Acumulación de energía telúrica podría provocar sismo de gran intensidad, afirman científicos

Francisco Medina /

Acumulación de energía telúrica podría provocar sismo de gran intensidad, afirman científicos


almomento.mx

Acumulación de energía telúrica podría provocar sismo de gran intensidad, afirman científicos
Tecnología
Septiembre 19, 2014 12:38 hrs.
Tecnología Estados › México Ciudad de México
Francisco Medina / › todotexcoco.com

CIUDAD DE MÉXICO, (Al Momento Noticias).- A 29 años del sismo de 1985, las investigaciones en torno a los fenómenos telúricos se ha incrementado debido a que el territorio mexicano se encuentra entre cinco placas tectónicas (capas superficiales y sólidas de la Tierra), y su movimiento relativo provoca una actividad sísmica considerada entre las más constantes del planeta.

La intensidad del temblor del 18 de abril pasado fue equivalente a una décima parte de la intensidad del sismo de 1985, de magnitud 8.2, pero los sismólogos anticipan que aún se espera otro temblor de mayor intensidad. Ambos sismos tuvieron epicentro en la costa de Guerrero. El temblor del 18 de abril comenzó con la ruptura y desplazamiento de unos 30 km en la falla, pero los especialistas señalan que el desgarre –potencial– de unos 400 km en la falla podría originar un sismo de gran magnitud.

Los científicos mexicanos del, IPN y de la UNAM, enfocan su atención en la Brecha de Guerrero, la cual –afirman– no ha tenido movimiento de consideración y, por ello, puede haber acumulado enorme cantidad de energía en espera del momento para liberarla.
El temblor del Viernes Santo ayudó a liberar algo de la presión acumulada, pero no fue ni remotamente la suficiente, de acuerdo con la doctora Vala Hjörleifsdóttir: “si la falla está acumulando energía se romperá en algún momento, y ello ocurrirá en el sitio donde no se registra ruptura reciente”.

Los científicos no tienen manera de determinar con exactitud la magnitud de la amenaza de la falla, pero colaboran con medidas de preparación para tal eventualidad.

Las ondas sísmicas viajan unas ocho veces más rápido que las del sonido, pero la electricidad lo hace mucho más rápido. El 18 de abril, diez segundos después de la ruptura de la falla, el gobierno y los medios de comunicación recibieron la alerta que genera el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), que funciona desde 1991 y brinda a los residentes de la Ciudad de México cerca de 80 segundos para salir de los edificios y colocarse en los puntos de reunión. Japón tiene un sistema semejante y California ha intentado, desde hace casi una década, crear el propio.

Ninguna otra ciudad en el mundo tiene la ventaja de la Ciudad de México derivada de la distancia que la separa de la falla: la alerta del 18 de abril se escuchó en más de 60 mil salones de clase, y el Metro se detuvo antes de la llegada de las ondas sísmicas, para reanudar sus operaciones tres minutos después: “fue un éxito completo”, declaró el ingeniero Juan Manuel Espinosa Aranda, director general de SASMEX.

El 8 de mayo de 2014, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) informó que al mediodía se registró un sismo de 6.4 grados Richter, con epicentro en Tecpan de Galeana, Guerrero. En lo que va del año han ocurrido en México 17 sismos superiores a los 5.0 grados Richter, dos de los cuales han sido de gran intensidad. El SSN indica que en 14 años, más de 50 sismos han rebasado los 6.0 grados Richter.

La información recabada por el citado organismo señala que ocho de los movimientos telúricos han tenido epicentro en el estado de Chiapas, cuatro en Baja California, dos en Oaxaca y tres en Guerrero, donde han ocurrido dos de los fenómenos de mayor fuerza.

Los habitantes de la Ciudad de México sentimos la fuerza de los movimientos telúricos por las características del suelo y las rocas del subsuelo de la cuenca lacustre en donde se asienta. Es razonable creer que la fuerza de los temblores originados en las fallas de la costa se disipa antes de alcanzar la Ciudad de México, cuyo subsuelo está conformado por sedimentos poco consolidados, característicos de su pasado lacustre, pero la realidad es que –precisamente– dichos sedimentos amplifican temblores de baja magnitud.

Como una medida para alertar sobre probables secuelas sísmicas, científicos del Instituto Politécnico Nacional, en conjunto con la empresa mexicana Nemfis (especializada en tecnologías informáticas aplicadas a la ciencia), diseñaron un sistema simulador de riesgos sísmicos que permite conocer los posibles efectos de un temblor sobre el suelo y diversas edificaciones.

