El gran mensaje presidencial a la Nación no fue lo que se esperaba. Y con mucho optimismo, se podría decir que fue incompleto. El decálogo presentado por el titular del Ejecutivo dejó en el olvido todo lo relacionado con los fracasos y los responsables. Y por ello, mucho de las dudas.
Es claro que el presidente Enrique Peña Nieto tenía que hacer frente a la crisis. Y que después de dos meses de los hechos de Iguala, tenía una enorme presión sobre sus espaldas. Pero también queda claro que, en el mejor de los casos, evadió todo lo relacionado con las explicaciones. Esto es, no se habló de las fallas, las razones de esas fallas y menos aún de los responsables de las fallas.
Por otro lado, con nueva fraseología y con otra larga tanda de propuestas para modificar leyes y Constitución, el mensaje de ayer consiste en repetir las promesas y compromisos que se hicieron desde hace ya, mucho tiempo.
Pero dentro de este mensaje, queda por discutir la idea de, por ejemplo, modificar el artículo 115 constitucional, con la idea de crear el mecanismo para desconocer cabildos en los que se tengan indicios de corrupción ligada a la delincuencia.
Y las dudas surgen por la simple y sencilla razón de que este paso parece más destinado a crear un nuevo debate político de larga duración, más que a buscar respuestas para evitar nuevos casos como el del Iguala.
No es necesario recordar el valor en nuestro país del municipio. Ni se requiere hablar del tema político que nace en el “municipio libre”. Este es el eslabón sobre el que se construye buena parte del sistema político nacional. Y modificarlo para crear un poder que pueda sin mayor problema, desconocer a las autoridades municipales no parece ser en estos momentos, una idea fácil de desarrollar.
Por otro lado, habrá que recordar que para el PAN, este es un tema históricamente sensible. Y ello no invalida la posibilidad de los debates, pero sí ejemplifica el tamaño de los retos que se tendrán que resolver antes de entrar de lleno a un cambio como el que se busca desde el gobierno federal.
Todo ello aunado al hecho de que, en estos momentos y con todos los peros que se quiera, existe un mecanismo legal para, en cada caso, someter ante la autoridad, a funcionarios electos en cualquier nivel.
Pero el punto realmente serio es el hecho de que, a dos años de iniciado el gobierno, el presidente Peña Nieto presenta un listado de medidas y reformas que, se acepte o no, tendrían que haber formado parte de la administración federal desde el inicio.
El diagnóstico se hizo desde hace mucho. Y las propuestas quedaron planteadas en el Pacto por México, el las primeras decisiones presidenciales, en los cinco “ejes fundamentales“ para una “democracia de resultados” y fueron reseñados desde el libro “México, la Gran Esperanza, un Estado Eficaz” para llegar a esa meta.
Así las cosas, si la oferta es la misma, con diferente terminología, lo que hace falta es saber qué fue lo que no funcionó.
Y la idea del mensaje de ayer fue precisamente, la de cambiar lo que no había funcionado. Pero un cambio así no puede quedarse sólo en los términos y en el ajuste de la propuesta.
Habría que saber las razones por las cuales el diagnóstico inicial no fue suficiente, las causas por las que las estrategias aplicas no respondieron a los objetivos y claro está, quiénes fueron los que tenían a su cargo todo el programa y no pudieron rendir buenas cuentas.
Ayer, en un escenario que mucho recuerda el estilo del “viejo PRI”, se habló de los problemas del país. Y se planteó un nuevo esquema, con reformas de todos los tamaños.
El problema es que se promete un cambio radical, que tendrán que realizar los mismos que en los primeros dos años del sexenio simplemente no pudieron ocultar su incapacidad para cumplir con la tarea encomendada.
