Desde Hernán Cortés hasta el directorio telefónico

Norma L. Vázquez Alanís

Tesoros bibliográficos

Desde Hernán Cortés hasta el directorio telefónico

Desde Hernán Cortés hasta el directorio telefónico
Cultura
Diciembre 02, 2014 03:00 hrs.
Cultura Nacional › México Ciudad de México
Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Es importante saber cuántos libros de la época novohispana se conservan en el país procedentes de imprentas mexicanas, pues una de las satisfacciones que tenemos en estos tiempos difíciles es la de rescatar la historia. El orgullo de conocer el pasado a través de los libros nos permea a todos y la labor del Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM) es mostrar al menos parte de su importante colección bibliográfica.

Así lo expuso el doctor Manuel Ramos Medina, director del CEHM, al impartir una conferencia sobre los tesoros bibliográficos que posee la institución a su cargo, dentro del ciclo ‘Historia del libro en México en el 475 aniversario de la primera imprenta en América’.

Durante su amena conferencia mostró lo que a juicio del bibliotecario José Gutiérrez, y de él mismo, es lo más importante del acervo del CEHM, organismo que ya tiene en línea su catálogo, con cuatro mil libros digitalizados para consulta libre por Internet.

Además anunció que en 2015 ese Centro celebrará 50 años de su fundación con un ciclo de conferencias sobre Porfirio Díaz, pues se cumplirá una centuria de su muerte; y destacó que desde hace casi medio siglo el Centro no ha dejado de adquirir libros para aumentar su acervo y algunos los ha obtenido por donaciones.

“A veces es incomprensible cómo llegó un libro al CEHM y yo creo que decidió hospedarse aquí y no en la Biblioteca Nacional de la UNAM o en el Archivo General de la Nación”, comentó Ramos Medina, “pero aquí también están a disposición del público en general”.

El CEHM trata de conseguir todos los libros de historia de México y la mejor biblioteca del virreinato está aquí, apuntó su director. El Centro recibe muchos visitantes y los extranjeros se asombran de que la primera imprenta en América estuvo en la ciudad de México; especialmente quienes vienen de Estados Unidos, porque en su país los primeros impresos datan del siglo XVII, mientras que los de México son del XVI. En 2013 se subastó en Estados Unidos, en 14 millones de dólares, el primer impreso hecho allá con salmos de la Biblia.

Aprovechó para contar la anécdota de una señora que llegó con un facsímil de un texto de la Inquisición para que le dijeran cuanto valía, Ramos Medina le dijo que era muy costoso y le preguntó qué quería hacer con ese ejemplar; ella contestó que quemarlo, porque era casi lo único que le quedaba de la biblioteca de su esposo, tras cuya muerte había destruido todo porque él le había dado mala vida y hasta la había dejado sin comer por comprar libros, de manera que si ese ejemplar valía mucho, le iba a dar más satisfacción quemarlo.

A juicio del director del CEHM, la historia del libro impreso va a ser muy corta, porque a futuro va a estar todo digitalizado. El libro electrónico seguramente va a desplazar en mucho al impreso.

Los tesoros del CEHM

Durante su charla presentó una serie de raros ejemplares que forman parte del acervo del CEHM, los cuales abarcan varios periodos de la historia de México, e indicó que no comentaría al detalle cada libro, “porque su contenido da para una tesis”.

Entre los más antiguos destacan ‘Praeclara’ Ferdinandi Cortesii, escrito por Hernán Cortés sobre la Nueva España (Nuevo mar océano) e impreso en Núremberg en 1524; “es uno de los consentidos del CEHM”, acotó el conferencista.

Poseen también una obra en tres tomos, que escapó a las llamas de la Inquisición: ‘Primera parte de los prodigios de la omnipotencia y milagros de la sierva Catharina de San Juan’, de Alonso Ramos, publicada en 1689 en Puebla por Diego Fernández de León.

Es una obra barroca, complicada, pero es una delicia leerla pues se refiere a una beata a quien se le confunde con la china poblana, porque era una esclava traída de Oriente por un virrey, quien luego se la vendió a un rico poblano que la ocupó para servir en su casa; a la muerte de éste, su viuda se iba a recluir en un convento y quería llevarse a Catharina, quien le pidió su libertad y la obtuvo. Entonces se retiró a vivir como beata, pero un chino que la pretendía le insistió tanto en que se casaran, que ella terminó aceptando con la condición de que no hubiera acercamiento físico.

Cuando quedó viuda, Catharina comenzó a tener visiones y su confesor, un jesuita, la escuchó durante años e hizo el libro, que tiene frases muy comprometedoras tanto para el fraile como para la beata. Son tres volúmenes con mil páginas, prohibidos y quemados por la Inquisición.