De acuerdo con el doctor Alexander Balankin, investigador de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME-IPN), el desarrollo consiste en un programa informático que simula gráficamente los efectos de las vibraciones sísmicas sobre el suelo y las estructuras de algunas regiones del Valle de México.

Pero a pesar de que el desarrollo supone las secuelas de un sismo exclusivamente sobre el Distrito Federal, el software podría simular los efectos del movimiento telúrico en cualquier punto geográfico.

Los beneficios, dice, que podría tener este tipo de sistemas son múltiples, pero el más importante reside en que las autoridades correspondientes, como Protección Civil, podrían realizar una evaluación de las zonas susceptibles a sufrir alteraciones ante un eventual sismo.

Para lograr la simulación en determinadas áreas es necesaria la información sobre las características del suelo (poros, fracturas, flujo de líquidos), posteriormente los datos son ingresados al simulador que, mediante logaritmos, logra asimilar los daños ante un movimiento de diversas magnitudes.

El investigador de la ESIME-IPN ejemplificó: “Si ocurre un sismo en las costas de Guerrero, las ondas llegan en un lapso de 30 segundos aproximadamente al Valle de México. Lo que realiza el simulador de riesgos sísmicos es tomar en cuenta las propiedades mecánicas del subsuelo para observar las deformaciones que presentaría, pues hay zonas que pueden ser más afectadas que otras.”

Una ventaja adicional que refiere el doctor Balankin es que esta tecnología puede utilizarse para simular posibles daños en diversas estructuras. Sin embargo, reiteró que para ello es necesario que la información acerca de los materiales implementados en diversas edificaciones sea proporcionada por sus propietarios.

De acuerdo con la doctora Vala Hjörleifsdóttir, investigadora del departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM: “las ondas sísmicas son como ondas sonoras en el subsuelo”. El comportamiento flexible de la base rocosa hace que los temblores se amplifiquen al llegar al subsuelo de la Ciudad de México, por lo que incluso sismos de baja intensidad llegan a sentirse aquí con mayor fuerza.

Al igual que un par de orejeras bloquea ondas sonoras o un par de anteojos para el sol filtra ciertos tipos de luz, el subsuelo de la Ciudad de México sólo permite que ciertas vibraciones lo hagan vibrar. Por ello, en el centro de la ciudad las vibraciones ocurren –únicamente– en intervalos de 2.5 s. Esta frecuencia contrasta con las vibraciones que se registran en otros sitios de la Tierra, donde las vibraciones son más rápidas, caóticas e impredecibles.

La frecuencia de 2.5 s resulta mal augurio para edificios de cierta altura, pues aquellos que tienen entre 8 y 20 pisos entran en resonancia –vibran con la misma frecuencia que el sismo y agregan, una a otra, las ondas sísmicas a medida que llegan– y por esa razón amplifican la vibración, con consecuencias potencialmente desastrosas.

Eduardo Miranda, de la Ciudad de México, ingeniero civil, profesor en la Universidad de Stanford y especialista en diseño de estructuras para temblores explica: lo que ocurre es una doble amplificación; la primera, viene de la vibración de la roca del subsuelo que se amplifica a medida que viaja hacia la superficie; a la cual se agrega la altura de ciertos edificios que incrementa la amplificación de las ondas sísmicas.

Eso fue lo que ocurrió en el terremoto de 1985: la mayor parte de las construcciones dañadas tenía altura semejante a la mencionada y entró en resonancia con la vibración del suelo; en cambio, otros edificios –aun aquellos de mayor o de menor altura– resistieron el sismo. Antes de 1985, los científicos ignoraban estos conceptos; por ello, enfocaron sus investigaciones para entender la tectónica de la Ciudad de México.

En la actualidad, científicos e ingenieros conocen mejor la dinámica de la ciudad y, gracias a ello, diseñan nuevos edificios apoyados en sus hallazgos.

Por ello, varios edificios han sido reforzados con estructuras fabricadas con gruesas vigas de acero colocadas en uno de sus lados.

Mucha gente piensa que esto se hace para sujetar al edificio, pero la función de dichas estructuras es hacer más rígido el edificio para romper la frecuencia de la vibración. El Ing. Miranda señala que únicamente hay dos opciones: construir edificios de altura distinta a la peligrosa; o si se tiene que respetar dicha altura, es indispensable dar mayor rigidez a los edificios.

Ver nota completa...

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.