Hace mucho que el PRI perdió como partido político, la idea de intentar marcar el rumbo ideológico del país. Pero con César Camacho al frente, el otrora poderoso en el terreno de las ideas, partido en el poder ha llegado simplemente, al ridículo.

El señor Camacho está muy lejos de poder ser considerado como un verdadero líder político. Es el dirigente del revolucionario Institucional gracias a su relación personal con el hoy presidente de la República y no en base a su trayectoria partidista o a su probada capacidad de aglutinador de masas o en función de sus grandes propuestas político ideológicas.

La actual dirigencia priísta se ha caracterizado por su increíble velocidad para doblar la cerviz ante el titular del Ejecutivo. No hace falta más que el gobierno diga algo, lo que sea, para que el PRI salga al escenario para congratularse por la forma en que Enrique Peña Nieto conduce a la nación. De ideas o propuestas, nadie habla. Ni siquiera se ha intentado.

Pero la docilidad y servilismo del dirigente del PRI parece haber alcanzado ya, un nivel enfermizo. Y alejado totalmente de la realidad.

Ante la crisis política que enfrenta el gobierno gracias a sus yerros en Tlatlaya, Iguala y en el caso de la residencia en Las Lomas de la familia presidencial, el señor César Camacho apareció para demandar no justicia, aclaración de los hechos, castigo a los responsables cuando los haya o para presentar ideas para fortalecer el estado de derecho.

No, el señor Camacho, como líder de todo el priísmo, reclama “cerrar filas en torno al jefe del estado mexicano”. Esto es, quiere unidad ciega en torno al presidente Peña Nieto, curiosamente su jefe absoluto.

Y la idea de plegarse a la voluntad presidencial no es algo novedoso en el PRI. Es más, se sabe que ese es uno de los requisitos más importante para alcanzar cargos en el partido tricolor. El problema es que en estos momentos, parecería mucho más importante respaldar al ejecutivo con ideas, que con servilismos.

Dice el señor Camacho que en “los tiempos actuales, en los que la armonía social y la convivencia fraterna parecen verse amenazadas”, la receta de salida es la unión en torno al presidente.

Pero, la tranquilidad del país “parece” verse amenazada. ¿O está realmente amenazada? En el primero de los casos, el señor líder del PRI resultaría un alarmista demagogo. Y en el segundo, tendría que plantear muchas otras cosas, antes que pedir unidad ante el gobierno.

Por ejemplo, ¿qué es lo que piensa el PRI en torno a la cantidad de fosas clandestinas descubiertas sólo en Guerrero? ¿La unidad con el gobierno resuelve el problema de las muertes de esos mexicanos? ¿No importan por el hecho de que se trata supuestamente de delincuentes?

Del mismo modo, ¿qué es lo que piensa la dirigencia nacional del PRI con respecto a las ejecuciones de civiles a manos de los militares? ¿Basta con el juicio a unos soldados para resolver todo el problema? ¿La unidad para con el gobierno garantiza el comportamiento de las fuerzas armadas?

¿La rendición de cuentas es importante o no para el PRI? ¿Los conflictos de interés son un caso que se resuelve con el respaldo al presidente? ¿No las elecciones le dieron al presidente un apoyo, tanto como una responsabilidad? ¿Puede simplemente demandarse la reiteración del apoyo y dejar de lado todo lo que es la responsabilidad y compromiso firmado ante la sociedad?
¿Qué hacemos con todos los compromisos de campaña en materia de seguridad que no se han cumplido y que se intentó hacer creer que estaban casi alcanzados?

El señor Camacho supone que los mexicanos tenemos que reverenciar al gobierno de la misma manera que él lo hace cuantas ocasiones puede. Olvida que el gobierno tiene para con la sociedad un compromiso. Y que el incumplimiento de esos compromisos puede resultar un problema muy serio, a la hora de buscar la unidad de la sociedad con el propio gobierno.

Después de todo, el voto no fue un cheque en blanco.