Uno de los mal llamados incunables americanos (solamente son incunables los libros impresos en Europa en el siglo XV), explicó Ramos Medina, es ‘Recognitas SVM’ de fray Alonso de la Veracruz, impreso en México por Juan Pablos en 1554.

Los libros hechos en Nueva España en el siglo XVI responden a la necesidad que hubo entonces en materia de educación. Fray Juan de Zumárraga fue quien trajo la imprenta para hacer los textos requeridos por la Real y Pontificia Universidad, así como para las órdenes religiosas, particularmente la franciscana.

Un ejemplo de ellos es el ‘Vocabulario de lengua mechoacán’, de fray Maturino de Gilberti, impreso por Juan Pablos en 1559, encuadernado en pergamino como todos los libros durante el virreinato. Estos frailes necesitaban libros para estudiar las lenguas autóctonas y hacer mejor su labor de evangelización.

Otro es ‘Doctrina christiana en lengua mexicana’, de fray Alonso de Motolinia, que fue impreso en 1578 por Pedro Ocharte.

En la Nueva España, las viudas de los impresores tuvieron un importante papel, pues se quedaron con los negocios para continuar haciendo libros, recordó Ramos Medina y refirió que el último incunable americano data de 1600 y es ‘Advertencia para confesar a los naturales de México’, de fray Juan Bautista.

En 1642 Pedro de Quiñones publicó el ‘Sumario de indulgencias y perdones concedidos a los cófrades del Santísimo Sacramento’ (anónimo), y fue el primer trabajo hecho en Puebla. Seguramente fue el obispo Palafox quien pensó en tener una imprenta en esa ciudad y se convirtió en la segunda en la Nueva España, comentó Ramos Medina.

Mediante un convenio con el gobierno de Puebla, el CEHM publica facsímiles impresos allá en el siglo XVII y tiene completa la mejor biblioteca poblana, que ya se está digitalizando.

La Carta Athenagórica de sor Juana Inés de la Cruz, la crítica al sermón del padre Vieyra en la que entra en terrenos teológicos muy delicados y casi prohibidos para la mujer del siglo XVII, forma parte de los bienes del CEHM en una edición poblana de Diego Fernández de León de 1590.

También cuenta con un ejemplar de ‘El segundo quince de enero de la corte mexicana en la canonización de San Juan de la Cruz’, de Joaquín Ignacio Ximénez de Bonilla, impreso por Joseph Bernardo de Hogal en 1730. En él se describe la unión de la gente, sin importar raza o clase social, en torno al santo del pueblo en su fiesta. Además está en su catálogo ‘Fundación y primer siglo del convento de San José de las Carmelitas Descalzas’, de José Gómez de la Parra, impreso en Puebla en 1732.

Destacan además ‘Historia de la conquista de México’, de Antonio de Solís, impreso en Bruselas en 1752 y ‘Crónica apostólica y seráfica, de fray Isidro Fellis de Espinosa’, impreso en México en 1746 por Bernardo de Hogal.

Uno de los tesoros bibliográficos del CEHM es una obra muy controvertida ‘Historia de la Nueva España’, mapas, litografías y planos pegados, impreso en 1770 y firmado por Hernán Cortés. Ramos Medina apuntó que hay un libro de Christian Duverger titulado ‘Historia de la eternidad’, en el que este francés sostiene la tesis de que no fue Bernal Díaz del Castillo quien escribió la ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’ sino que fue el propio Cortés el que se encargó de redactarla.

Entre los ejemplares más raros sobresale un Directorio telefónico de México de 1891, en el que se puede conocer la nomenclatura de las calles antiguas, los nombres de quienes tenían teléfono y quiénes se anunciaban ahí, por lo que se trata de una herramienta para el conocimiento de la sociedad en ese momento de la historia.

En este punto, el doctor Ramos Medina vaticinó que los tomos de la sección amarilla del directorio telefónico moderno, se van a volver valiosísimos en unos años, porque normalmente se desechan.

De principios del siglo XX tienen ‘El general Porfirio Díaz’, escrito por Bernardo Reyes (1903), ‘Juárez, su obra y su tiempo’, de Justo Sierra (1905-06), libro con un valor agregado porque tiene anotaciones del embajador que era su propietario. Un libro tiene muchas aristas, pues su lector puede hacer anotaciones al margen y hasta correcciones, además puede tener dedicatorias o el nombre de sus dueños. Por cierto, indicó Ramos Medina, el CEHM cuenta con un ejemplar comentado por Zumárraga, y ‘Crónica oficial de las fiestas del primer centenario’, de Genaro García (1911).

Respecto a las donaciones, dijo que se aceptan solo libros que tengan que ver con la historia de México y se le da al donador, como certificación, un número de registro con el que entró su obra al catálogo.

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