muy largo para una familia. Por ello, el que los resultados no puedan considerarse como algo “inmediato” obliga a una explicación seria de parte del gobierno.

Es claro que las reformas puestas en marcha no han dado los resultados que se plantearon al momento de iniciar la ruta hacia el cambio. Bastaría con analizar lo sucedido en el campo educativo para entender que todos los cálculos del gobierno fallaron.

Por ello, cuando el presidente habla de que el “camino no será fácil” y de que “los resultados no llegarán de inmediato”, lo que parece indispensable es una explicación a fondo de esos dichos.

Y una explicación al país, no a la prensa internacional.